viernes, 23 de enero de 2015

LA IDEOLOGÍA ES LA NO-IDEOLOGÍA

Una suculenta entrada en el personalísimo mundo de Slavoj Žižek a partir de la frase de uno de sus últimos libros.

Las referencias de Žižek a ese "bípedo implume" que es
el hombre refuerzan su insolencia y humor.
Por Gabriel Arnaiz

No nos engañemos: Žižek es un filósofo serio. A pesar de sus múltiples tics nerviosos, de su verborrea incontinente, de su marcado acento germánico (cuando habla inglés), de sus chistes verdes y sus observaciones escatológicas, de sus anécdotas hilarantes y de sus continuas referencias a películas norteamericanas.

A pesar de que parezca más bien un showman que un reputado profesor universitario, Slavoj Žižek es un filósofo muy serio, como atestigua el hecho de que es uno de los filósofos más prolíficos que existen.

Un payaso muy serio

El humor es una cosa muy seria, como bien sabe cualquier payaso (y si no, que se lo pregunten a Leo Bassi, a quien le pusieron una bomba en el teatro por reírse en una función de la Iglesia y del Papa). Cuando Diógenes se masturbaba en la plaza pública o cuando Aristipo se vestía como una mujer, lo hacían con un propósito muy claro. En el primer caso, mostrar por los hechos que la masturbación es una cosa natural, como comer o defecar, y que uno no debería avergonzarse por ello (algo similar intentó Montaigne cuando en sus Ensayos se atrevió a hablar de estas cuestiones); en el segundo, que vestirse de mujer es algo convencional y no natural (todavía en nuestra época podemos recordar el escándalo que causó Miguel Bosé cuando salió en televisión con una falda allá por los años noventa).

Nos arroja su cinismo

Žižek, como Leo Bassi, utiliza la provocación y el humor para hacernos tragar una píldora amarga: la ideología actual en la que estamos inmersos sin darnos cuenta y que se enmascara como no-ideología. Žižek, igual que un cínico, arremete contra nuestras ideas más queridas para demostrarnos que vivimos en el error. Ese es su encanto y también su mayor peligro, pues esa vertiente cómica, ese querer hacer siempre de “bufón de la corte” es también su condena y su mayor obstáculo (para que los biempensantes consideren seriamente sus argumentos). Es cierto que Žižek es muy popular entre el gran público y que es uno de los filósofos más conocidos (tal vez el que más), pero ¿se le toma en serio? ¿Se tiene en cuenta “lo que quiere decir” y no tanto “lo que hace y cómo lo hace” (por ejemplo, salir en un documental desnudo en la cama)? Žižek, como un Diógenes contemporáneo, nos escupe sin temor ni rubor la verdad a nuestra cara, practica el ejercicio filosófico de la parresía (el hablar libre de los cínicos que tan bien analizó Foucault en El gobierno de sí y de los otros), pero también, con ello, se arriesga a que no lo tomemos en serio, a que no aceptemos su argumentación porque no respeta las formas convencionales del discurso filosófico tradicional.

“Las cosas se presentan casi siempre como sus opuestos”, escribe el filósofo esloveno en uno de sus últimos y mejores libros, En defensa de las causas perdidas (Akal, 2011). Žižek se presenta como un payaso, pero quizás sea solo su opuesto. Aunque… ¿qué es lo opuesto a un payaso? Vayamos al fondo de la cuestión: ¿no serán esos señores tan serios, tan empingorotados, que pontifican sobre economía y política con cara de pocos amigos quienes en realidad nos están tomando el pelo, los que de verdad se ríen de nosotros? Ahí está la paradoja.

Pongámonos, pues, un poco serios (aunque solo sea un rato) y dejemos los chistes para otra ocasión. El problema fundamental de hoy día es que vivimos una época –como las anteriores– profundamente ideológica, pero la novedad se encuentra en que esta ideología, en lugar de aparecer como en otros momentos históricos, desnuda, de manera descarada, aparece más camuflada que nunca, más opaca y difícil de detectar. Después de los desenmascaramientos propiciados por “los filósofos de la sospecha” (Marx, Freud y Nietzsche), la ideología se ha sofisticado, se ha hecho más sutil, más filosófica, se ha travestido de no-ideología. Hoy vivimos en una época posideológica, un momento en que las (grandes) ideologías ya no existen, en el que las utopías de antaño (comunismo, cristianismo, etc.) han dejado de estar vigentes y donde la lucha de clases ya no tiene ningún sentido. O eso quieren hacernos creer los que manejan los hilos y sus intelectuales orgánicos.

Insidiosa ideología

“Constantemente la era contemporánea se proclama a sí misma como posideológica, pero esta negación de la ideología lo único que hace es proporcionar la prueba definitiva de que estamos más que nunca inmersos en ella”, explica en Primero como farsa, luego como tragedia (Akal, 2011).

Žižek desmonta cuidadosamente este discurso (ideológico) que se nos ofrece como un hecho irrefutable, esta “verdad” que se ha convertido en lugar común y que constituye el núcleo que sostiene el consenso liberal en el que nos movemos. Žižek, como un Diógenes contemporáneo, despluma el pollo de la doxa posmoderna en la casa de Derrida y Habermas y nos escupe con displicencia que ahí está ese “bípedo implume” que él llama hombre. Y para ello, para desmontar (deconstruir, como dirían los derridianos) este discurso ideológico que pasa por ser no-ideología, utilizará el instrumental del psicoanálisis lacaniano; es decir, se servirá de las categorías lacanianas (lo real, lo simbólico y lo imaginario) para realizar una crítica de los mecanismos ideológicos del sistema capitalista (recordemos esa célebre frase de Marx: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época”), expresados sobre todo en las películas comerciales, las series de televisión, las situaciones cotidianas, los chistes y las anécdotas, etc. De hecho, una de las grandes virtudes de Žižek es la de haber sido capaz de traducir la jerigonza lacaniana (el lacanés, como algunos lo llaman un poco despectivamente) a un lenguaje más accesible para los legos y utilizarlo como cedazo hermenéutico para analizar el cine contemporáneo y la cultura popular. Y para ello no ha escrito un libro, sino cuatro (Žižek es excesivo en todo, también en este punto): Cómo leer a Lacan (Paidós, 2008), Mirando al sesgo: una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular (Paidós, 2000), ¡Goza tu síntoma! Jacques Lacan dentro y fuera de Hollywood (Nueva Visión, 2004) y Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock (Manantial, 1994). Con ese afán divulgativo ha realizado también un documental de dos horas y media (The Pervert's Guide to Cinema) en el que se sirve del lacanés para analizar fragmentos de cuarenta y tantas películas.

La idea es seguir el camino inverso emprendido por la crítica tradicional y “pasar de las imágenes pseudoconcretas a los procesos abstractos que, en la práctica, estructuran nuestra experiencia vital”, como muy bien expone en El acoso de las fantasías (Akal, 2011). De ahí que sus libros y conferencias estén trufados de análisis de casos concretos donde se encarna esta ideología oficial que pasa por ser antiideológica (y que tanto nos recuerda a ese consejo de Franco a alguno de sus ministros: “Tú haz como yo y no te metas en política”). Lo que uno más valora en Žižek es, más que sus a veces alambicadas exposiciones teóricas, los casos concretos que ofrece, tanto de la vida real como de la ficción (la sustancia material que introduce en sus libros teóricos y que le dan ese aroma especial y esa textura idiosincrática a sus textos) y cómo se esclarecen con los análisis lacanianos que aporta. Al menos, es lo que yo recuerdo de manera más vívida: sus ejemplos.

El chocolate laxante

El ejemplo paradigmático lo representa lo que él denomina “la lógica típicamente posmoderna del laxante de chocolate”, que permite obtener lo que se quiere sin tener que sufrir sus efectos secundarios (como el café descafeinado, la cerveza sin alcohol, la Coca-Cola sin calorías, las guerras sin muertos, la tortura sin dolor, el capitalismo sin pobres, etc.). “¿Tienes estreñimiento? ¡Come más de este chocolate!”. Y nadie mejor que Bill Gates o Georges Soros para ejemplificar esta lógica. Dos personajes que representan mejor que nadie esa doble cara del empresario actual. “Soros representa la explotación financiera y especulativa más despiadada combinada con una opuesta preocupación humanitaria por las consecuencias sociales catastróficas de una economía de mercado desbocada”, nos cuenta en Sobre la violencia (Paidós, 2009). Según él, tras esta máscara humanitaria se oculta el rostro de la explotación económica. No podemos hacernos ilusiones: “los comunistas liberales –así llama Žižek a estos magnates cuya ideología no se diferencia en nada de los izquierdistas radicales partidarios de la antiglobalización– son hoy el enemigo de cualquier lucha progresista”, pues gracias a ellos el sistema capitalista consigue posponer sus crisis.

Otro ejemplo de esta lógica lo constituye este tipo de publicidad de algunos productos en los que, al comprarlos, quieren darte la impresión de que estás favoreciendo alguna noble causa (plantar un árbol en el caso del agua Lanjarón o apoyar la investigación sobre el cáncer de mama en el caso de las compresas Ausonia, por ejemplo). ¡Repugnante! Él se refiere al caso de las cafeterías Starbucks (más repugnante si cabe que los anteriores), que en su línea de apostar por “un café con buen karma”, decidieron vender una marca de agua que destinaba parte del dinero a financiar proyectos de potabilización del agua en el Tercer Mundo, pero, eso sí, a un precio más caro que en otros lugares. Y a eso lo llaman capitalismo “con cara amable”.

¡Mentira! ¡Hipócritas!

Žižek es un maestro, como Diógenes, en detectar nuestra hipocresía enmascarada y nos la restriega por la cara siempre que puede. Para él, “los derechos humanos universales son en realidad el derecho de los propietarios blancos a intercambiar y explotar en el mercado a los trabajadores y a las mujeres con total libertad, así como el derecho a ejercer la dominación política”, explica también en Sobre la violencia. Y que “es profundamente sintomático que las sociedades occidentales, tan sensibles a las diferentes formas de persecución, sean también capaces de poner en marcha infinidad de mecanismos destinados a hacernos insensibles a las formas más brutales de la violencia, paradójicamente, en la misma forma en que despiertan la simpatía humanitaria para con las víctimas”.

Slavoj Žižek nació en Liubliana (Eslovenia), el 21 de marzo de 1949). Filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural.

© Filosofía Hoy

Selección: Agensur.info

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