Por J. Valeriano Colque (*) |
Entre el lunes 14 y el viernes 18, el nuevo Gobierno
nacional provocó el primer golpe de timón sobre la economía.
Fueron, en esencia, medidas que habían sido esbozadas
durante la campaña electoral y que, entiende el Gobierno, tenían que ponerse en
marcha lo antes posible por una simple razón: más allá del grado de distorsión
de la economía, la luna de miel será mucho más corta que los tradicionales 100
días.
Retenciones. La
saga arrancó en la localidad bonaerense de Pergamino y con tribuna de
productores para aplaudir la eliminación de las retenciones agropecuarias, a
excepción de la soja, que sólo cedió cinco puntos.
Horas más tarde, ante los empresarios aglutinados en la
Unión Industrial Argentina (UIA), el presidente Mauricio Macri copió y pegó el
anuncio y borró los derechos de exportación a las industrias.
También desaparecen las declaraciones juradas anticipadas para
importar, se eliminan los regímenes de información y se pone en marcha un
sistema de monitoreo sólo sobre mil posiciones arancelarias.
Sin cepo. Luego
vino el fin del cepo cambiario, después de más de cuatro años de operaciones
restringidas. La compra y venta de divisas quedó liberada, con un límite de dos
millones de dólares mensuales, el mismo que existía previo al cepo.
La medida barrió la instancia de validación de la
Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) y los recargos del 20 y 35 %
que tenían el dólar ahorro y el dólar turista, respectivamente.
Como nuevos parámetros, hay un límite de 500 dólares
mensuales para adquirir con efectivo (hacia arriba tiene que ser con el
respaldo de una cuenta bancaria) y el equivalente a 2.500 dólares por mes para
ventas por cobrar con pesos.
En tanto, hay una retención de 5 % para compras de paquetes
turísticos o traslados al exterior si se pagan en efectivo.
Refuerzo de reservas.
Es el músculo con el que el Gobierno golpeará cualquier movimiento violento que
presione al dólar más allá del nuevo nivel de equilibrio esperado.
Se obtuvieron 3.100 millones de dólares por la conversión de
yuanes del swap con China, se gestionan 5.000 millones con bancos extranjeros y
el sector agroexportador se comprometió a liquidar 400 millones de dólares
diarios en tres semanas.
La devaluación.
La eliminación del cepo trajo aparejada una apuesta de riesgo a una flotación
del tipo de cambio que el Banco Central vigilará para que ronde los 14 pesos.
Las 48 horas posteriores a esa medida fueron celebradas por el equipo económico
que encabeza Alfonso Prat Gay, aunque la rueda recién empieza a girar.
El aumento del 40 % en el tipo de cambio tiene como
contracara una devaluación, que es la fase más sensible por el temor del
traslado a precios.
Tasas más altas.
El Banco Central liberó las tasas de interés para préstamos y depósitos. Eso
impactó en los plazos fijos. Las entidades oficiales pagan alrededor de 28 %
anual, mientras que las privadas ofrecen más de 30 % para depósitos a 30 días.
De todos modos, se especula con que ese termómetro seguiría
subiendo, ya que la referencia más cercana fue la última colocación de Letras
(Lebac) del Banco Central, que convalidó tasas de 38 % a corto plazo. En el
caso de los créditos, aumentó el costo del endeudamiento.
Dólar futuro.
Tras una ardua negociación, se acordó repactar los precios de los contratos
vendidos a través del Rofex (el mercado de Rosario) y de recomprarles las
posiciones a los bancos que habían operado en el Mercado Abierto Electrónico
(MAE). Las operaciones se normalizaron después de un mes de suspensión, tras la
demanda judicial contra el expresidente del Banco Central, Alejandro Vanoli,
por ventas a un precio inferior al del mercado. Se calcula que el Banco Central
tendrá que desembolsar unos 40.000 millones de pesos.
Ganancias. Se
oficializó la eximición del Impuesto a las Ganancias al medio aguinaldo de los
trabajadores formales que cobran por debajo de 30 mil pesos brutos.
El “Rodrigazo”
Las devaluaciones bruscas, los cambios de rumbo económico o
las crisis que dejan al país patas para arriba durante un tiempo acompañan a
los argentinos desde el nacimiento de la Nación. Pero, en la memoria colectiva
viene pegada una estampilla con nombre propio: “Rodrigazo”.
La carátula se origina en el apellido del ministro de
Economía que, de un día para el otro, pegó la trompada más dura a una sociedad
que, a la par de la crisis económica, que evaporaba los salarios, sufría por la
escalada de la violencia política, cargada de asesinatos a tiros o a bombazos.
Celestino Rodrigo asumió la cartera económica el 2 de junio
de 1975. Llegó de la mano de José López Rega, el verdadero poder detrás de la
presidente María Estela Martínez de Perón (Isabelita). “El Brujo” o “Lopecito”,
como se conocía al ministro de Bienestar Social, y su ladero de Economía
saldrían eyectados al poco tiempo, pero los argentinos sufrirían por
generaciones el impacto de las medidas implementadas desde el 4 de junio de
1975.
Ese día, de un plumazo, se devaluó el dólar comercial un 160
% (de 10 a 26 pesos), el financiero un 100 % (de 15 a 30) pesos y se puso en
vigencia un dólar turista que costaba 45 pesos. Mientras el hongo atómico de
semejante devaluación comenzaba a elevarse, las tarifas y los precios
explotaron.
En los primeros días después de la megadevaluación, Rodrigo
impuso un incremento en el precio de la nafta del 180 % y elevó la tarifa
eléctrica, entre otras, en un 75 %. Rodrigo aguantó en el cargo apenas 49 días
y López Rega hasta fines de año, pero la inflación llegó al insólito 777 %
anual.
De un día para el otro, miles de argentinos pasaron de la
clase media a la baja o tuvieron que vender parte de sus bienes para pagar
deudas o simplemente sobrevivir ante una escalada de precios de la canasta
básica que se hacía imposible de solventar. Fue el paso previo a la llegada del
golpe militar del 24 de marzo de 1976 y la implementación del plan económico de
José Alfredo Martínez de Hoz, que terminó por desarmar el aparato productivo.
El contexto de 1975, especialmente en cuanto a los números,
era muy distinto al de nuestros días. Con alrededor de 25 millones de
habitantes, la Argentina tenía apenas el 3,2 % de desocupación (el Estado era
el gran empleador), reservas que rondaban los 700 millones de dólares y una
deuda externa de unos 10 mil millones de dólares.
Antes del Rodrigazo, había fracasado el acuerdo de precios y
salarios impulsado por José Ber Gelbard, un ministro que llegó apoyado por la
izquierda peronista e intentó el respaldo comercial de los países del bloque
soviético y de China.
Rodrigo murió en 1987, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín
afrontaba una de las tantas crisis económicas. Hasta el último día siguió
defendiendo sus medidas y culpando a los sindicatos de no haber logrado el
objetivo.
(*) Economista
© Agensur.info
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