miércoles, 5 de julio de 2017

El fenómeno mundial del fascismo y del populismo

Por Daniel Muchnik

Tanto en Europa como en Estados Unidos, en estos días de aturdimiento político, se sostiene que populismo es similar al fascismo. Esto se dio en días de patoterismo, como el de Donald Trump o el surgimiento en Europa de partidos con propuestas xenófobas, racistas y de negación de todos los cimientos de las democracias liberales, que participan de elecciones o que ya están encaramados en el poder. Entre los representantes populistas en América latina, aunque algunos ya no están, figura sin duda Cristina Fernández de Kirchner.

No faltan teóricos que afirman que el fenómeno de aparición del populismo extremo aparece con la crisis económica de 2008 y sus consecuencias que favorecieron aún más la desigualdad y, en el viejo continente el fenómeno de la inmigración, el otro, el extraño identificado con el peligro. Surgieron políticas duras de contención de la ola de africanos y de víctimas de las guerras de Medio Oriente. Pero no fueron suficientes para calmar a muchos grupos. No hubo reacciones sólo en el Este de Europa sino en la misma Italia. Y hay posiciones xenófobas extremas no sólo en Holanda; las hay del mismo modo en el democrático mundo nórdico Europeo, señalados como los más democráticos y civilizados.

Ya estaban (los skinheads hace años) pero se incrementaron los violentos que dieron pruebas de odio extremo. Quemaron viviendas, azotaron a los extraños. En los ex países que pertenecían a la órbita de la Unión Soviética surgió un nacionalismo populista intolerante, como en el caso de Polonia y Hungría, contaron en sus parlamentos con neo-nazis y algunos de sus dirigentes deslizaron apreciaciones o discursos antisemitas.

En Grecia, un partido abiertamente pro-nazi tiene lugar en el Parlamento.

En el fenómeno populista un o una líder representa las necesidades del pueblo, se consagra como la voz del pueblo, la que cuida los intereses del pueblo y subida a ello dicta, sanciona, excluye , otorga, margina, como se le antoja, arbitrariamente. Todo ello en nombre del pueblo de la que ella es guía consagrada. En otros casos adquiere otras formas. Se conocen la tragedia de las víctimas del militarismo populista, como el de Venezuela

Según el Diccionario de Política de Norberto Bobbio fascismo, entre muchas definiciones existentes, es un sistema de dominación autoritario caracterizado por un monopolio de la representación política por parte de un partido único y de masas, con una ideología fundamentada en el culto del jefe, en la exaltación de la colectividad nacional y el desprecio de los valores del -para el fascismo- individualismo liberal.

En su último trabajo editorial, Rob Riemen (Para combatir esta era-Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo) respetado ensayista, fundador y presidente del Nexus Institute, un foro independiente, señala que el fascismo populista estaba latente en Europa desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Que los millones de víctimas no terminaron de el, como se creía o se escuchaba. Reconoce, empero, que el término populismo es huidizo. Concretamente Riemen dice: "El uso de la categoría populista es tan sólo una forma más de cultivar la negación de que el fantasma del fascismo amenaza nuevamente a nuestras sociedades". Agrega: "...y de negar el hecho de que las democracias liberales se han convertido en su contrario: democracias de masas que están privadas de espíritu democrático."

Riemen juzga que una segunda razón por la cual el regreso del fascismo y la pérdida del espíritu democrático se acepta es la vergüenza de ciertos partidos de izquierda que asumen la tradición de la Ilustración de la segunda mitad del siglo XVIII. Sus artículos de fe como el progreso humano, la racionalidad, las instituciones, los valores políticos y sociales como pilares de la sociedad han sido abandonados en los rincones.

En esa dirección el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, confrontando con la Gran Depresión y una Europa Fascista declaró, en marzo de 1933, en su Discurso Inaugural: "De lo único que debemos tener miedo es del miedo mismo". Roosevelt, político de especial inteligencia y sagacidad era consciente de que las sociedades dominadas por el miedo son sensibles a las falsas promesas de la ideología fascista-populista y sus líderes autocráticos.

En el mismo libro se reproduce una definición del famoso director de cine Federico Fellini, que admite haber sido miembro del movimiento de juventudes fascistas. Considera Fellini: "El fascismo siempre surge de una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo de la gente -por pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia-a dar un significado más profundo a sus vidas. El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos, y del cual debemos estar avergonzados".

Albert Camus y Thomas Mann no fueron los únicos que, una vez terminada la guerra, asumieron pronto lo que muchos estaban ansiosos por olvidar: el bacilo del fascismo permanecerá virulento en el cuerpo de la democracia de masas. El fascismo nunca es un reto, sino un problema mayor, pues inevitablemente conduce al despotismo y a la violencia.

Que una cuarta parte de la población argentina siga sin importarle que un gobierno robe sin pudor con tal de que su líder vuelva al poder es peligroso. Es generalmente hombre-masa, autoindulgente que se comporta desaprensivamente y no alcanza o no puede pensar. Lamentablemente muchos de ellos conocen un solo idioma: el del uso de la violencia.

© El Cronista

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