sábado, 5 de agosto de 2017

A OCHO DIAS DE LAS PASO / Macri erró el cálculo

El fracaso de la estrategia electoral oficialista en la provincia 
de Buenos Aires. El antecedente de Frondizi.

Por Roberto García
Si fuera cierto que Mauricio Macri leyó todos los libros de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, y fuese un erudito de esa administración como dicen que confiesa, no se le habría escapado un detalle. 

Crucial, determinante, insoslayable: las elecciones que el dúo perdió en 1962, cuando el peronismo ganó la Gobernación en la provincia de Buenos Aires, el episodio que un mes más tarde justificó el golpe militar que desalojó a Frondizi de la Casa Rosada.

Le hubiera servido conocer ese antecedente al ingeniero para ubicarse frente al trance comicial que tendrá dentro de dos domingos.  Macri no llega en las mejores condiciones físicas luego de presumir con su equipo, durante meses, que le sobraba paño para envolver y arrojar al río a Cristina. Esa remozada mujer cuyo mayor mérito de ascenso parece ser un módico control de la palabra y de sí misma, dedicación al silencio hospitalario o religioso, y el reconocerse como una abuela que da consejos. Además de una apropiada mudanza de vestuarista: pasó del universo Vuitton, Louboutin o Armani al estilo de la populosa Zara, una afrenta para sus costumbres. Si hasta en cualquier momento, para alegría de la tribuna que la alienta, aparece fotografiada en un revoltijo de Sale.

Aprender del pasado. En la época de Frondizi no había encuestas y el Gobierno, con las características soberbias del poder, se suponía imbatible en las urnas por haber vencido en algunos comicios provinciales y, sobre todo, en la Capital Federal. Al menos, frente a una expresión proscripta, deshilachada, y denunciada vastamente como corrupta, cuyo jefe ausente ni siquiera podía nombrarse sin ir preso (a pesar de que el dúo desarrollista lo había utilizado a Perón como socio electoral para llegar al poder cuatro años antes merced a un “pacto secreto”, eufemismo que ocultó la entrega de un pago generoso, una dádiva). Pero fallaron los cálculos de la cúpula dominante a pesar de que un núcleo de funcionarios se le plantó a Frigerio con la advertencia de una posible derrota y éste, de amabilísimo trato pero de conducción stalinista, apenas sí aceptó que se discutiera la preocupación. Como se sabe, en aquellos tiempos, era ominoso el poder castrense en las sombras y en las luces (a Frondizi le hicieron más de treinta planteos). Ni el propio Perón recluido en Madrid parecía interesado en participar y ganar, ya que inicialmente hasta él mismo se propuso como candidato para que los militares lo vetaran y, apenas unas semanas antes del comicio, lanzó la candidatura de Framini, un sindicalista textil de extrema fidelidad que venía de la resistencia iniciada en el 55. Más de un testigo de la época podría dar fe hoy sobre el capricho de Frigerio y Frondizi en no admitir que se podía perder la Provincia. Tanta infatuación colaboró en el infausto epílogo: anulación del resultado, intervención a la Provincia, destitución de Frondizi y prisión en la isla Martín García.

Campaña. A pesar de que Macri & Cía jura como GPS de su vida política y económica la reivindicación desarrollista –una forma de que no lo califiquen de izquierda ni de derecha–, si hubiera leído con más atención estas referencias clave en los textos históricos, si apelara a consultas vivientes o a la revisión de la memorabilia periodística de entonces, quizás habría enfrentado con más seriedad profesional la aventura electoral a iniciarse dentro de ocho días. Con escasa seducción de la galería fellinesca de candidatos que se presentan (referencia que alude a lo que dicen, no a sus perfiles lombrosianos). Al margen de los resultados, se advierte que en la provincia de Buenos Aires fracasó la estrategia chambona y simplista del oficialismo. Por ejemplo, no parece alcanzar lo que en el pizarrón se descontaba irrebatible: fácil victoria si se logra dividir al peronismo en tres partes. Aritmética elemental que sólo le garantiza un mejor pasar a ciertos aspirantes. Tampoco sirvió, en apariencia, subir al ring a los empellones a la viuda de Kirchner como presunto sparring: la han convertido en el Rocky del celuloide. Menos utilidad tuvo la tontería de confiar en el mensaje de que la economía no influye en los actos del votante. Como si el bolsillo no hubiera sido horadado y no se hubiese advertido que si la suba de tarifas fue agresiva, más demoledora resulta por la incidencia del rubro energía en el presupuesto familiar que el Indec no registra en plenitud. Asombra al Gobierno que pueda ganar en gran parte del territorio pero perder en la Provincia. Hay diferencias, prioridades, y por alguna razón en ese conglomerado bonaerense siempre reaparecen o se mantienen distintas versiones del peronismo, cambiando de color como el camaleón o desprendiéndose de capas como si fuera una cebolla. Estas observaciones primarias del clima preelectoral pueden sorprender ante la suficiencia inútil del Gobierno sobre un distrito que retiene 40% de los votos de la Argentina, al que encumbró con la hazaña de haberlo ocupado con la desconocida María Eugenia Vidal. Y en el que dos años después de gestión, las intendencias gobernadas por peronistas han ascendido según las encuestas en la consideración popular mientras que las nueve o diez administradas por Cambiemos atraviesan dificultades complejas a pesar de que reciben mayor asistencia que sus rivales políticos. Tal es la desazón con algunos intendentes propios que, al gran acto en Mar del Plata que este lunes encabeza el mismo Macri, posiblemente ni convoque al intendente que lo representa.

Errores. El Presidente también ha sido prisionero de un concepto más viejo que el jopo de los que tenían jopo: los no peronistas son más. Es una reiteración obligada, data de la introducción del ballottage, en la que el mismo Perón creía más que sus oponentes. De ahí que siempre fue a elecciones con un frente político, indiscriminado y sin prejuicios, con socios de izquierda o derecha, con maxi o miniquioscos. Finalmente, como sabe cualquiera, el poder se tiñe luego, en el cuello de la botella. No tomó en cuenta Macri la derrota de Frondizi, tampoco como enseñanza el criterio de Perón. Menos el uso de instrumentos de ayuda (desdoblar fechas y objetivos para que los intendentes se aplicaran sólo a su interés municipal y no al nacional) o la generosidad de aceptar, cuando no de alquilar, una boleta propia, ganadora, a jefes comunales de extracción peronista que no deseaban bailar con una avanzada sesentona al borde del retiro. No entendieron ese requerimiento, tal el desprecio por el origen de la demanda y el eventual aporte tóxico. Falta de enfoque, quizás, que no puede resolver siquiera el veredicto de la empresa elegida para contar los votos, la misma que usaba el kirchnerismo y a la cual, jocosamente, más de uno acompaña con la leyenda publicitaria: “Una garantía de transparencia. Y resultado”.

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