martes, 17 de marzo de 2015

El nervio óptico de las democracias modernas

Las encuestas, aún cuestionadas, constituyen la herramienta central de la política actual. De ahí la necesidad de profesionalizar y aumentar el rigor en el análisis de sus resultados.

Por Ignacio Fidanza
Hablar de encuestas es hoy hablar de política. En períodos electorales, los que ya no tienen tiempo, los que perdieron el control de sus agendas, suelen reducir sus conversaciones apresuradas, a una pregunta: “¿Qué tenés? ¿Cuáles son tus últimos números?”. Así, en el paso previo al cierre de listas, el peso de los números termina aplastando trayectorias y convicciones, bajo el inapelable: “No mide”.

Una dictadura de la aritmética que muy pocos líderes se animan a desafiar, por más que sea un lugar común, pavonearse de lo contrario. En la intimidad de los “war room” de los candidatos, las encuestas mandan. Y por eso, no hay golpe más duro, más difícil de remontar para un candidato, que la difusión de sondeos desfavorables.

El problema, obvio, previsible, es que ante semejante poder, la política optó por hacer lo que hace con los problemas: Politizarlos. Es decir, frente a una encuesta que le da mal, el candidato se apresura a difundir algún trabajo que o ubica mejor. Entonces, el adversario reacciona de la misma manera y luego el tercero en discordia y así hasta el infinito, donde finalmente se logra un efecto no buscado: Ninguna es confiable.

La política rompió el termómetro, como hizo el Gobierno con el Indec. Y lejos de ganar, perdieron –perdimos- todos. Hoy la mención a encuestas, es recibida al menos con suspicacia.

Se impuso así la necesidad de sumergirse en esa jungla, para ir descifrando con que candidato trabaja que encuestadora, como un mínimo resguardo para tamizar la información recibida. Pero es un mundo volátil, los clientes van y vienen y por supuesto, hay gente que no importa quien lo contrate hace su trabajo con rigurosidad y otra que no.

Se da así la paradoja que apreciaciones más o menos subjetivas y volátiles, se utilizan para merituar el valor de trabajos estadísticos.

Como no es un problema nuevo ni –mal que nos pese- exclusivo de la Argentina, La Política Online decidió hacer algo que siempre es saludable: Mirar en el afuera, buscar experiencias que hayan lidiado con éxito con esta complejidad neurálgica de los procesos políticos contemporáneos.

Se destaca en ese sentido la experiencia del matemático Nate Silver, creador del blog fivethirtyeight –el número de votos del Colegio Electoral de Estados Unidos que elige a los presidentes-. Silver, como el genio estadístico de la película Moneyball que anticipaba la trayectoria de las estrellas del baseball, acumula un demoledor record de aciertos en sus predicciones electorales.

El modelo, como bien explica Juan Pablo Djeredjian en su columna, se basa en la creación de una amplísima base de datos con todas las encuestas conocidas, que luego se pasan por el tamiz de diferentes fórmulas que evalúan su confiabilidad relativa. No es un promedio. Esa es la clave.

LPO decidió sumarse a la corriente del “Periodismo de datos” desde este enfoque, que es como meterse en la cocina de la real politik, para tratar de analizar la calidad de las cacerolas y sartenes que se utilizan.

Djeredjian, el líder del Observatorio de Encuestas, es además de periodista, un entusiasta programador y un fanático de las estadísticas. De formación matemática, propuso abandonar el día a día de las noticias para sumergirse en un proyecto de largo aliento que es el que hoy ponemos online.

Fue casi un año de trabajo a la sombra, que con mucho orgullo, pero también mucha humildad, esperemos contribuya en algo a auscultar el estado de situación del proceso electoral, desde un lugar absolutamente imparcial.

Todos los sondeos utilizados están a la vista, las ponderaciones de los mismos también y en todo caso, por más que muchas veces los políticos confundan una cosa con otra, es bueno recordar que las encuestas son apenas una muestra que intenta reflejar las tendencias que imperan en la sociedad.

© LPO

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