lunes, 3 de julio de 2017

Efecto Ella: El ataque de pánico que conmueve al país

Por Gustavo González
Arrancó la campaña y la Argentina política y económica está en un tenso impasse a la espera de saber qué va a pasar con Ella. “¿Gana o pierde?”, ésa es la pregunta que todos repiten, dentro y fuera del círculo rojo.

El Gobierno es tan transparente en ese sentido que, a la espera de lo que suceda, suspendió otro ajuste en las cuentas públicas para después de octubre.

Palabras más o menos: “Tenemos el doble desafío de bajar impuestos y el déficit fiscal, no vamos a correr riesgos haciéndolo ahora, pero lo haremos después de octubre. Claro que si Ella triunfa, no sólo será un problema para nosotros sino para todos”.

En off, los funcionarios económicos aseguran que por Ella regresó la incertidumbre a los mercados y que por su culpa Morgan Stanley mantuvo la calificación de Argentina como mercado de frontera en lugar de subirla a emergente: “Por eso el comunicado de la entidad dice que esperará a ver la irreversibilidad de las reformas económicas. Están hablando de octubre”. También le atribuyen que el riesgo país se disparara 35 puntos desde que se conoció que competiría, que las inversiones no terminaran de llegar, el dólar se despertara, la inflación se volviera a inquietar y el consumo no repuntara.

Algunos dicen que lo malo de las mansiones modernas es que ya no tienen fantasmas. No es así. Los empresarios, que mientras Ella y su esposo fueron gobierno guardaron un respetuoso silencio, ahora temen que retome el poder para vengarse de ellos.

Uno de los cinco mayores empresarios argentinos reflexiona: “En octubre no sólo se votan legisladores, se elige si este proceso de normalización de las relaciones internacionales y de la economía termina en dos años o si durará por lo menos seis”.

A este empresario, no industrial, le fue bien durante la década K, pero considera una pesadilla institucional que el país regrese sobre sus pasos. Como la mayoría de sus pares, se muestra feliz cuando recorre el mundo y comprueba que la Argentina entró en el radar de potenciales inversores y de los grandes líderes políticos. Lleva la cuenta de todos los presidentes que en un año y medio visitaron la Casa Rosada (de Obama a Merkel) y de la inédita cantidad de simposios de negocios que se desarrollaron aquí desde la llegada de Macri: “Se salió definitivamente del default y se volvió a ser sujeto de préstamo, algunos se quejan del endeudamiento o de las altas tasas, yo prefiero estar adentro y ser parte del mundo financiero que mirarla desde afuera. Pero todo es muy reciente, los inversores pensaban que Ella iría presa. De golpe, aparece de nuevo con chances de ganar. Eso crea incertidumbre”.

El fantasma recorre el establishment y logró que hasta los industriales dejaran de criticar en privado por el enfriamiento económico, la apertura importadora y los altos impuestos: “El mayor peligro hoy es que Ella regrese”. Parafrasean el libro de Mao Sobre la contradicción. Primero se preocupan por resolver la “contradicción principal” (Ella), porque creen que si el kirchnerismo se mantiene vivo, las “contradicciones secundarias” que tienen con El serán un problema superfluo si el macrismo deja el poder en 2019.

La otra Ella. Hay una Argentina que también espera con la mandíbula tensa lo que pasará en octubre, pero que está convencida de que si Ella gana se terminará el maldito ajuste y se le pondrá límite a un gobierno que llegó para beneficiar a los ricos. Esta es su lógica: “Qué importa que Macri sea homenajeado por los líderes del mundo, si la calidad de vida es cada vez peor. Cuando el consumo sigue bajando en comparación con lo bajo que estaba el año pasado, es que cada vez hay menos dinero en el bolsillo de la gente”.

Con Ella triunfando, los desplazados del modelo M tendrán la esperanza de que, en dos años más, el modelo nacional y popular regrese para “ordenarles la vida” de nuevo.

Los estrategas K creen que eso es bien posible. Aseguran que va primera en intención de voto, con un 35%, casi 10% por encima de Esteban Bullrich. Aunque dicen que cuando consultan por alianzas electorales, esa supuesta distancia baja a poco más de dos puntos.

También Massa se dice primero, con más del 30% de votos. Sostiene que hay un país dividido en tres tercios (contra el relato de la polarización) y que el segundo lugar es peleado por oficialistas y kirchneristas.

En el Gobierno responden que son ellos los que encabezan con el 35% y más de cinco puntos sobre Ella. En privado, señalan que en verdad la diferencia es de dos puntos. Pero en la mesa ultrachica aceptan un escenario peor.

Algo más: en sus sondeos surge un dato que los inquieta: Randazzo aparece robándole votos al oficialismo y a Massa, y no tanto a Ella.

La pelea de todos es por el 35%/40% del “núcleo blando” de votantes que todas las encuestas registran. Aquellos que aún no decidieron su voto.

Los estrategas kirchneristas y los oficialistas saben que dirigir las campañas hacia sus fans no sirve para conseguir nuevos electores. Esa es la razón por la que las formas se parecen tanto. Hasta Ella dejó su costado más agrio e imita las visitas imprevistas al Conurbano, sin aviso a los medios para parecer genuina, pero con repercusión garantizada en las redes. Como si el duranbarbismo hubiera ganado la batalla de esta posmodernidad.

Lo que a veces se olvida es que lo que ahora están midiendo las encuestas son las elecciones del 13 de agosto, las PASO. El kirchnerismo mantiene el mayor núcleo duro de votantes del país, un 25% que no cambiará su opinión de Ella, por más que su hijo aparezca trasladando un cargamento de oro. El problema de ese espacio es que, después de doce aguerridos años de gestión, dejó un tendal de enojo social que hoy sigue siendo mayoría.

Por eso, aun cuando la fórmula K quede por encima del resto en la Provincia en estas primarias, el desafío que luego enfrentará es que las elecciones generales de octubre funcionen como un ballottage, en donde se juegue si la mayoría de los bonaerenses votará por Ella o contra Ella. Esa polarización beneficiará a quien salió segundo en las PASO y perjudicará al resto.

Así las cosas, que Ella gane las primarias con alrededor de un 30% de votos puede significar perder. En 2015, Scioli salió primero en las PASO con más de ocho puntos de diferencia sobre Macri. En las generales, esa diferencia se redujo a 3 puntos. En el ballottage, cuando se eligió por Ella o contra Ella, Scioli perdió por dos puntos.

Por otra parte, ésta es la primera elección en la que Cambiemos será la única fuerza que sumará votos a nivel nacional. Ni siquiera el peronismo irá unido en todos los distritos. Cualquiera sea el resultado en la Provincia, el Gobierno se mostrará ganador en todo el país, y técnicamente será cierto.

Pero, además, la inédita situación de una agrupación con estructura nacional que no es peronista tiene una implicancia concreta en el devenir electoral: ahora es el macrismo el que maneja la caja del Estado. Son nuevos en esto y la mayoría viene del sector privado, pero aprendieron los vericuetos de la política, los resortes del toma y daca económico con intendentes y gobernadores, y las ventajas de la libre disponibilidad de boletas electorales en cualquier distrito del país.

El cuerpo del miedo. La expiación es el concepto religioso por el que se eliminan las culpas propias a través de un tercero. Gracias a la expiación, el culpable es perdonado mientras se sacrifica a alguien. En algunas culturas es un animal, en otras llegan a ser personas.

El de la salvación es un concepto opuesto, aunque funciona con la misma lógica. En el Salvador se depositan las debilidades y expectativas personales. El Salvador se sacrifica para que todos sean salvados y perdonados.

Tercerizar angustias, culpas, responsabilidades y esperanzas es un instinto básico de un animal como el hombre, que es consciente de sus límites y finitud. Corporizar en otro el bien y el mal hace más liviano el viaje, pero también dificulta la resolución profunda de problemas: si la responsabilidad de las personas se limita a elegir a quién aman y a quién odian, quién será el chivo expiatorio y quién el Salvador, sólo resta esperar que uno muera y el otro resuelva por uno.

Ojalá ésa fuera la solución.

Con Ella presa, la Argentina por fin sería un país normal. O con Ella de nuevo en el poder, volvería la felicidad. De ser cierta una de las dos posibilidades, a partir de octubre al menos una parte de los argentinos tendrá la esperanza de que será provisto de un futuro mejor.

Lástima que, antes que Ella, hubo siglos de chivos expiatorios y salvadores que sólo sirvieron para corporizar nuestros fantasmas y dejarnos tranquilos con nuestros pobres fracasos.

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