sábado, 11 de marzo de 2017

La previsible crisis del gradualismo

El salto de la inflación y la pobreza, mientras subsisten 
los desacoples macro y se cae en las encuestas.

Por Ignacio Fidanza
La administración de Macri llegó este jueves al preciso momento en el que se mordió la cola. Una vuelta en círculo, largamente anticipada en este espacio, que no por previsible deja de impactar.

El gradualismo y la decisión de eludir un pacto de gobernabilidad con agenda de reformas incluidas, que le ofreció la oposición racional al inicio de su mandato, lo llevaron a esta situación en la que todo parece pérdida. Es lo que ocurre cuando se cree la fantasía de un gobierno sin costos.

Apenas comenzó el gobierno y se supo que la hoja de ruta era el gradualismo, Ricardo López Murphy anticipó el desafío central: "Gradualismo no es más fácil y requiere un temple político especial, significa que en el 2017, que es año electoral, el ajuste deberá ser incluso más fuerte que este año". Criticas similares expresó Nicolás Dujovne, hasta que lo nombraron ministro.

Se entiende, con un déficit heredado que rondaba los 7 puntos del PBI, gradualismo significaba ajustar fuerte todos los años del mandato de Macri, para lograr una reducción como la prometida en ese momento por Alfonso Prat Gay. Metas que el propio gobierno fue relajando y ahora parece dispuesto a tirar por la borda, en aras de la urgencia electoral.

Por eso, lo que en rigor entró en crisis no es un gradualismo que no fue tal, sino apenas la coartada para eludir un ajuste real de la economía. O peor, para enmascarar la ausencia de un plan global que corrija sus desacoples al tiempo que trazaba un sendero de crecimiento.

El Gobierno se escuda en la "restricción política" de su minoría, para justificar todo lo que hace. Como la comparación es De la Rúa, sobrevivir es un éxito. Pero es un falso dilema. La Argentina no es la del 2001, corrió mucha agua por ese río y la clase política y el sindicalismo, saben que la implosión del Gobierno los arrastra también a ellos.

Por eso, la oportunidad pérdida. Miguel Angel Pichetto, los gobernadores y hasta el propio Sergio Massa, estaban para armar un gobierno de coalición. Eso hubiera otorgado volumen político para encarar las reformas de fondo que necesita el país. No es historia contrafáctica, se pueden encontrar en los diarios las ofertas desesperadas de Pichetto para que Macri aceptara un "Pacto del Bicentenario".

No hay magia, como dice Macri. Incontables países que enfrentaron situaciones de encerrona vital como la Argentina, salieron con acuerdo político de sus principales fuerzas, en torno a una agenda de transformación. Era y es el momento.

El fracaso del gradualismo se hizo evidente en este inicio de marzo con el cruce de dos datos: El salto de la inflación de febrero al 2,5% y la confirmación que la Argentina de Macri sumó 1,5 millones de nuevos pobres. Mientras el déficit sigue más o menos igual. Pero no el gobierno, que se derrumba en las encuestas y en las expectativas de la gente.

Primero se perdió la alegría, ahora ya se está perdiendo la esperanza y con ella la paciencia. Es la consecuencia previsible de someter a la población a un esfuerzo importante, sin que quede claro para que lo hace. Y esto vale tanto para los que sufren el impacto directo en su deteriorada economía cotidiana, como para los mercados y los analistas que miran la trayectoria macro.

Si no pasa nada, si esta todo bien y vamos bárbaro, porque vivo cada vez peor.

Se eludió la construcción de una épica de sangre, sudor y lágrimas, sostenida en un programa real, por la tontería new age de la felicidad permanente. Lo que hubo es subestimación de la gente, de su capacidad para sumir sacrificios si le presentan un plan creíble y un equipo idóneo.

Lo interesante es que la oportunidad para lanzar un gobierno de reconstrucción nacional sigue al alcance de la mano. Sólo requiere grandeza política. Mientras tanto, lo que vivimos es el fracaso de un amarretismo de dueños, voraces por capitalizar hasta la última gota de éxitos, que nunca terminan de llegar.

Tan previsible como creer que la leche de la polarización iba a ser eterna. Que los bolsos, los hijos, la madre, los hoteles y la mar en coche eran la solución de todas las cosas. Somos mejores que ellos, cuidado que vuelven, es un programa muy precario cuando se tiene la responsabilidad de Gobierno. La vida real tiene la maldita costumbre de cruzarse en el camino.

© LPO

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