jueves, 9 de octubre de 2014

Fábrega: último dique de contención del desmán presidencial

Por J. Valeriano Colque (*)

De tanto huir hacia adelante, al final Cristina Fernández llegó. Con la salida de Juan Carlos Fábrega del Banco Central, la Presidente pierde al único funcionario de alto nivel que los agentes económicos en general consideraban portador de sentido común. Ahora, ella deberá ser su propio dique de contención.

En los mercados veían a Fábrega como un hombre con atributos modestos–no tiene título universitario, por caso, la carta orgánica del Central no lo exige–pero conocedor del sistema financiero.

Cuando, en enero, tras la devaluación, Fábrega emprendió una típica política de banco central (aspirar dinero del mercado tomando prestado el dinero de los depositantes de los bancos) el mercado le puso un rótulo: dique de contención del desmán presidencial.

Eso podía funcionar un rato, hasta que Axel Kicillof dejara de usar al Banco Central como gigantesca caja chica de un fisco desquiciado que, durante 10 años, le fue demandando cada vez más dólares (para pagar sus deudas sin recursos propios) y pesos (para pagar los gastos de una maquinaria política tan demagoga como improductiva). Kicillof prometió quitar subsidios, pero sólo lo hizo parcialmente con el gas.

En las vísperas del último default parcial, el mercado ratificó que Fábrega era de los suyos. El titular del Banco Central alentó que un pool de bancos comprara el juicio ganado por los fondos buitre y consintiera en esperar a cobrarlo hasta enero, con la cláusula Rufo vencida. Kicillof pulverizó su inspiración en una conferencia de prensa.

Como Kicillof no hizo su trabajo y el Banco Central tenía que seguir mandándole pesos en contenedores, Fábrega no tuvo otro remedio que seguir aspirando pesos. Eso demandó tasas altas de casi 30 %, de niveles recesivos. Kicillof se enojó y lo forzó durante unas semanas a bajar las tasas. La inflación y el blue dieron otro obvio sobresalto. Como el Ejecutivo también le siguió exigiendo dólares, para no perder reservas el Banco Central fue demorando la liquidación de dólares para pagar importaciones, incluso las autorizadas por Economía.

También era recesivo. Son dos legados de Fábrega: una deuda del Banco Central con los depositantes de los bancos que creció 132 % en 11 meses y ya es una bola de nieve que amenaza exportar la crisis transformándola en bancaria; y una deuda en dólares oculta con proveedores externos que pasó de cero a más de 5.000 millones de dólares. Fábrega no pudo encontrar la cuadratura del círculo que exige la política elegida por Cristina Fernández con el manual de Kicillof. Esa política necesita un mago alquimista que convierta los pesos excesivos en los dólares que son tan escasos. Como eso es imposible–y, que se sepa, el sucesor de Fábrega es economista y no químico–Alejandro Vanoli tiene uno de estos dos destinos:

Remontar todos sus antecedentes y demostrarles con paciencia a los agentes económicos que puede ser un nuevo Fábrega, un último dique de contención para una política descalabrada.

Inventar nuevos métodos para demorar lo inevitable, con una colección de nuevos controles para cerrar aún más el cepo cambiario.

Para lo primero, necesitará un tiempo cada vez más escaso. Para lo segundo, sólo necesita obedecer. Lo que no podrá hacer es magia.

Endurecimiento de los controles

A lo largo de la gestión de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central, la política monetaria estuvo claramente dominada por la política fiscal.

Esto significa que la emisión de dinero no estuvo motivada por decisiones autónomas del Banco Central de acuerdo con sus objetivos de política económica, sino que fue consecuencia de la necesidad del Gobierno Nacional de financiar su déficit fiscal con emisión monetaria, a través de adelantos transitorios (préstamos del Banco Central al Tesoro Nacional) y de la distribución de utilidades (generadas por el impacto de las subas del dólar oficial sobre el valor en pesos de las reservas).

No es razonable esperar que esto cambie con la designación, al frente del Banco Central, de Alejandro Vanoli.

Con Fábrega, el Banco Central emitió tanto dinero como necesitó el Gobierno para cubrir su creciente déficit fiscal, y la política monetaria quedó así condicionada por decisiones del Ministerio de Economía. Con Vanoli esto seguramente no cambiará.

La designación de Vanoli tal vez incline la balanza en la disyuntiva entre altas tasas de interés para contener el dólar paralelo y la inflación (postura de Fábrega) y bajas tasas de interés para impulsar la economía (postura de Kicillof) en favor de esta última. A fin de cuentas, la salida de Fábrega puede leerse como un triunfo de Kicillof en esa controversia.

De todos modos, eso tarde o temprano terminaría ocurriendo. Por la influencia que parece tener Kicillof sobre la Presidente, y porque ningún gobierno tolera por mucho tiempo altas tasas de interés en medio de una recesión. También es probable que, con Vanoli, el Banco Central no insista con devaluaciones cuyo efecto sobre la competitividad cambiaria dura muy poco, por su impacto inflacionario, como ocurrió este año.

Resta saber si intentará mantener fijo el tipo de cambio, como ocurrió entre febrero y abril, o subirlo lentamente como ocurrió, intermitentemente, desde mayo (o diseña algún esquema de tipos de cambios múltiples, para intentar devaluar con control de impactos inflacionarios.

De allí se deriva el que probablemente sea el cambio más importante, que explica la designación de Vanoli: continuando el atraso cambiario, y la tendencia a incrementarse la brecha cambiaria por emisión de dinero sin recuperación de reservas y bajas tasas de interés, es altamente probable que el Gobierno intente profundizar el combate de las consecuencias del atraso cambiario y el aumento de la brecha cambiaria en lugar de combatir sus causas.

Esto implica, concretamente, mayor esfuerzo de fiscalización y persecución a quienes operen en el mercado paralelo (como viene ocurriendo en estas semanas). A fin de cuentas, fue Vanoli quien utilizó el argumento tantas veces repetido por Capitanich de que el dólar paralelo es tan ilegal como la comercialización de cocaína. Y, fundamentalmente, a quienes operen en mercados alternativos al oficial, hasta ahora legales, como el dólar bolsa (comprar instrumentos financieros en pesos para venderlos en dólares) o el contado con liquidación (igual que el dólar bolsa pero realizando las ventas en el exterior).

Esta es la señal que dio la Presidente en su discurso por cadena nacional cuando mencionó explícitamente a bancos y agencias de bolsa que habían realizado ese tipo de operaciones, que ella calificó como ilegales. Seguramente anticipaba un endurecimiento de los controles para desalentar estas operaciones.

Vanoli, al frente de la CNV, tenía, entre sus responsabilidades, controlar los mercados bursátiles, entre ellos los de operaciones con instrumentos financieros utilizados para operaciones cambiarias.

Esa experiencia es probablemente la que motivó su designación al frente del Banco Central

Cómo salir de la trampa del atraso cambiario

Uno de los principales desafíos de política económica en Argentina es cómo salir de la trampa del atraso cambiario, es decir, de un tipo de cambio demasiado bajo para los costos internos, que trae muchas consecuencias negativas, como ocurrió a comienzos de los ‘80 con la Tablita Cambiaria, a finales de los ’90 con la Convertibilidad y está ocurriendo nuevamente desde mediados de 2011.

No es fácil salir de esta trampa en condiciones como las actuales, porque con alta inflación las devaluaciones se trasladan muy rápidamente a los precios internos, licuando su efecto sobre la competitividad cambiaria.

Ese es uno de los motivos por los cuales el equipo económico seguramente evitará devaluar, es decir, subir de un salto el tipo de cambio, como en enero de este año. Porque ya comprobó que, en este contexto, las devaluaciones no sirven. Y porque devaluar está en contra de la visión económica de Kicillof, que siempre criticó las políticas de dólar alto. Lo hizo, por ejemplo, en épocas de Lavagna en el Ministerio de Economía.
En otros momentos, como entre 2005 y 2011, el dólar alto se sostenía, a pesar de la alta inflación, porque el dólar se depreciaba contra la mayoría de las monedas del mundo, entre ellas las de nuestros principales socios comerciales.

La diferencia entre nuestra inflación y la de Brasil se compensaba en parte por la lenta suba del tipo de cambio aquí y en parte a través de bajas del tipo de cambio en Brasil, contracara de aquella depreciación del dólar. Pero cuando Brasil dejó de bajar su tipo de cambio, a mediados de 2011, y comenzó a subirlo, nuestra competitividad cambiaria se desplomó. Y caímos así en la trampa del atraso cambiario. A comienzos de año nuevamente Brasil nos jugó a favor, al menos desde el frente cambiario.

Entre fines de enero y la primera mitad de abril el tipo de cambio en Brasil cayó 9,9 %, contribuyendo a mejorar nuestra competitividad cambiaria justo en las semanas posteriores a la devaluación.

Pero desde comienzos de septiembre, el dólar en Brasil ha estado subiendo, y eso complica nuestro frente cambiario. La suba fue del 11,6 % en sólo un mes. Con esa suba, el tipo de cambio en Brasil está hoy en su máximo en lo que va del año. El problema es que esta suba del dólar en Brasil puede ser parte de un proceso que puede durar algún tiempo. Es el fortalecimiento del dólar en el mundo, luego de más de 10 años de depreciación casi ininterrumpida.

El dólar contra una canasta de monedas subió 6,7 % desde el 1 de julio hasta finales de septiembre.

Dos consecuencias de esta apreciación del dólar en el mundo. La primera es que la contracara de la apreciación del dólar es que se deprecia el resto de las monedas. Es decir, sube el tipo de cambio en otros países, como nuestros socios comerciales en general y Brasil en particular. Salir del atraso cambiario se hace así más cuesta arriba. Ya no sólo hay que subir el tipo de cambio para compensar una inflación mayor, sino también para compensar mayores tipos de cambio en otros países.

La segunda consecuencia es que caen los precios en dólares de las materias primas, como es el caso de la soja. Justo cuando el Banco Central tiene serias dificultades para sostener sus reservas. Menores precios de materias primas y fortalecimiento del dólar justo cuando estamos en medio de un problema de atraso cambiario son malas noticias. Porque prefiguran un 2015 con mayor escasez de dólares, muy difícil de manejar sólo con mayores restricciones a las importaciones.

(*) Economista

© Agensur.info

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