Por Walter Curia
Con sus desbordes y sobreactuaciones, la política
en materia de derechos humanos y el compromiso en la lucha contra el terrorismo
figuraban hasta hace no mucho entre las escasas credenciales que se le
reconocían a la Argentina en el mundo. Ya no abren ninguna puerta: hoy son papel
mojado.
El edificio moral del gobierno argentino se
derrumbó ayer con el desenlace estremecedor de la investigación del fiscal
Alberto Nisman sobre encubrimiento en el caso AMIA, que alcanzó al vértice
mismo del poder político en la Argentina.
Nisman no investigaba facturas apócrifas ni cuartos
de hoteles vacíos en El Calafate. Descubrió a la Presidenta envuelta en una
trama de complicidades para desacreditar la principal línea de investigación
sobre el atentado terrorista más sangriento de la historia. Desde ayer, la
Presidenta aparece mezclada en los sumideros de la política.
El Gobierno buscó en la última semana ridiculizar
el trabajo del fiscal muerto. La estrategia se revela hoy miserable, cuando el
tono burlón cambió a luctuoso.
Designado por Kirchner, Nisman era un hombre
despreciado por sectores radicalizados y venía siendo estigmatizado desde el
oficialismo desde antes de que se asumiera el acuerdo con Irán. O para la época
de la denuncia del periodista Pepe Eliaschev. En abril de 2011, el piquetero y
comunicador Luis DElía había calificado de
"parodia" la investigación de Nisman en una entrevista que le hizo en radio a Mohsen
Rabbani, antiguo agregado cultural de la embajada iraní en Buenos Aires,
reclamado por la justicia argentina. Fue la primera manifestación de una
diplomacia paralela con Teherán de la que hablaba el fiscal. No hubo ninguna
reconvención desde el Gobierno para DElía, quien según el juez de la
causa AMIA, era financiado por el gobierno de Irán.
La muerte de Nisman torna hoy verosímil cualquier
debilidad que hubiera presentado la investigación, incluso la que más
interesaba al oficialismo, acerca de que el fiscal era instrumento de un sector
dentro de los servicios de inteligencia.
Nisman había respondido a esas acusaciones. En
diversas entrevistas aseguró que su investigación sobre el encubrimiento de los
presuntos autores del atentado llevaba meses y que sus escuchas a uno de los
sospechosos eran de hace por lo menos ocho. La versión de que ex espías habrían
usado a Nisman para saldar deudas con el Gobierno por sus recientes despidos de
la Secretaría de Inteligencia podría invertirse.¿Y si el Gobierno hubiera sido
alertado en diciembre sobre la silenciosa investigación de Nisman? ¿Y si el
descabezamiento de la SIDE hubiera sido una jugada en busca de anticiparse a la
denuncia?
El Gobierno dio por muerto hace tiempo el pacto con
Irán. El canciller Timerman se lo transmitió con estas palabras al gobierno
israelí durante su última visita, el año pasado, y previamente lo había hecho
al presidente de la DAIA, Julio Scholosser. La Presidenta había virtualmente
denunciado el acuerdo durante un mensaje ante la Asamblea General de la ONU. El Gobierno había asimilado que Irán no aceptaría que no cayeran
las circulares de captura internacional contra sus ex funcionarios dictadas por
Interpol y que un artículo del acuerdo inducía. El giro pro
iraní, motivado por la razón que fuera y avalado por una ley del Congreso con
mayoría oficialista, había fracasado.
Muchas de las decisiones que ha tomado Cristina
Kirchner en los últimos años son incomprensibles. Basta con ver el escenario
económico. Si es una incógnita la razón que llevó a la Presidenta a
involucrarse en un pacto con el gobierno negacionista de Mahmoud Ahmadineyad, a
escasos meses de su salida del poder en Irán, también lo son las del inmovilismo
que sucedió a su fracaso.
El acuerdo fue declarado inconstitucional por la
Justicia y hay al menos tres proyectos de ley en el Congreso que proponen desde
su derogación automática hasta la activación de un juicio en ausencia a los
acusados iraníes. La Presidenta fue informada por el titular de Diputados,
Julián Domínguez, sobre una iniciativa para la creación de una comisión
parlamentaria que investigue todo lo actuado. No hubo respuesta ante uno de los
desafíos más complejos de la diplomacia argentina.
La Presidenta dispuso la desclasificación de
archivos de inteligencia y fijó su posición después de largas horas de
silencio. Se atrevió a dar precipitadamente por resuelto el caso: todo el
Gobierno hablaba anoche de un suicidio inducido por espías malos que engañaron
a Nisman, que recorrió el camino que va de la burla a la pena.
El tono afectado del mensaje presidencial no revela
el verdadero estado de conmoción en el que ingresó su gobierno, a escasos meses
de la salida. No habrá un final soñado, a lo Bachelet. La confusa muerte de
Nisman no sólo acentúa su debilidad. Será un sino en el futuro personal de la
Presidenta.
© El
Cronista
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