La ruptura en
Diputados es la primera señal de un cambio
en el sistema político que rigió el
peronismo.
Por Ignacio Fidanza |
La lectura inicial podría interpretar la ruptura del bloque
de diputados kirchneristas, como el oportunismo de algunos sectores del
peronismo para crear una franquicia que les permita negociar directamente con
el poder central.
Esa lectura es correcta, pero se pierde lo esencial: Se
trata del primer desprendimiento fuerte que sufre el continente de poder que
Cristina Kirchner edificó para su temporada en el llano.
Cuatro gobernadores y cinco sindicatos de peso apoyaron el
alzamiento. Lo hicieron con la prudencia de aquel que moja los dedos en la
orilla del mar. Pero lo hicieron.
Puede ser el inicio de un desmoronamiento mayor o una más de
las algaradas que la ex presidenta supo capear.
Mauricio Macri es un beneficiario directo en el corto plazo
de la ruptura, en su objetivo de alcanzar con aliados quórum en la cámara baja,
por eso la operación se consumó antes del inicio de las sesiones ordinarias.
Pero la torpeza del ala determinante de su Gabinete casi hace naufragar la
ruptura.
El decreto que duplicó la coparticipación de la Ciudad puso
en crisis la delicada operación política que llevaban adelante un grupo de
gobernadores peronistas, en diálogo con el presidente de la Cámara de
Diputados, Emilio Monzó y con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. En un
diálogo complejo que incluyó a Sergio Massa.
Frigerio, Monzó, Prat Gay, son los pilares incipientes de un
gabinete que no termina de asentarse y por eso mismo sufren las intrigas de
algunos consejeros del entorno más cercano al Presidente.
Hasta el fatídico decreto que enardeció a los gobernadores
peronistas, el piso de la ruptura era de 22 diputados y punteos razonables lo
estiraban a 40. Macri, siguiendo a los mismos consejeros que le dijeron que
saltee al Senado y nombre jueces de la Corte Suprema por decreto, les complicó
la faena y el discurso.
Lo que convoca es la construcción de un peronismo racional y
superador al camporismo, que vaya edificando una alternativa a Macri, pero sin
caer en una oposición cerril. Con sus decretos, Macri les hizo pagar un costo
por momentos insoportable para justificar la apuesta por un peronismo moderado.
“Tenes que explicarle a tu jefe que nos hizo perder más de
diez diputados”, le avisaron a Monzó, en las horas críticas posteriores al
decreto de la coparticipación. Frigerio que venía tejiendo con paciencia de
Buda, se cruzó feo con Marcos Peña, un abanderado de la estrategia bipolar que
cabalga Macri: Blando con la sociedad, implacable con el poder.
El fondo
Sin embargo, el proceso en curso excede al Gobierno y sus
desinteligencias. Lo que entró en crisis fue un sistema de conducción del
peronismo que se extendió por doce años, pero se agudizó desde la muerte de
Néstor Kirchner. El unicato de la imposición de las decisiones que tomaban los
Kirchner en soledad.
Es verdad que por ahora la insurgencia se limita a un polo
modesto, pero significativo. Una cabecera de playa que ya impactó en el
interior del kirchnerismo duro, donde todos aquellos que siguen a Cristina pero
resisten a La Cámpora encontraron lo que buscaban a hace años: Una alternativa
plausible para esgrimir al menos como amenaza, si la ex Presidenta acentúa su
opción por los amigos de su hijo.
Se trata del segundo capítulo de una transición que comenzó
con la elección a disgusto de Daniel Scioli como candidato, la entronización de
Héctor Recalde como jefe de bloque luego que fracasara la idea inicial de
seguir con Juliana di Tulio y que se profundizará si José Luis Gioja es electo
presidente del PJ.
Las señales del declive cristinista en el peronismo están a
la vista para quien quiera verlas. El retroceso no tiene la intensidad ni el
dramatismo que seguramente desearían los ultras del antikirchnerismo, pero la
tendencia es evidente, mientras transita el corsi e ricorsi propio de la
política.
El vacío de este deslizamiento es obvio: la ausencia
(¿temporal?) de un liderazgo alternativo al de Cristina. Pero creer que esa
ausencia, convierte al proceso en una variable dependiente de los intereses del
Gobierno de Macri, es acaso subestimar la capacidad del peronismo de
reinventarse.
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