lunes, 4 de abril de 2016

Dividir, cooptar, neutralizar

El macrismo sacó al peronismo de la calle y al kirchnerismo 
del sistema político.

Por Martín Rodríguez

El 15 de marzo a las 18 horas en el Hotel “Four Seasons”, la empresa Megainver de Miguel Kiguel, organizó el seminario anual de inversores. Expuso el propio Kiguel y un invitado especial como analista, el periodista Marcelo Longobardi. En ese marco de medianos inversores, Kiguel realizó observaciones previsibles porque “casi” pertenece al equipo económico, sobre todo, en su cercanía a Alfonso Prat Gay.

Preocupación más importante: la inflación. Dijo que el promedio de los últimos nueve años fue de 1.9% mensual. Cree que bajar del 4 último al 1.9 es relativamente fácil o posible pero se mostró preocupado con este número de inflación estructural del 1.9/2% y sobre cómo disminuirla. Es decir: se mostró confiado de volver a la inflación kirchnerista. Cuando le tocó a Longobardi, el líder de la mañana radial se colocó en una postura cercana a Macri, algo que no podría cargar sorpresas. Y si bien hasta ese momento no lo había reporteado, como ocurrió hace pocas semanas, dejó entender que “hablan mucho”. “Macri se comunica vía whatsapp”, dice Longobardi, y lo dice porque si te cuentan la forma te cuentan el fondo. Whatsappea con muchos periodistas “mientras hace gimnasia”, precisa más. Y dice que Macri, Marcos Peña y Durán Barba consumen encuestas y estudios de opinión, y compara: “muchas más que Duhalde”, otro conocido adicto a las encuestas.

“¿Y el peronismo?” Esa pregunta obsesiona a la clase empresarial que le desconfiaba a Macri su capacidad de gobierno. Para el periodista “Macri vino a dividir, cooptar y neutralizar al peronismo”. Sin embargo advierte un riesgo ante la tribuna: “voy a ser políticamente incorrecto y un tanto maquiavélico: yo creo que Bonadío no debe procesar a CKF por el dólar futuro, es una causa débil sobre ella, en la que se va a victimizar, sacar gente a la calle, embarullar… No es un buen escenario para el Presidente. ¿Para qué le sirve?”. Ese subrayado “incorrecto” supone un temor obvio y una certeza: que conviertan a la presidenta en una “perseguida política” y asumir que Macri maneja la justicia. Porque sabe que existe el kirchnerismo: esa identidad que quieren dar por muerta y que se podría abreviar como la nueva generación que pudo saludablemente elegir “equivocarse” con Cristina antes que “acertar” con Magnetto. ¿Se trata de matar al kirchnerismo para matar en realidad al peronismo, y con él, cualquier variante reformista contraria a las convenciones políticas del siglo 21?

Antes de las elecciones generales del año pasado, Eduardo Fidanza (Poliarquía) escribió en La Nación un texto llamado “El peronismo ante su propio ajuste”. Ahí apuntó que “los estudios de opinión muestran un hecho irrevocable: la identificación social con el peronismo es minoritaria”, como la identificación general con todas las fuerzas políticas. Fidanza califica al peronismo como “un suceso electoral antes que emocional”. “El amor al peronismo es una víctima de la época.” El artículo se publicó el 22 de agosto pasado. Y usó las cifras de Poliarquía de fines de 2014 en las que exponen que sólo el 25% de los argentinos se declara identificado con algún partido político (un 7% con el PJ y un 5% con el kirchnerismo). “Eso significa que apenas el 12% del total de la población simpatiza con el peronismo, en sus dos expresiones principales”, remató. La teoría duranbarbiana del “nuevo elector” hecha números.

La derrota en la provincia de Buenos Aires concibió un peronismo estructuralmente partido en fragmentos que más o menos se puede resumir en estos bloques: los intendentes del Conurbano con su sistema volátil de lealtades y los gobernadores peronistas dependientes del fisco bonaerense y nacional, el massismo White trash que se llevó un 20% del FPV y el kirchnerismo en ese juego de ocupación del espacio público pero creciente marginalidad en el sistema político. Estos fragmentos no hacen sistema. Como escribió el pintor Daniel Santoro (un peronista lúcido): “demasiado tarde para el PJ y demasiado pronto para la unidad”. El macrismo sacó al peronismo de la calle y al kirchnerismo del sistema político, aunque sus minorías intensas hacen ruido en la calle. Y todo ocurre en un contexto ripioso para el gobierno: comienza a conocerse el impacto social de sus medidas económicas (sus Pobres 0 km, más que su Pobreza 0). Y obviamente eso coloca a todo el kirchnerismo procesado más cerca de Comodoro Py porque para el nuevo gobierno si se apaga la economía, se enciende Bonadío. El mecanismo parece obvio y ofrece el costado torpe de dos visiones que subestiman una sociedad que no podría distinguir sus sufrimientos (sus temores económicos) de sus preocupaciones públicas (la corrupción, una de ellas).

Los populistas de clase media creen que la corrupción sólo le importa a la otra mitad reaccionaria de su propia clase y los republicanos creen que si ofrecen carne de corruptos la sociedad puede saciar su sed de economía gozando la prisión de los que se la llevaron en pala. Un remisero de Morón me dijo hace pocos días tres cosas: que Clarín no se puede leer porque miente, que hubo demasiada corrupción en el anterior gobierno y que Macri no tiene un proyecto económico. Chupate esa mandarina. El macrismo tiene a Nicolás Caputo & Cía de pronta incorporación a la lengua de este sabio ciudadano. El riesgo de repetir el sistema político de los años 90 está latente: de un lado “la política”, del otro lado “lo social”. La cifra de despedidos en la construcción alcanza a 60 mil en lo que va del año.

Macrismo y poder local

Un ejemplo del método de dividir es la ruptura de De la Torre (San Miguel) con Massa. Su deserción puede atribuirse a dos razones íntimamente ligadas: por un lado, una serie de destratos sufridos en los últimos tiempos por la conducción massista, y por el otro, como dijo el joven periodista Agustín Cesio, “la constatación de que el poder propio le bastaba para plantarse como interlocutor”. ¿Qué significa lo primero? De la Torre tuvo siempre expectativas que fueron frustradas por el líder del Frente Renovador. La primera de ellas fue la posibilidad de la vicegobernación. Fue conocido el ofrecimiento de Vidal a De la Torre para acompañarlo en la boleta que destronó al peronismo de la PBA. ¿Por qué no lo aceptó? Massa le bajó el pulgar. Todo se dice ahora: que el problema es la familia de Massa (Los Galmarini), que está tentado por Urtubey aunque no se sabe qué hará Urtubey o que se siente identificado con el PRO (“el vínculo fluido con Federico Salvai”, ministro y operador de Vidal). Es vox populi en el HCD de San Miguel que las gestiones para acercar a la concejala Estela Repetto al bloque Justicialista de Bossio y Urtubey fueron hechas por el intendente. Síntesis: el gobierno divide, coopta o neutraliza a todos los peronismos.

¿Existe aún el clivaje kirchnerismo - anti kirchnerismo? En las narrativas macristas y kirchneristas sí. Pero en el sistema político ya no. En el sistema político hay macrismo, terminando la digestión del radicalismo, y peronismo(s). Los votos de Pichetto en el Senado demuestran un poder peronista bajo la inversión del vandorismo: negociar con el gobierno para golpear al kirchnerismo. Simultáneo a ese voto, el mismo día, el campo opositor mantuvo una reunión con todo el campo sindical (Moyano, Recalde, Massa, Micheli, Yasky, Caló, Stolbizer, Binner o Barrionuevo). El peronismo en este momento es más fuerte cuando se muestra diverso que cuando se muestra unido. ¿O acaso el mediático sin votos, Guillermo Moreno, va a lograr la unidad?, ¿Insfrán o Gioja en nombre de ese tigre de papel llamado “los gobernadores peronistas” van a lograr la unidad?, ¿el cristinismo, esa máquina de perder poder, va a tener imaginación política esta vez (fuera del poder) para representar “a todos”?

Macri por talento y/o casualidad instaló la negociación con el viejo movimiento en su escenario ideal: una vez en el poder, no antes, no para alcanzarlo, sino en la cima, seleccionando interlocutores. Baja las retenciones a la minería con los gobernadores mineros al lado, y usa sus votos para desinhibir el desendeudamiento generalizado, por ejemplo. Pero esa es una parte del león. Ellos, como él, no quieren cobrar la plata en impuestos, la quieren “pedir”. No hay una típica crisis argentina para disciplinar, pero tampoco hay un mango. Ahora el polémico Observatorio Social de la UCA es parejito y dice lo que alternativamente nadie quiere oír: que hay mucha pobreza en la Argentina. Que había bastante con Cristina, y que ahora ya hay más. Y la política del PRO tiene su corazón en dividir, cooptar o matar un peronismo (“corrupto, horrible, cachivache”) que siempre puede volver porque vuelve por la razón de su vida: representar a los que sufren.

© LPO

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