sábado, 22 de agosto de 2015

Hombre al agua

El candidato del FpV busca que su declaración de bienes y el voto tucumano 
lo alejen de la inundación.

Por Roberto García
Popeye espera ansioso la lata de espinaca para respirar y exhibir músculo: dispondrá de una fuerza adicional si mañana, en las elecciones de Tucumánsu fracción política obtiene una diferencia superior al 7 u 8% sobre un ensamble rival. Caso contrario, si el margen fuese más reducido, Daniel Scioli no sería Popeye y quizás deba consultar a un terapeuta para redimirse de la depresión.

Cuenta, para evitar esa convocatoria al diván, con el antecedente de los últimos comicios en la provincia en el que la oposición fue vapuleada escandalosamente y su jefe José Cano, quien no participó entonces como candidato –lo que sí hará este domingo–, justificó la debacle bajo la excusa de que no pudo fiscalizar la votación, una puerilidad sobre el fraude en boca de un profesional de la política con pasado radical. “Si no cuidan sus votos, no pretendan que lo hagamos nosotros”, ha sido una frase eterna del peronismo que no recordaba un acomodaticio Cano, quien ha ido de la UCR a Sergio Massa y, de allí, a Mauricio Macri. Para el caso de que sea cierta su candorosa explicación y no pueda mañana resolver esa falla en los controles electorales (en su porfía local contra el ex ministro de Salud Juan Manzur), les quitará holgura a las expectativas de Macri y Massa para la primera vuelta presidencial del 25 de octubre. Es que un distrito significativo como Tucumán (el quinto del país), como el resto del NOA y del NEA, no parece sonreír a las coaliciones contrarias al Gobierno, más bien las limita y condiciona. Aunque, claro, esa parte del mapa no es todo el mapa.

Scioli, en cambio, confía en el favoritismo tucumano para revertir una suerte amarga que lo persigue desde hace 15 días, cuando dejó de ser incombustible y empezaron las reyertas con su propio gobierno y con la sociedad misma por un inaudito viaje a Roma en medio de las inundaciones, la piedra del escándalo de otras intoxicaciones. Si hasta parece que las mieles de una victoria con su candidato podrían sumarle, esta semana, a la publicación de su declaracion jurada de bienes, una exigencia ética largamente demorada y que ahora lo obligó la ley si quiere postularse.Tanta dilación, claro, motivó suspicacias de índole diversa en las redes sociales que pretende disipar con la presentación armada por su contador de confianza, Rafael Perelmiter, a quien más de uno le asigna responsabilidades clave en un futuro gobierno si es que le toca ser gobierno. Hace años que lo acompaña en esos menesteres tributarios y, se supone, luego de ese acto administrativo, Scioli replicará a Macri, quien luego de entrevistar al jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, lo consideró un funcionario a conservar en un cambio de mando. De paso, Scioli podrá develar incógnitas propagadas sobre su historia impositiva, operaciones inmobiliarias y vínculos sucesorios que hasta lo relacionaron con magnates italianos que invirtieron en campos de la empresa Comega, de Mario Hirsch, socio, custodio y multiplicador de la fortuna de Bunge & Born (cuya viuda, Elena Olazábal, suele tomar el té con Elisa Carrió).

Sorprenden ciertas coincidencias con Macri, inclusive en temas personales, cuando ambos compiten por el mismo título. Para malestar de Cristina de Kirchner, quien observa como una operacion de pinzas en su contra la amistad entre los dos aspirantes, de ahí que en su reciente stand up de larga duración forzó a que su candidato, Scioli, se distancie hasta la pelea con Macri.

Inclusive, estima que el dúo ejercita una adversa y silenciosa complicidad con el Grupo Clarín, al que responsabiliza hasta de sus resfríos. Nadie apuesta, en consecuencia, por la realización de un debate organizado por TN y que parecía apalabrado con los tres contendientes principales. Scioli planta bandera contra Clarín y se indigna con Macri, empieza a imaginar que es “mala gente” como lo calificó Cristina. Viene a ser una devolución a lo que el ingeniero boquense piensa de Ella: no debe considerarla mala gente, sino que no es gente.

Futuro. De aquí a las elecciones, entonces, se vuelve más que dudosa la promesa de que Macri y Scioli no se iban a atacar en lo personal, como ellos lo confesaban en público: fiesta venidera para el periodismo y advertencia para Massa, quien cabalgaba a expensas del aburrimiento de sus otros dos rivales. En rigor, la discordia se precipitó al estallar la batahola por el viaje de Scioli a Roma, ida y vuelta en el mismo día, mientras subían las aguas en territorio bonaerense. Se saturaron las redes sociales con críticas y, al mismo tiempo, se subieron como nuevas viejas fotografías de Scioli con figuras del empresariado italiano, especialmente con Giorgio Nocella, ya muerto, un emprendedor que en Cerdeña desarrolló Porto Rotondo, participó en todo tipo de sociedades y fue productor de cine, amigo de artistas, modelos, un reincidente en ese jubiloso mundo de la noche. Estas cercanías de antaño molestaron en particular a Scioli, quien atribuyó este ejercicio de recuerdos a especialistas de internet cobijados por Macri. Quizás olvidándose, casi una curiosidad, que Nocella había sido el mejor amigo del padre de Macri, Franco, y del propio Mauricio, todos embarcados en el mismo barco de la felicidad de otra década. Ese raro frente abierto por Scioli, en verdad, mitigó en compensación el berrinche de Cristina por las imputaciones lanzadas contra su jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, sobre efedrina y un triple crimen, que en la Rosada se vivió como una conspiración a la que no fueron ajenos la dupla Domínguez-Espinoza y colaboradores cercanos al gobernador, como Ricardo Casal y Alejandro Granados. Como se observará, había otra substancia más invisible bajo la superficie en la que se habla del aprovechamiento indebido de los inundados. La ficción continúa.

© Perfil

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