jueves, 6 de julio de 2017

La encrucijada del ejército venezolano

Por Cynthia Ramírez

En julio de 2014, coincidiendo con la conmemoración del 203 aniversario de la Independencia de Venezuela, Leopoldo López, quien cumplía sus primeros cuatro meses en prisión, escribió una carta abierta dirigida a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), pidiéndole no dejarse "arrastrar por la ideologización extrema promovida por el partido de Gobierno, convirtiendo automáticamente en enemigos a los compatriotas que tienen opiniones distintas a ellos". 

Los convocaba a una “reflexión interna, sincera y patriota” señalando que las fuerzas armadas habían “dejado de enfrentar a los verdaderos enemigos de Venezuela, a los grupos irregulares que azotan a nuestros compatriotas en la frontera para enfrentar a enemigos ficticios y entes impalpables tales como ‘el imperio’, ‘la burguesía’ y ‘el capitalismo’" y hacía un llamado para que “la familia militar” cumpliera “con honor y compromiso patriota la Constitución Nacional, siendo guardianes de nuestra independencia, de nuestra soberanía y del respeto y promoción de los derechos de todos los venezolanos”.

Pero eran los años de los ascensos (más políticos que meritorios) y las jugosas inversiones en gasto militar, así que la reflexión a la que invitaba López no encontró mayor eco.

El pasado once de junio, tres años después de esa carta, desde una nueva celda en la misma prisión militar de Ramo Verde, Leopoldo López volvió a dirigirse a la FANB: "Ustedes también tienen el derecho y el deber de rebelarse ante órdenes que buscan reprimir al pueblo venezolano, de rebelarse para hacer cumplir la Constitución"

Este nuevo mensaje llega en circunstancias radicalmente distintas a las de 2014 y una creciente incomodidad por parte de la FANB. Por mencionar solo cuatro casos:

Hay por los menos 14 militares detenidos, a raíz de las protestas que comenzaron en abril, sospechosos de "rebelión" y "traición".

El 13 junio, Alexis López Ramírez, Secretario del Consejo de Defensa de la Nación (Codena) renunció a su cargo, aparentemente por un desacuerdo con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente.

El 20 de junio, por cuestiones solo atribuibles a la desconfianza, Maduro le quitó al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López sus funciones como comandante del Comando Estratégico Operacional de la FANB.

El 27 de junio, Óscar Pérez investigador del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de Venezuela, sobrevoló en un helicóptero la sede del Tribunal Supremo de Justicia en Caracas disparando y arrojando cuatro granadas que no detonaron. Del helicóptero colgaba una pancarta que aludía al artículo 350 de la Constitución venezolana que faculta a los ciudadanos a “desconocer cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. (Pérez estuvo desaparecido hasta ayer, cuando publicó un nuevo video en su canal de YouTube.)

El llamado de López a la FANB para rebelarse se suma al que hiciera en mayo el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, pidiendo a los militares que “rompan el silencio” frente a la ruptura constitucional por parte del gobierno de Nicolás Maduro.

El ejército lleva meses siendo el factor decisivo en la permanencia de Maduro en el poder. Diversos analistas, no latinoamericanos, han destacado que la supervivencia del régimen de Maduro depende, casi exclusivamente, de si las fuerzas armadas están dispuestas a reprimir al pueblo venezolano o rebelarse a las órdenes de Maduro. Pero la rebelión del Ejército está tan cerca del golpe de Estado que en América Latina toca heridas profundas y memoriosas: en la década de 1960 hubo en la región 19 golpes de Estado exitosos; 18 en la década de 1970; siete en la década de 1980 y dos en la década de 1990; los dos golpes hasta el momento en el nuevo siglo duraron solo unas horas.

La democracia debe funcionar a través de mecanismos menos traumáticos, para eso están la Constitución y las instituciones democráticas, dicen. Y es cierto, pero ¿qué papel debe entonces jugar el ejército –que en una democracia debe su lealtad a la gente de su país y sigue las órdenes de un gobierno elegido por ella para representarla– cuando las instituciones han sido secuestradas (o disueltas) y está por escribirse una nueva Constitución que amenaza con liquidar a la oposición y terminar de desmontar la democracia venezolana?

© Letras Libres / Agensur.info

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