domingo, 2 de agosto de 2015

Scioli, entre Aristóteles y Los tres chiflados

Por Jorge Fernández Díaz
"No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto", decía Aristóteles. Pero se equivocaba: Daniel Scioli vino a refutar esta semana aquel viejo axioma de la filosofía griega poniendo en práctica su deliberada Operación Duplicidad, que consiste en seguir al pie de la letra los consejos de Durán Barba ("no propongas ni expliques nada") y transmitir tácitamente la surrealista idea de que él encarna a la vez el cotillón de Cristina Kirchner y el programa de gobierno de Mauricio Macri. 

En el acto de Costa Salguero declaró que la "herencia" de Kicillof resultaba "muy positiva" y que los sobresaltos económicos de las últimas horas se debían a una especie de conspiración: los comparó con la "embestida judicial", que él mismo conjuró operando secretamente en Tribunales a favor de la Presidenta y de su familia. En paralelo, el amo de Villa La Ñata mandó a sus principales alfiles a explicarles off the record a los periodistas especializados cuál es su verdadera intención: arreglar con los hold-outs de manera discreta, volver al crédito internacional, renovar la confianza con Estados Unidos, bajar el déficit y la inflación, y aspirar a los superávits gemelos. Es decir, el plan Melconian.

El economista amarillo, que tiene una larga relación amistosa con el gobernador naranja, sostiene que los problemas técnicos del kirchnerismo pueden explicarse con un capítulo de Los tres chiflados. En un paper lo denominó alguna vez "el efecto Shemp", en alusión a aquella delirante historia de plomeros incompetentes que intentan arreglar una simple pérdida de agua. Shemp Howard, para contener el chorro y desagotar el fluido en otro lado, se mete en una bañera y le agrega un caño, y otro y otro más, hasta enrejarse en su propia estupidez: no le queda entonces otra chance que taladrar el suelo y caer estrepitosamente a la planta baja. "Se fueron colocando caños desordenadamente por todo el sistema para canalizar la crisis, pero el mismo plomero quedó encerrado e hizo hundir toda la estructura", describe Melconian. El efecto Shemp muestra la anomalía, la negligencia exótica y las rejas que en materia económica el kirchnerismo fue levantando a su alrededor. De un laberinto se sale por arriba, pero de una celda se sale generalmente por abajo: el pequeño detalle es que cuando se desplome el piso no sólo arrastrará al plomero, sino a los argentinos que quedamos atrapados en su alucinada invención.

Nadie sabe, en verdad, qué haría Scioli si llegara a ocupar el sillón de Rivadavia, aunque gatopardismo o traición están dentro del reducido espectro de las alternativas
Tal vez incluso el mismísimo Daniel Scioli conozca esta alegoría chiflada, pero en todo caso su preocupación nunca es la machucada macroeconomía, sino la "sensación bolsillo", que puede hacerle ganar o perder las elecciones. Y su estrategia de melconización tiene por meta comer en los sectores moderados e incluso en el electorado crítico del kirchnerismo, mientras mantiene fidelidad absoluta con el cardumen cristinista. Nadie sabe, en verdad, qué haría Scioli si llegara a ocupar el sillón de Rivadavia, aunque gatopardismo o traición están dentro del reducido espectro de las alternativas. La gran dificultad estriba en que para la reina de El Calafate y para sus tiburones camporistas la guerra popular prolongada contra los buitres y el cacareado desendeudamiento son dos conquistas simbólicas que prima facie no piensan conceder. Y mucho menos desde el Congreso, donde se pertrecharán para resistir a los cipayos.

Esta semana tuvimos, en tamaño maqueta, un anticipo de las probables tensiones que podrían sobrevenir si a esta coalición entre dos facciones antagónicas le tocara eventualmente gobernar la República. Sucedió en el Ministerio de Cultura de la Nación, cuando cincuenta de los cien talleristas culturales de las villas 21, 31 y 1-11-14 que habían sido inopinadamente despedidos por La Cámpora y que responden al peronismo sciolista, coparon de pronto el edificio de Teresa Parodi, la obligaron a pernoctar en su oficina y a mandar a desalojarlos con agentes de seguridad, y luego a denunciar que a los intrusos los comandaba un "puntero menemista": se refería a Víctor Ramos, hombre de la izquierda nacional y hoy aliado incondicional de Scioli. Ramos se declaró tan menemista como lo habían sido en su momento Néstor, Cristina y Daniel, y tildó a la cantante canoera de gorila, de haber votado por Angeloz y Carrió, y de haber propiciado la expulsión de militantes villeros y la incorporación, en su lugar, de estudiantes pequeñoburgueses, niños bien del camporismo. "Apurá te digo que llega el río y no sé por qué el silencio aturde, asustándome -cantaba Parodi- . Nunca fue tan triste el atardecer." Nunca.

A esas escaramuzas se agregaron, en estos días, las deliciosas declaraciones de Kicillof, Boudou y Aníbal Fernández, que a veces parecen trabajar para la candidatura de Macri. Axel provocó serios disgustos en el sciolismo (después tuvo que rectificarse) por meter alegremente en la agenda electoral la violación del secreto fiscal y la fijación de un impuesto para inmuebles desocupados, justo cuando el gobernador busca "cinco puntos salvadores" de la volátil y asustadiza clase media independiente. Boudou le manchó el traje con su abrazo del oso, gritándole elogios en público. Y el jefe de Gabinete lo complicó de cara a la estabilidad que requieren estos tiempos comiciales, cuando admitió que las reservas se "perderían en tres días" si se levantara el cepo, un sincericidio que no sólo pone en negro sobre blanco la siempre negada existencia de ese estrambótico torniquete, sino que blanquea la inquietante fragilidad del Banco Central.

Daniel El Terrible necesita un 4 adelante en las primarias para tener la esperanza de rematar luego el asunto en la primera vuelta. Básicamente, por dos razones: la mayoría de los escenarios de ballottage lo dan perdedor y la economía amenaza con más disgustos. Hace un mes, había calma chicha; hoy hay mar picado. ¿Habrá tormenta en octubre y tifón en noviembre? Nadie puede saberlo, pero Scioli no puede correr el riesgo. Por eso está sembrando en todos los jardines, ofreciéndose sutilmente como prenda de unión nacional contra el divisionismo cristinista y prometiendo sin palabras ser a la vez la continuidad y el cambio. Esta condición de doble agente, esta insólita y vana promesa de ser caballo de Troya dentro del "proyecto", le brinda paradójicamente un respirador artificial a un gobierno exhausto, desgastado y prisionero de su propio dogma, que sin la ubicuidad sciolista perdería en todas las instancias con el frente Cambiemos. Algo que, por supuesto, no está descartado, ya que todo el espinel político espera grandes sorpresas para el próximo domingo.

Resulta igualmente perturbador que el ajedrecista de La Plata, acosado por la estanflación y la creciente pobreza, pueda salirse con la suya. Y un buen ejemplo de este milagro de cabotaje lo dio el propio Durán Barba cuando confesó la buena imagen que el rival de Mauricio mantenía en la provincia, siendo que es muy conocida su mediocridad gestionaria. Felipe Solá explicó mejor ese fenómeno: el ex motonauta logró que la gente echara la culpa de sus desgracias a los intendentes y al gobierno nacional, y así permanecer insólitamente intocado. ¿Se trata de habilidad o de suerte? "Ustedes exageran la hipocresía de los hombres -decía Yourcenar-. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de pensar doble." Claro, ni Aristóteles ni la querida Marguerite conocían a Scioli.

© La Nación

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