viernes, 31 de julio de 2015

Las PASO distorsionan el resultado de las generales

En pocos días habrá una tercera experiencia con las PASO, un sistema 
que ha modificado el panorama político más de lo que muchos creen.
        
Cómo las PASO modifican el panorama electoral argentino. (Infografía: Parlamentario)
Uno de los rasgos del kirchnerismo siempre ha sido su obsesión por ser fundacional. Característica que se ahondó principalmente con la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. En este caso nos referiremos a una iniciativa gestada durante su administración, aunque en tiempos de Néstor Kirchner. De hecho, fue idea suya.

La reforma política que dio lugar a las PASO surgió como reacción inicial a la derrota en las legislativas de 2009, en las que el santacruceño mordió el polvo encabezando una lista que tenía también entre los principales candidatos a Daniel Scioli y Sergio Massa. Tras esos comicios, el hombre que había rechazado ser otro de los candidatos testimoniales, Florencio Randazzo -fue su primer “no” a los Kirchner-, recibió la orden de convocar a todos los partidos políticos para iniciar una ronda de diálogo que diera la sensación de que el mensaje de las urnas había sido comprendido.

Quien se negó a acudir a esas convocatorias en la Casa de Gobierno fue la siempre indócil Elisa Carrió, que consideró ese llamado como “una trampa” y con esa diferenciación comenzó a alejarse del Acuerdo Cívico y Social que exitosamente había conformado ese año con radicales y socialistas. Sí acudieron los otros partidos y el resultado no fue cambiar la relación entre el oficialismo y la oposición, sino alumbrar en el futuro una reforma política que se plasmó en ley ese mismo año, dentro del fárrago de iniciativas que el kirchnerismo buscó tener listas antes de dejar de ser mayoría en ambas cámaras.

Fiel al estilo kirchnerista, el trámite legislativo fue vertiginoso, aunque no necesariamente “exprés”, como sucedería más adelante con otras iniciativas. En un mes lo tuvo aprobado: ingresó a principios de noviembre y el 18 de ese mes la Cámara de Diputados aprobaba la reforma por 136 votos a favor, 99 en contra y una abstención, en una única votación en general y en particular. No acompañaron la norma los bloques de centroizquierda, que solían entonces ser aliados del oficialismo.

En el Senado se convirtió en ley en su última sesión del año, el 2 de diciembre, por 42 votos afirmativos y 24 en contra. El argumento utilizado por el oficialismo para defender la reforma fue “fortalecer a los partidos políticos”; desde la oposición se objetaba la falta de acuerdo para un proyecto semejante, que no se debatieran las candidaturas testimoniales y no se abriera la puerta al voto electrónico, entre otras cosas. Pero sobre todo la centroizquierda objetó el piso que debían atravesar los partidos para pasar el filtro de las PASO.

“Es una reforma electoral, no una reforma política”, se cuestionó. Lo cierto es que las normas impuestas a partir de lo que se denominó Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral, parecieron apuntar a corregir elementos que a juicio del kirchnerismo habían permitido la victoria opositora. Por ejemplo el artículo 31°, que establece que la campaña electoral de las elecciones primarias “se inicia treinta días antes de la fecha del comicio”, en tanto que la publicidad audiovisual puede realizarse “desde los veinte días anteriores a la fecha de las elecciones”. Esa obligación, que rige tanto para las PASO como para las generales, fue interpretada como una estrategia para impedir que alguien con los recursos de Francisco de Narváez pudiera imponer su figura a través de la publicidad. Fue por eso que esa parte no mereció críticas de parte de la oposición, que compartía su recelo hacia personajes poderosos desembarcando en la política.

De todos modos, si bien ese punto tuvo especial efectividad en el estreno de la ley, en 2011, ya en 2013 le habían encontrado la vuelta y para los comicios de este 2015 fue fácilmente trasgredida: hace un año que se inició realmente la campaña electoral.

Pero la clave de la Ley 26.571 estuvo en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, circunscripta entre los artículos que van del 18° al 22°. Precisamente ese último artículo fue hecho pensando en las fugas que temía seguir sufriendo el Frente para la Victoria: “Los precandidatos que se presenten en las elecciones primarias sólo pueden hacerlo en las de una (1) sola agrupación política, y para una (1) sola categoría de cargos electivos”.

Primarias para todos y todas

La propuesta de realizar elecciones primarias venía siendo sugerida desde muchos sectores y se usaba el ejemplo de Uruguay, de donde se adoptó su simultaneidad y obligatoriedad. Ambos conceptos fueron defendidos argumentando que, de lo contrario, se corría el riesgo de que otros partidos buscaran influir en elecciones ajenas. Siempre se dijo que algo de eso había sucedido -aunque no fue determinante- en la interna que enfrentó a Fernando de la Rúa con Graciela Fernández Meijide, el 29 de noviembre de 1998, en la que el radical se impuso por el 63,66% contra el 36,33% de la dirigente del Frepaso. De esa elección no obligatoria tomaron parte 2.317.719 ciudadanos, algo más del 12% del padrón electoral que por entonces era de alrededor de 19.000.000. Participaron afiliados a la UCR, al Frepaso e independientes; de hecho, más del 50% de los que votaron en esa elección eran independientes. Y tal fue la buena repercusión que tuvo que inmediatamente después el politólogo Rosendo Fraga se animó a decir que “tras la experiencia de la Alianza, las elecciones internas abiertas quedarán incorporadas a la vida política de la Argentina como dato permanente”.

No fue así. Si bien llegó a correr el rumor de que siguiendo el ejemplo el peronismo haría una interna entre Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega, ni cerca estuvo eso de realizarse. Pasan los años y el PJ sigue recordando como único antecedente de internas propias la de 1988 entre Antonio Cafiero y Carlos Menem.

En efecto, mientras en la UCR son muy afectos a las internas, en el PJ eso no sucede. Y ni siquiera pasó con las PASO, pues si bien fue este Gobierno el que las impulsó, jamás ha hecho uso de las mismas, salvo en algunos casos puntuales distritales. Se esperaba que esa tendencia se rompiera esta vez con la atractiva interna presidencial prevista entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo, pero ya se sabe que la misma fue abortada en tiempo y forma por la presidenta de la Nación. Sí habrá una compulsa que se las trae en la provincia de Buenos Aires entre Aníbal Fernández-Martín Sabbatella y Julián Domínguez-Fernando Espinoza, pero es sabido que la misma fue una consecuencia inevitable tras la negativa de Randazzo a ser candidato único provincial.

Lo cierto es que el eje principal de las PASO fue el menos utilizado hasta ahora. Las internas brillaron por su ausencia en el estreno del sistema en 2011, cuando se anotaron diez fórmulas, de las cuales tres quedaron afuera por no reunir el mínimo del 1,5% de los votos válidamente emitidos en todo el territorio nacional, según establece el artículo 45° de la ley.

En Capital Federal, solo Compromiso Federal usó esa vez la interna para armar su lista de diputados nacionales, sumando entre las cuatro nóminas que presentó un 7,72%. Fue en ese mismo distrito donde dos años después la alianza Unen le encontró la vuelta al sistema y le sacó jugo, generando una interna realmente atractiva entre cuatro listas para ambas cámaras: Coalición Sur (Elisa Carrió-“Pino” Solanas), Suma + (Martín Lousteau-Rodolfo Terragno), Juntos (Ricardo Gil Lavedra-Alfonso Prat-Gay) y Presidente Illia (Leandro Illia-César Whebe). Tan exitosa fue la experiencia que que la sumatoria de la compulsa para diputados de Unen (31,88%) superó a la de Unión Pro (31,39), resultado que se revirtió en el mano a mano en las generales.

Claro que la sumatoria de listas no es sinónimo de victoria, pues la ignota alianza El Movimiento reunió esa vez apenas un 0,90% de votos en ese mismo distrito, con cuatro listas…

En provincia de Buenos Aires, Compromiso Federal volvió a apostar a la sumatoria de listas, pero esta vez no pudo atravesar el límite del 1,5%, pues sus cuatro nóminas apenas sumaron 1,12%.

Para las presidenciales de este año está prevista la presentación de trece fórmulas, y solo habrá interna en tres espacios. El frente Cambiemos, donde competirán Mauricio Macri-Gabriela Michetti; Ernesto Sanz-Lucas Llach y Elisa Carrió-Héctor “Toty” Flores. También habrá competencia en Una Nueva Alternativa, entre Sergio Massa-Gustavo Sáenz y José Manuel de la Sota-Claudia Rucci; y en la izquierda, donde se enfrentarán Nicolás del Caño-Myriam Bregman con Jorge Altamira-Juan Carlos Giordano.

Las PASO tuvieron un antes y un después de la experiencia de Unen de 2013. El atractivo de esa interna fue tal que llevó a muchos votantes a participar de esa compulsa, aunque en las generales pensaran participar en otros espacios. Algo así sucedió este año en las PASO porteñas, donde la atención principal estuvo puesta en la disputa entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti. Entusiasmados, los de Unen se ilusionaron con repetir la experiencia en las presidenciales, pero pecaron de exceso, pues se anotaron cinco aspirantes: los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos, Elisa Carrió, el socialista Hermes Binner y “Pino” Solanas. De todos modos, no fue esa superpoblación de postulantes lo que llevó al estallido de Unen, aunque parece ser que la interna más recomendable es entre dos, o a lo sumo tres precandidatos.

Fue lo que también terminó mal en el Frente Renovador, donde los aspirantes a gobernador bonaerense llegaron a sumar seis (Darío Giustozzi, Felipe Solá, Francisco de Narváez, Gustavo Posse, Mónica López y Jesús Cariglino). La excesiva competencia generó celos y roces, y finalmente casi todos los candidatos fueron retirándose. Sobre la hora del cierre, Sergio Massa alcanzó a anotar a Felipe Solá como único postulante.

Una suerte de primera vuelta

Si son tan pocos los que usan las PASO para definir candidatos, ¿de qué sirve realmente el sistema? Se espera que vaya perfeccionándose con el tiempo y así como en 2013 con la experiencia de UNEN muchos creyeron que a partir de entonces todos los partidos ordenarían de esa forma sus internas, aún todos siguen siendo muy remisos a adoptar el sistema.

Entre las causas, pesa mucho la condición de figurar al frente en la elección general. Por ejemplo, cuando parecía que sería segura la competencia entre Scioli y Randazzo, se advertía sobre el efecto psicológico que tendría el 9 de agosto ver a Mauricio Macri como el muy probable candidato más votado de la elección, pues estaba claro que los rivales del Frente para la Victoria dividirían votos entre sí. Es lo mismo que se dice ahora que podría pasar en la provincia de Buenos Aires entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández, repartiendo puntos frente a una María Eugenia Vidal que podría aparecer en las PASO como la candidata más votada de la Provincia, generando para ella un efecto positivo.

Amén de esa “guerra de efectismos”, lo cierto es que el principal efecto que este sistema de primarias tiene es obrar como una suerte de gran encuesta con vistas a las generales. Es lo que llevó al consultor Carlos Fara a anticipar hace muchos meses -hacia fines del año pasado para ser más precisos- que si bien todo el mundo daba por sentado entonces que esta vez sí habría balotaje en las presidenciales, eso podría no suceder. Explicó entonces que a su juicio las PASO obrarían como “primera vuelta” y entonces se definiría cual era el candidato que podía ser capaz de desbancar al kirchnerismo, llevando tras de sí la mayoría de los votos opositores en octubre. De tal manera, podía ser que para las generales se resolviera la contienda, sin necesidad de segunda vuelta.

Por entonces estaba muy enraizada la idea de que era mayoría la gente que no quería la continuidad del Frente para la Victoria. También por entonces Sergio Massa aventajaba a Macri. Varias de esas cosas han cambiado, pero igual lo que por entonces solo Fara decía, hoy es algo que oficialistas y opositores repiten: según el resultado de las PASO, la elección de octubre puede ser definitiva.

Y llegamos así al dato más certero que ofrece hasta ahora el sistema de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias: la mutación de votos registrada entre las PASO y las generales. La muestra más clara que hay que tener en cuenta desde entonces es lo que sucedió en las primeras presidenciales con este sistema. En esa oportunidad, la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou ganó con demoledora amplitud en las PASO. No por la magnitud de su porcentaje, que llegó al 47,98%, sino por la abismal diferencia con el segundo, que fue UDESO (Ricardo Alfonsín-Javier González Fraga), que sumó apenas 11,65. Nada menos que 36 puntos de distancia entre uno y otro. Fue un éxito para el Gobierno que durante la campaña ningún opositor lograra erigirse como el mejor oponente, y así UDESO y la alianza Frente Popular (Eduardo Duhalde-Mario Das Neves) tuvo casi la misma cantidad de votos que Alfonsín y compañía: 11,57%. Apenas 18.215 votos separaban a uno del otro. Más atrás aparecía el Frente Amplio Progresista, que con Hermes Binner y Norma Morandini cosechó un 9,72%.

Con semejante resultado en las PASO, la elección de octubre estaba ya definida. Y al favorito no le quedó más que crecer, sumando el FpV el célebre 54,11%. En cuanto a los dos segundos de las PASO, fueron barridos por el efecto “desencanto”: Alfonsín-González Fraga conservaron medianamente su cosecha anterior, quedándose con el 11,14%, pero el segundo lugar quedó para el que había sido cuarto en agosto, que subió al 16,81%. Entre una y otra elección, el socialista Binner sumó 7 puntos, la misma cantidad que Cristina.

El que se hundió entre una elección y otra fue Duhalde, que bajó al 5,86%, quedando ya no cuarto, sino quinto, pues lo desplazó la fórmula Alberto Rodríguez Saá-José Vernet, que hizo 7,96%, un 0,16% más que en las PASO.

Con Duhalde, la gran derrotada fue Elisa Carrió, que con el ahora massista Adrián Pérez hizo en las PASO 3,07%, bajando en octubre al también recordado 1,82%. Si hasta Jorge Altamira la pasó, al quedar con un 2,30%, medio punto menos que lo cosechado en agosto. Su campaña entre una elección y la otra fue pedir el voto para los legisladores, cuestión de que el kirchnerismo no tuviera la mayoría que terminó alcanzando.

El de las presidenciales de 2011 es el mejor cuadro comparativo que se puede trazar para el análisis. En el caso de la elección legislativa siguiente, datos para tener en cuenta pueden encontrarse en la elección bonaerense, aquella en la que Sergio Massa venció no una, sino dos veces al kirchnerismo. En las PASO, el Frente Renovador se alzó con el 34,95% de los votos, mientras que el Frente para la Victoria sumó 29,60%. Pues bien, concretada la hazaña, al ganador no le quedó más que crecer en la elección siguiente, subiendo al 43,95%, mientras que el kirchnerismo también creció algo, pero se quedó en 32,33%.

En este caso, el tercero en discordia el -Frente Progresista Cívico y Social- casi no se movió entre una elección y otra: 11,16% en agosto, 11,71 en octubre; pero el que sí se derrumbó fue Unidos por la Libertad y el Trabajo, la lista encabezada por Francisco de Narváez, que en las PASO había hecho 10,51% y en octubre perdió la mitad de sus votos: 5,43%.

Otro dato que surge de las PASO es que esa elección suele servirle al oficialismo de turno para ajustar las clavijas si le va mal. Por ejemplo en 2013, en La Rioja, Fuerza Cívica Riojana, la lista encabezada por el radical Julio Martínez, se impuso en las PASO sobre el FpV, 41,43% contra 37,80%. Y dos meses y medio después, el kirchnerismo ganó, 46,94 a 46,53. Por el canto de una uña, pero ganó.

Vayamos a Neuquén en busca de otro ejemplo. En las elecciones de 2013, el MPN se impuso con holgura en las PASO, sumando el 58,20%. Pero fue la sumatoria de una interna peleada, en la que la lista Azul y Blanca doblegó a la Azul por 32,79% a 25,41. Como las internas suelen dejar heridos, en las generales el MPN no pudo retener todos sus votos y bajó a 41,92%, pero igual ganó con holgura. Detrás se había dado un resultado sorpresivo en las PASO, pues Compromiso Cívico Neuquino le ganaba al FpV por 9,40% a 9,35. Una ventaja mínima, pero suficiente para arrebatarle el radicalismo el senador por la minoría al kirchnerismo. Y no cualquier senador: era la banca de Marcelo Fuentes la que estaba en juego, nada menos. Sin embargo para las generales el kirchnerismo pasó a ganar con un 20,66% de los votos, sobre el 11,62% de Compromiso Cívico Neuquino.

A estos ejemplos podría sumarse el reciente sucedido en Santa Fe, donde el socialismo revirtió en la elección para gobernador el resultado de las PASO. Y esa fue una gran sorpresa, pues si bien el triunfo de Miguel Del Sel en la interna del 19 de abril terminó siendo por apenas 3.000 votos, en rigor le sacó allí 160.000 votos de ventaja al candidato socialista, pues el resto (156.460) eran del radical Mario Barletta y no necesariamente se suponía que irían a Miguel Lifschitz. Y a Omar Perotti, Del Sel le había sacado 171.241 votos de ventaja. El final de la historia está bien fresco.

Y ya que estamos con el cronograma electoral 2015, veamos qué sucedió este año en las provincias que tuvieron primarias. En Salta, Juan Manuel Urtubey se impuso en las PASO por 47,23%, contra el 33,69% alcanzado por el senador Juan Carlos Romero. En las generales, el ganador sube y el perdedor baja: a 51,23% llegó el gobernador, mientras que el exgobernador bajó a 30,63.

Por último en Mendoza, provincia atípica si las hay, tenemos allí al único oficialismo derrotado. En las primarias, el Frente para la Victoria había sumado con dos candidatos un 42,46%, y en las generales concretó un 39,42%. El ganador Alfredo Cornejo se había impuesto en las primarias con un 47,58%, y en la definitiva mantuvo más o menos el mismo caudal: 46,43%.

En síntesis, las elecciones primarias impuestas por la Ley 26.571 representan una herramienta clave para los partidos políticos, cuya adaptación a las mismas será vital para sus posibilidades futuras. Y a la luz de la experiencia, obran como una primera vuelta que hace que la elección general se polarice y afecte fuertemente a aquellas fuerzas cuyos votantes en las PASO se sientan desencantados.

© Parlamentario.com

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