sábado, 3 de diciembre de 2016

ADN PRO: retiros espirituales y consejos de Macri


Por  Giselle Rumeau

Mauricio Macri es un hombre de creencias flexibles. El psicoanálisis, el budismo, la mística y hasta el pensamiento mágico -que lo llevó a realizar una “limpieza energética” de la mala vibra dejada por Cristina Kirchner en la Quinta de Olivos- forman parte de su credo extrañísimo para conjurar la ansiedad y sostener su bienestar y salud mental. O en palabras del Presidente, “para saber quién sos, mantener el eje, reconocer los defectos, tener autocrítica”.

Pero la cosa no termina en su persona. Si ese combo se une con el management empresarial, el marketing, la devoción por las encuestas y la militancia digital, el resultado es un partido político atípico llamado PRO, que llegó al poder tras años de gobiernos peronistas y radicales, corruptos o ineficientes.

Los llamados “retiros espirituales”, como la reunión de ministros que arrancó ayer y seguirá hoy en la residencia veraniega de Chapadmalal -para evaluar el primer año de gestión y fijar la estrategia del 2017- son una de las patas de ese ADN macrista.

La idea de esos retiros tiene su historia. Es una práctica que Macri viene aplicando desde que llegó al palacio comunal en 2007 y que arrastra de su paso por la gestión privada. Se trata de encuentros destinados a unificar el discurso, motivar a la tropa y hacer balances de gestión, más propias del management corporativo que de la función pública. Bajo la orden de mantener los celulares apagados, los funcionarios deben trabajar para afianzar lazos y potenciar el trabajo en equipo. No es todo. En esos encuentros, que antes de llegar a la Casa Rosada Macri hacía en distintos countries o estancias bonaerenses, se pone especial énfasis en la política comunicacional del Gobierno. Y se baja línea sobre lo que prredica el asesor Jaime Duran Barba como palabra santa.

El gurú del PRO suele repetir que la política no le interesa a nadie, salvo a los políticos, y que el amor, los niños y los perros generan más votos que los candidatos. Su  teoría deja la gestión para los técnicos y la política para las redes sociales.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, es uno de los principales ejecutores de sus estrategias. Y Macri no duda en aprobarlas. El problema es que por combatir la política tradicional muchas veces el Gobierno termina olvidándose de hacer política. Esto es, desarrollar una visión a largo plazo, cubrir los flancos débiles, y cerrar acuerdos con propios y ajenos, dentro y fuera del Congreso. En especial, teniendo en cuenta que el macrismo carece de mayorías. La crisis por el tarifazo de los servicios públicos o la reciente caída de la reforma política en el Congreso demostró que el marketing y el uso de las redes sociales por sí solos no alcanzan. Y ésa es una de las principales críticas que le hacen algunos funcionarios y socios de Cambiemos como Elisa Carrió o Ernesto Sanz. Precisamente, la cumbre se desarrolla en medio de una interna que desde hace meses aflora de manera solapada en Balcarce 50 pero que el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, acaba de dejar en carne viva, al pedir la incorporación de peronistas  al Gabinete y cuestionar a Durán Barba. Se trata del debate entre la política territorial vs. política de marketing, que auspicia más batallas dentro de Cambiemos.

Clases de liderazgo

La capacitación no tradicional en el PRO arrancó en 2007 para afianzar su estrategia de diferenciación de los partidos mayoritarios. Eran tiempos de preocupaciones livianas y los retiros espirituales solían ser más informales. Aún no había asumido pero, como jefe de Gobierno porteño electo, Macri reunió a su tropa por primera vez durante dos días en una estancia de General Rodríguez para elaborar una agenda de prioridades. Aquella vez, la nota la dió la entonces vicejefa electa Gabriela Michetti, quien con su guitarra obligó a sus compañeros a cantar los temas de Sui Géneris.

En 2008, Macri optó por las clases de liderazgo y la superación en crisis. Y el elegido para aconsejar al Gabinete porteño ampliado fue Fernando Parrado, ex rugbier uruguayo y uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de Los Andes, en la que murieron 29 pasajeros e inspiró la película ¡Viven! En el teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, y ante unas 300 personas, Parrado les dijo que se salvó de morir congelado por tomar la decisión de caminar. “Lo mejor es actuar y decidir. Uno se puede equivocar pero lo peor es no decidir nunca”, repitió como un mantra a pura emoción.

Hubo una cumbre más polémica. Fue en 2009, cuando Macri apareció en el mismo teatro con el periodista Ari Paluch, su amigo y autor de Combustible Espiritual, libro promocionado como “un camino de sabiduría aplicada a la vida cotidiana”. Los funcionarios quedaron con la boca abierta al escucharlo hablar y dar pautas sobre la filosofía de trabajo.

Otros gurúes espirituales con los que Macri se presentó de sorpresa ante su tropa fueron el filósofo Alejandro Rozitchner; el emprendedor y ahora ministro de Modernización porteño, Andy Freire, y Javier Mascherano, el emblema de la Selección, quien a 20 días de los comicios presidenciales de 2015, les habló de predicar con el ejemplo y le dio al PRO una mano con la campaña.

Libros de cabecera

Además de las clases de liderazgo, Macri suele apelar a otras estrategias para motivar a su tropa. A mediados del año pasado, cuando la posibilidad de llegar a la Casa Rosada era sólo un sueño brillante, el mandatario llegó a la reunión de Gabinete porteño cargado con varios ejemplares de su libro favorito. A cada uno de sus ministros le regaló La sonrisa de Mandela, biografía sobre el ex presidente de Sudáfrica escrita por el británico John Carlin. Lo hizo con un recomendación que sonó a orden: “Léanla. Eso es lo que quiero que hagamos si somos Gobierno”, les dijo.

Algo similar había hecho en 2007 con los legisladores y diputados nacionales. Los invitó a almorzar al restaurante Federico y les obsequió a cada uno su, por entonces, manual de cabecera. También fue un gesto con sabor a advertencia. Se trataba del best seller Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen Covey, en el que se dan “lecciones magistrales para el cambio personal”, según se lee impreso en su portada. Entre risas, los legisladores leyeron el primer hábito que debían cumplir: ser proactivo, frase que quedó en la sangre macrista.

A esta altura, nadie niega que la metodología aplicada por el PRO desde su génesis -sean retiros, clases de liderazgo, superación en crisis, libros de autoayuda o management empresarial- muestra la preocupación y buena voluntad del Presidente por hacer una gestión eficiente. La duda sigue siendo la misma: si los exitosos consejos aplicables a una empresa son efectivos en el ámbito del Gobierno y si los problemas de la política pueden resolverse efectivamente sin aplicar la política.

© El Cronista

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