Por Julio César Negro |
Cumplí 18 años en septiembre de 1983, esto significa que
comenzaba mi vida cívica con el arribo de la democracia en el país, tuve la
oportunidad de vivir el liderazgo de Raúl Alfonsín en primera persona, no me lo
contó nadie. No participé en política activamente hasta 1987, esa semana santa
en la cual los mandos militares quisieron recordarle al presidente que, si bien
habían entregado parte del poder en diciembre de 1983, todavía conservaban
parte del mismo y eran capaces de ejercerlo para amotinarse contra el poder
civil. Este hecho me movió a acercarme al Partido Radical y una vez que me
comprometí no pude dejar nunca esta pasión.
Tal como muchos de mi generación, me acerqué al radicalismo
porque era el partido de Raúl Alfonsín pero luego aprendí lo que era el
partido, su historia y sus principios y me comprometí con la "causa"
de la libertad, la "causa" de la democracia y la "causa" de
los derechos humanos y me quedé a pelear por eso; me quedé cuando llegaron los
90 y ser radical implicaba poco más que ser un loco con certificado de buena
salud mental.
Estos tiempos turbulentos me hicieron recordar algunas de
mis vivencias en el radicalismo, cuando vi a muchos militantes comprometidos
casi enajenados defender en forma prácticamente irracional a su líder recordé
que nosotros también habíamos endiosado a nuestro líder y aunque hoy la
sociedad nos hable de lo maravilloso que fue don Raúl yo recuerdo cuando no
dejaban de insultarlo y denostarlo. Tuvo que pasar algún tiempo, tuvieron que
ver que no se quedó con ningún vuelto, para creerle que no era corrupto. El
símbolo de la corrupción de la época eran los "pollos de Mazzorín",
escándalo que con el tiempo quedó demostrado que solo fue una mala decisión de
gobierno pero no un acto de corrupción. En el momento valía todo y los seres
más corruptos de la tierra eran el canciller Caputo, el Chacho Jaroslavsky y,
por supuesto, el "Coti" Nosiglia.
Desde la militancia los defendíamos a todos; discutíamos
todo acto de gobierno pero lo bancábamos a morir y nos dolió, si nos dolió
cuando el país se incendió en 1989; nos dolió la hiperinflación, nos dolió
cuando comenzaron los saqueos y desmanes alentados desde la oposición que había
ganado las elecciones, nos dolió cuando nuestro líder tuvo que agachar la
cabeza porque el presidente electo dijo que esperaba un "gesto" de él
y nos dolió aún más que después salga a decir que le tiraron de prepo el
gobierno seis meses antes. Nos dolió ese 9 de Julio de 1989 celebrar nuestra
Independencia con la cabeza gacha.
En este escenario, muchos de nosotros teníamos "puntada
la cara" y hubiéramos hecho casi cualquier cosa, en este escenario nuestro
líder, quien podía encender un fósforo e incendiar todo, nos enfrió, nuestro
líder nos llamó a la calma y a respetar el mandato popular, la Unión Cívica
Radical facilitó la aprobación de todas las leyes que mandó el Presidente hasta
que asumieran los legisladores electos con él.
Repito lo dicho, la historia luego reivindicó a Raúl
Alfonsín pero en ese tiempo el único que bajó los decibeles de la disputa, el
único que puso paños fríos por el bien del país fue el "gallego".
Él tenía el destino de mucha gente en sus manos y lo sabía;
actuó responsablemente y no mandó a "quemar las naves", el país era
más importante que cualquier pelea política, era un patriota, era un estadista,
le puso la banda a su sucesor electo por el voto popular.
Hoy, cuando quien se va del poder hace lo posible para minar
el mandato de quien viene, más se nota la grandeza de quien, hace casi 25 años
nos dio lecciones de democracia, nos dio lecciones de república que aún debemos
aprender.
© Agensur.info
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