miércoles, 1 de febrero de 2017

PERFILES / MARÍA ELENA WALSH

A 87 años del nacimiento de la gran poeta 
y compositora argentina

Por Adriana Santa Cruz

María Elena Walsh (1/2/1930-10/1/2011) fue una poeta y compositora argentina que renovó la literatura infantil despojándola de un propósito didáctico. Sin duda, gran parte de su enorme prestigio intelectual y moral se origina en esta producción para chicos, lo que la transformó, además, en un clásico para varias generaciones.

A partir de 1945 publicó poemas y notas en las revistas El Hogar, Sur y en los diarios La Nación, Clarín y La Razón. En 1948 egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes y fue invitada a Estados Unidos por el poeta español Juan Ramón Jiménez. Entre 1952 y 1956 residió en París, donde compuso canciones infantiles y folclóricas. Ya en Argentina realizó programas de televisión para niños y adultos, recorrió el norte del país cantando con Leda Valladares y estrenó espectáculos teatrales para niños.

A los 17 años, publicó su primer libro de poemas, Otoño imperdonable, marcado por las tendencias dominantes de la generación del cuarenta. En sus libros posteriores (Baladas con Ángel, 1952; Hecho a mano, 1965), mantuvo las características formales de su primer libro, tales como los versos medidos y las estrofas rimadas, pero fue pasando de una temática, confesional e intimista, hacia una más atenta al lenguaje coloquial y al contexto social y político.

Luego de una recordada experiencia televisiva a finales de la década de 1950, en la que dio a conocer sus personajes Doña Disparate y Bambuco, estrenaría en Buenos Aires el espectáculo para chicos Canciones para mirar, compuesto por una serie de canciones, poemas y cuentos breves que luego fue publicando tanto en libros –Tutú Marambá (1960), El reino del revés (1965), Zoo loco (1965), Dailan Kifki (1966), Cuentopos del Gulubú (1966) y Versos tradicionales para cebollitas (1967)– como en discos: Canciones para mirar (1963), Canciones para mí (1963), En el país de Nomeacuerdo (1967) y Cuentopos (1968), entre otros.

En 1968, además, estrenó su espectáculo de canciones para adultos Juguemos en el mundo, que se constituyó en un acontecimiento cultural que influiría fuertemente en la nueva canción popular argentina. Como había hecho con sus canciones infantiles, María Elena Walsh mostró en Juguemos en el mundo un estilo de composición marcado por la libertad creativa y temática. Sus melodías dieron vida a canciones muy modernas, que tomaban inspiración de las más diversas fuentes musicales, desde el folclore al tango y desde el jazz al rock.

Walsh es también autora de un libro de memorias, Novios de antaño, de la recopilación de artículos País jardín de infantes (1990) y del libro de lectura Aire libre (1967). Ha sido galardonada y homenajeada en reiteradas ocasiones y en distintos ámbitos.

Ahora

Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

Balada del tiempo perdido

Yo dormía pero mi corazón velaba…”
Cantares

Como a sus vanas hojas
el tiempo me perdía.
Clavada a la madera de otro sueño
volaban sobre mí noches y días.

Poblándome de una
nostalgia distraída,
la tierra, el mar, me entraban en los ojos
y por ociosas lágrimas salían.

Cuántos papeles ciegos
en la tarde vacía.
Qué multitud de imágenes miradas
como a través de una mortal llovizna.

Entorpecidas sombras
en vez de manos mías,
de tanto enajenarse en los espejos,
todo lo que tocaba se moría.

Memorias y esperanzas
callaban su agonía:
un porfiado presente demoraba
siempre las mismas ramas amarillas.

Qué tiempo sin sentido
el que mi amor perdía.
Qué lamentable primavera inútil
haciendo en vano flores que se olvidan.

Pero mi corazón
velaba y no sabía.
Recuperada su pasión secreta
ahora enamorado resucita.

Y el tiempo que hoy me guarda
entre sus hojas vivas
es un tiempo feliz desde hace tantos
sueños que nacerán en la vigilia.

El 45

Te acordás hermana qué tiempos aquellos,
la vida nos daba la misma lección.
En la primavera del cuarenta y cinco
tenías quince años lo mismo que yo.

Te acordás hermana de aquellos cadetes,
del primer bolero y el té en El Galeón
cuando los domingos la lluvia traía
la voz de Bing Crosby y un verso de amor.

Te acordás de la Plaza de Mayo
cuando «el que te dije» salía al balcón.
Tanto cambió todo que el sol de la infancia
de golpe y porrazo se nos alunó.

Te acordás hermana qué tiempos de seca
cuando un pobre peso daba un estirón
y al pagarnos toda una edad de rabonas
valía más vida que un millón de hoy.

Te acordás hermana que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció:
era de Hiroshima donde tantas chicas
tenían quince años como vos y yo.

Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó.
Ya no compartimos el mismo tranvía,
sólo nos reúne la buena de Dios.

Serenata para la tierra de uno

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

© Leedor.com / Agensur.info


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