miércoles, 21 de octubre de 2015

Psicopatía electoral / Con fe, con esperanza, con miedo

Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

Días extraños los que se viven en Argentina. Extraños para los que tienen voluntad de voto y leen algún que otro diario. Fuera del microclima que frecuentamos, el resto del mundo está como siempre: los que no tocan un diario por temor a una alergia extraña, efectúan algún que otro cuestionamiento a la situación económica como si la economía fuera una persona con DNI y no la política de un Gobierno. No todos tienen la obligación de saber y nuestro sistema electoral es tan amplio e inclusivo que hasta los extranjeros que nunca vivieron en Argentina, pueden elegirnos un Presidente.

Es la primera vez desde 1999  –cuando se enfrentaron el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, y el Jefe de Gobierno porteño, Fernando De La Rúa– que los principales contendientes de una presidencial son bien conocidos por el grueso del electorado en base a lo que han hecho o dicen que hicieron. No es que quiera discriminar a nadie, pero entre la ciudad de Buenos Aires y su conurbano bonaerense, viven más de once millones de electores, el 33% del padrón total del país. Si le sumamos la provincia entera, llegamos a casi la mitad del padrón. En esta ocasión, no hace falta que un amigo de un primo que vivió en Santa Cruz nos diga “yo lo conozco a ese candidato, no sabés el desastre que dejó acá”. Ahora, con charlar con algún compañero de trabajo o con cruzar la General Paz –para el lado que quiera, dependiendo de dónde viva– sobra para saber cómo se encuentra el territorio ajeno.

También resulta llamativo cómo las circunstancias colocan a las personas en el lugar que realmente quisieron ocupar. Desde que empezó la campaña electoral, los actos presidenciales tuvieron a Cristina en el rol de animadora de eventos con escenografías de cartón corrugado que a veces aparentan ser hospitales. Antes la veíamos como “la Presidenta” a pesar de que arrancaba el día pasado el mediodía y para poder encontrarla de mañana había que hacer una macumba. Haciendo que laburaba desde la Quinta de Olivos, es la Presidente que menos tiempo utilizó su despacho en la Casa Rosada por día de Gobierno desde que a Agustín Justo le pareció una buena idea demoler el edificio, algo que por suerte frenaron a tiempo. Pero ahí anda la Presi, con el mismo perfil altísimo de siempre pero sin nadie que le dé bola, rogándole a Scioli “que no se pierda lo que hicieron”. [NdelA: Léase “que no se pierda la que hicieron”]

Los militantes, totalmente en otra y sin brújula, pululan por los foros y redes sociales con menos sentido de ubicación que borracho en calesita. O sea, los muchachos oficialistas que cobran dicen que el voto de De Narváez a Scioli es para celebrar. Los muchachos oficialistas que no cobran, preguntan si es para preocuparse o no. No tienen opinión propia, como en todo lo que ha pasado, y piden un GPS para saber si está bien o no que banquen al tipo que Néstor Kirchner quiso meter preso en 2009. Y ahí están los spots del oficialismo mostrando el 10% de las cosas que solían mostrar en elecciones anteriores. Los militantes ya no hacen circular “Los 100 motivos por los que hay que votar al Frente para la Victoria”, ese listado de ciencia ficción con el que nos taladraron con cadenas de mails nuestros compatriotas seguidores del evangelio según Cristina en 2011. Puede que tan sólo se trate de falta de ganas o de ausencia de coordinación, dado que motivos todavía tienen: aún creen en la creación de 5 millones de puestos de trabajo y en el desendeudamiento a pura emisión de bonos.

Como parte del daño cultural que nos lega el kirchnerismo, entre los que no votan al oficialismo hay sectores que necesitarían una endovenosa de tilo, como todos los que salieron a putearme por escribir un texto anecdótico sobre el primer período peronista. No es que no esté acostumbrado al insulto gratuito, pero ya parece un caso de diván: lo que no pudieron decirle al candidato que inaugura monumentos, se lo tiran por la cabeza al que escribe. Y digo daño cultural porque los argumentos nos quedaron bien, pero bien grabados: que hay que tener cuidado con lo que decimos porque somos “formadores de opinión”, que no se puede opinar de determinadas cosas “si no se vivieron”, que no se puede hablar de otras cosas “porque conozco a alguien que le pasó”. El famoso “desde dónde lo decís” utilizado por los prenseros oficialistas desde la TV Pública. Gente, el principio básico de la comunicación dice que se les puede decir en qué pensar, si es que logramos llamar la atención, más nunca decirles cómo pensar. Si no fuera así, no habrían puteado. Una opinión periodística no tuerce una elección. No lo hicieron las investigaciones sobre el choreo sistemático y pornográfico que llevaron a cabo durante doce años y medio, miren si va a influir una opinión.

Para lo que sí sirven las notas y opiniones de las últimas semanas es para realizar un estudio antropológico social sobre lo mal acostumbrados que quedamos. Cual perro golpeado, no pocos empresarios que vivieron, viven y pretenden seguir viviendo de la teta del Estado, salieron a decir que la propuesta de Silvina Batakis como futura mininstro de Economía en caso de que gane Scioli, es “una señal de moderación” de parte del gobernador. Emprebendasarios que sólo tienen como meta para crecer que les cierren las importaciones –sólo las que no les conviene– y que les suban el dólar, prefieren obviar el detalle de que reemplazaría a Axel Kicillof, el elefante con parkinson que circula con un ataque de epilepsia por el bazar de la economía. Cualquiera que venga es moderado con ese parámetro. Es como que llegue el nene con el boletín y nos muestre que se lleva hasta las materias de los compañeros, pero como está acompañado de Vicky Xipolitakis, su performance estudiantil no nos parece catastrófica, sólo “moderada”.

Ahí lo tienen a Ricardo Forster, el intelectual que se suicidó académicamente, afirmando que Scioli se suicidará políticamente si no cumple con el legado de Cris. O a Víctor Ramos, el hijo del colorado Jorge Abelardo, el que bancaba a Menem desde la izquierda, que se puso a dibujar las virtudes de Scioli a un nivel de enamoramiento que no se veía desde que Alberto Fernández se convirtió en la verdadera viuda de Néstor Kirchner. “Es un hombre de paz y diálogo” porque le tocó negociar con los secuestradores de su hermano, sostuvo Ramos sin cagarse de risa, y hasta menciona que Mandela es el referente del gobernador bonaerense. Está claro que Scioli no es un hombre de pelearse, si hasta se dejó insultar por cadena nacional. El tema es que no sabemos si no se pelea por pacifista o porque le da fiaca, como con todo lo demás que debería hacer. Dispuesto a lidiar con el detalle de que Scioli tiene menos política que el canal Gourmet, Ramos sostuvo que una vez alguien escuchó que el papá del motonauta elogió a Perón y, si bien aclaró que Scioli no tuvo formación militante, destacó que bautizó a su lancha “La gran Argentina”, porque ese era el eslogan del General. Y uno que pensaba que se debió a que la lancha era grande y argentina.

Y todavía hay quienes se preguntan si, en ese contexto, un programa propagandístico como 678 podrá sobrevivir en el eventual triunfo de Scioli. Son los travestis más versátiles de la historia del periodismo. Si hubieran estado en la tierra cuando impactó el meteorito de Yucatán, ellos habrían sobrevivido.

Lo curioso es que los sciolistas plantean la independencia del tipo que pedía permiso a la Nación para pagar los aguinaldos de la Provincia, y los kirchneristas que quieren rasquetear algo hablan de continuidad mientras preparan un acto para cerrar la gestión. Esa mezcla de emociones por querer ser y no dejar de ser, de saber que se están tragando un sapo y que no habrá boldo suficiente para digerirlo. Obvio que Scioli es distinto a Cristina: es kirchnerismo sin el respaldo ideológico de Laclau, es cristinismo sin militancia, es menemismo sin expertos, ni dólares. Es distinto, pero no se dan una idea lo igual que es a la hora de colocar a conocidos en el Estado –tiene con cargo de funcionarias a las amigas de una amiga de la testigo de casamiento de la hermana de la cuñada– y ni que hablar de la viveza a la hora de llegar a fin de mes. A tal punto llega su habilidad que todavía no entiendo cómo no le dieron la licenciatura en comercialización –esa con la que firmaba once años antes de recibirse sin que nadie se escandalizara–, sólo por la experiencia y velocidad para acumular propiedades. No así para justificarlas, pero para eso existen los contadores y la ceguera selectiva de la AFIP. La continuidad no está dada por el nombre que encabeza, sino por los vicios, los modus operandi y los que vienen atrás.

Frente a tanto despelote respecto a las ganas que tienen muchos de saber a quien votará cada uno, en una suerte de ejercicio voyeurista en el que no se busca otra cosa que saber a quién putear o aplaudir, cabe aclarar que no es la función de ninguno de nosotros decir a quién hay que entregarle el voto y la opinión es un derecho, no una obligación. En mi caso, siempre adopté una postura crítica a la dirigencia política en general y mi supervivencia intelectual estará garantizada mientras existan políticos. Y libertad de prensa, claro.

En las últimas semanas estuve sin luz y, por ende, sin internet ni agua. Luego volvió la luz, pero me cortaron el agua al día siguiente. Después tenía agua y luz, pero no Internet ni cable. Volvió el cable, se fue internet. Volvió internet, se fue el cable. Volvió internet y el cable, me quedé sin señal en el celular. Propio de un contexto generado por un gobierno burócrata e idiota, todos los prestadores de servicios hicieron los que se les cantó el upite. Nada funciona, algunos ya no tienen ni ganas de reclamar, y nadie la da bola al que lo hace. Como no tenés acceso al crédito, te dejan embarazado a la hora de buscar un alquiler. Después vienen y te recuerda que “no está permitido cobrar tanta comisión”. Y te dejan ahí, empujándote a que le toques el culo a Mike Tyson pero sin el compromiso de bancarte la contraofensiva. Y sólo hablo de las cosas que se transan entre particulares, porque si recuerdo lo que han hecho con la salud, la educación, el hambre, la pobreza y la seguridad, este texto termina en el portal de al lado.

Los asalariados de la Patria perdieron 26% de poder adquisitivo en tan sólo dos años de paritarias por debajo de la inflación real, y recientemente alcanzamos el récord internacional de mayor presión tributaria. Al fin un primer puesto, luego de años de quedar relegados por Venezuela en el pináculo de la inflación internacional. Y encima nos quieren asustar con que “si no ganan ellos se viene el ajuste”. ¿Soy acaso el único boludo que percibe que asustar con que otros quieren ajustar es reconocer que es una alternativa? ¿Quién se va a poner a dieta si está flaco?. Si la alternativa es el ajuste quiere decir que la opción que llevan adelante es la de liquidar lo que queda o ajustar sin que se note, como vienen haciendo hasta ahora. No alcanzaron los impuestos, fueron por el consumo. Bajaron los dólares, emitieron. Se disparó la inflación, dejaron el dólar barato. Se acabaron los verdes y la inversión extranjera, freezaron la venta y empezaron a emitir deuda con la misma velocidad que Jaime se hizo millonario. Son el cupo de discapacitados de la gestión pragmática y pretenden meter miedo. Claro que tengo miedo, si siento que estoy sentado en un barril de trotil  y que, para variar, los daños de la joda que les financiamos, también la vamos a garpar nosotros. Y el que crea que Scioli garantiza la gobernabilidad, busquen en Google para recordar qué pasó hace dos años, cuando el kirchnerismo duro le prendió fuego la provincia. Pero ahí están, pidiendo el voto bíblico: con fe, con esperanza y con miedo.

Por mí, voten a quien se les cante. Con los números como están dados, cualquier cosa que nos toque será para no pasarla bien. Lo único que tengo claro es que no todo es igual, que no todo da lo mismo y que, a veces y sólo para joder, está bueno tener rostros nuevos a los que putear. Habrá problemas mayores o menores, como cuando uno se muda de edificio y ya no tiene que tolerar al viejo que martillaba a las ocho de la matina del domingo, y ahora tiene que soportar a los que fifan con la ventana abierta. Pero son caras nuevas, problemas nuevos, otro aire.

Bastante duro es votar a un candidato que no te enamora, algo que me pasa desde hace años. Lo positivo es que votar no es vinculante: es un sobre en una urna, no una ficha de afiliación. Los que quieren hacernos creer lo contrario, son los dañados emocionales que creen forman parte de la masa por poner un “aguante” en el muro del Facebook. Somos una sociedad neurótica, a la que una y otra vez la asalta la misma idea: conservar la estabilidad, aunque se trate de hacer equilibrio sobre una soga sin red de contención. Pasó en 1999 cuando no quisimos salir de la convertibilidad, pasó en 2011 cuando no quisimos tener que laburar para pagar las cosas por lo que valen. Y en medio de eso se nos juega el goce de permanecer donde no somos felices, cumpliendo con los mandatos impuestos por quienes nos quieren decir cómo vivir nuestra libertad. Quizás por eso, y sólo por eso, es que me gustaría un recreo. Un cambio de aire. Y es que, básicamente, quiero putear a otra gente.

Después de todo, la democracia es esa fe ciega de creer que en algún momento las cosas van a cambiar para mejor gracias a un voto. Puede que nunca te pase, pero es hermoso seguir creyendo.

Supongo.

Mercoledi. Ya estoy listo para agarrármela con el que sea.

© blogs.perfil.com

0 comments :

Publicar un comentario