lunes, 28 de diciembre de 2015

CRÓNICA DE UNA SEMANA AGITADA

Por J. Valeriano Colque (*)
Entre el lunes 14 y el viernes 18, el nuevo Gobierno nacional provocó el primer golpe de timón sobre la economía.

Fueron, en esencia, medidas que habían sido esbozadas durante la campaña electoral y que, entiende el Gobierno, tenían que ponerse en marcha lo antes posible por una simple razón: más allá del grado de distorsión de la economía, la luna de miel será mucho más corta que los tradicionales 100 días.

Retenciones. La saga arrancó en la localidad bonaerense de Pergamino y con tribuna de productores para aplaudir la eliminación de las retenciones agropecuarias, a excepción de la soja, que sólo cedió cinco puntos.

Horas más tarde, ante los empresarios aglutinados en la Unión Industrial Argentina (UIA), el presidente Mauricio Macri copió y pegó el anuncio y borró los derechos de exportación a las industrias.

También desaparecen las declaraciones juradas anticipadas para importar, se eliminan los regímenes de información y se pone en marcha un sistema de monitoreo sólo sobre mil posiciones arancelarias.

Sin cepo. Luego vino el fin del cepo cambiario, después de más de cuatro años de operaciones restringidas. La compra y venta de divisas quedó liberada, con un límite de dos millones de dólares mensuales, el mismo que existía previo al cepo.

La medida barrió la instancia de validación de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) y los recargos del 20 y 35 % que tenían el dólar ahorro y el dólar turista, respectivamente.

Como nuevos parámetros, hay un límite de 500 dólares mensuales para adquirir con efectivo (hacia arriba tiene que ser con el respaldo de una cuenta bancaria) y el equivalente a 2.500 dólares por mes para ventas por cobrar con pesos.

En tanto, hay una retención de 5 % para compras de paquetes turísticos o traslados al exterior si se pagan en efectivo.

Refuerzo de reservas. Es el músculo con el que el Gobierno golpeará cualquier movimiento violento que presione al dólar más allá del nuevo nivel de equilibrio esperado.

Se obtuvieron 3.100 millones de dólares por la conversión de yuanes del swap con China, se gestionan 5.000 millones con bancos extranjeros y el sector agroexportador se comprometió a liquidar 400 millones de dólares diarios en tres semanas.

La devaluación. La eliminación del cepo trajo aparejada una apuesta de riesgo a una flotación del tipo de cambio que el Banco Central vigilará para que ronde los 14 pesos. Las 48 horas posteriores a esa medida fueron celebradas por el equipo económico que encabeza Alfonso Prat Gay, aunque la rueda recién empieza a girar.

El aumento del 40 % en el tipo de cambio tiene como contracara una devaluación, que es la fase más sensible por el temor del traslado a precios.

Tasas más altas. El Banco Central liberó las tasas de interés para préstamos y depósitos. Eso impactó en los plazos fijos. Las entidades oficiales pagan alrededor de 28 % anual, mientras que las privadas ofrecen más de 30 % para depósitos a 30 días.

De todos modos, se especula con que ese termómetro seguiría subiendo, ya que la referencia más cercana fue la última colocación de Letras (Lebac) del Banco Central, que convalidó tasas de 38 % a corto plazo. En el caso de los créditos, aumentó el costo del endeudamiento.

Dólar futuro. Tras una ardua negociación, se acordó repactar los precios de los contratos vendidos a través del Rofex (el mercado de Rosario) y de recomprarles las posiciones a los bancos que habían operado en el Mercado Abierto Electrónico (MAE). Las operaciones se normalizaron después de un mes de suspensión, tras la demanda judicial contra el expresidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, por ventas a un precio inferior al del mercado. Se calcula que el Banco Central tendrá que desembolsar unos 40.000 millones de pesos.

Ganancias. Se oficializó la eximición del Impuesto a las Ganancias al medio aguinaldo de los trabajadores formales que cobran por debajo de 30 mil pesos brutos.

El “Rodrigazo”

Las devaluaciones bruscas, los cambios de rumbo económico o las crisis que dejan al país patas para arriba durante un tiempo acompañan a los argentinos desde el nacimiento de la Nación. Pero, en la memoria colectiva viene pegada una estampilla con nombre propio: “Rodrigazo”.

La carátula se origina en el apellido del ministro de Economía que, de un día para el otro, pegó la trompada más dura a una sociedad que, a la par de la crisis económica, que evaporaba los salarios, sufría por la escalada de la violencia política, cargada de asesinatos a tiros o a bombazos.

Celestino Rodrigo asumió la cartera económica el 2 de junio de 1975. Llegó de la mano de José López Rega, el verdadero poder detrás de la presidente María Estela Martínez de Perón (Isabelita). “El Brujo” o “Lopecito”, como se conocía al ministro de Bienestar Social, y su ladero de Economía saldrían eyectados al poco tiempo, pero los argentinos sufrirían por generaciones el impacto de las medidas implementadas desde el 4 de junio de 1975.

Ese día, de un plumazo, se devaluó el dólar comercial un 160 % (de 10 a 26 pesos), el financiero un 100 % (de 15 a 30) pesos y se puso en vigencia un dólar turista que costaba 45 pesos. Mientras el hongo atómico de semejante devaluación comenzaba a elevarse, las tarifas y los precios explotaron.

En los primeros días después de la megadevaluación, Rodrigo impuso un incremento en el precio de la nafta del 180 % y elevó la tarifa eléctrica, entre otras, en un 75 %. Rodrigo aguantó en el cargo apenas 49 días y López Rega hasta fines de año, pero la inflación llegó al insólito 777 % anual.

De un día para el otro, miles de argentinos pasaron de la clase media a la baja o tuvieron que vender parte de sus bienes para pagar deudas o simplemente sobrevivir ante una escalada de precios de la canasta básica que se hacía imposible de solventar. Fue el paso previo a la llegada del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y la implementación del plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz, que terminó por desarmar el aparato productivo.

El contexto de 1975, especialmente en cuanto a los números, era muy distinto al de nuestros días. Con alrededor de 25 millones de habitantes, la Argentina tenía apenas el 3,2 % de desocupación (el Estado era el gran empleador), reservas que rondaban los 700 millones de dólares y una deuda externa de unos 10 mil millones de dólares.

Antes del Rodrigazo, había fracasado el acuerdo de precios y salarios impulsado por José Ber Gelbard, un ministro que llegó apoyado por la izquierda peronista e intentó el respaldo comercial de los países del bloque soviético y de China.

Rodrigo murió en 1987, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín afrontaba una de las tantas crisis económicas. Hasta el último día siguió defendiendo sus medidas y culpando a los sindicatos de no haber logrado el objetivo.

(*) Economista

© Agensur.info

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