jueves, 21 de agosto de 2014

Los inmigrantes en los textos de Jorge Luis Borges

(24 de agosto de 1899-14 de junio de 1986)

Por Liliana Bellone (*)
Nacido en el seno de una familia patricia, en cuya genealogía figuran nombres como Lafinur, Laprida, Acevedo, Suárez, Haedo, Jorge Luis Borges rinde tributo a sus antepasados criollos y europeos. Por el lado materno, el destacado abuelo Isidoro Acevedo y el bisabuelo, el Coronel Isidoro Suárez, guerrero en las campañas libertadoras del continente y que tomara parte en las batallas lideradas por San Martín y Bolívar, héroe de Junín y Ayacucho, y por el lado paterno, el Coronel Francisco Isidro Borges, descendiente de portugueses, espada de las luchas entre unitarios y federales y comandante de Campaña en el  Fuerte de Junín. 

Educado por su abuela inglesa Frances Ann Haslam y en colegios y liceos de Suiza, Borges no tardará en mostrar su adhesión a lo europeo. Pero en su sangre estaban aquellos criollos de patriadas y ejércitos,  el arrabal y las calles de Buenos Aires, lo que fatalmente lo llevará a construir su obra sobre la base de esas contradicciones: lo vernáculo y lo europeo, o lo europeo tamizado por lo argentino y americano o viceversa. Admirador de Sarmiento y, como él, detractor de la llamada “barbarie”, en no pocas ocasiones, deja advertir, paradójicamente, y tal vez como la mayoría de los herederos ideológicos del 80, cierto desdén ante el inmigrante. De este modo, el escritor muestra la contradicción de su formación liberal, enciclopedista y europeísta. En él aparecen las marcas del conservadurismo criollo, resistente a la nueva fisonomía de una Argentina pluriétnica y pluricultural. xenobia constitutiva de la clase alta y de sectores populares que aparece en  Martín Fierro, Juan Moreira o Santos Vega.

En el cuento “La señora mayor” en El informe de Brodie (1970), la protagonista, María Justina Rubio de Jáuregui, hija de un guerrero de la independencia, se siente defraudada por la Infanta Isabel, quien llega  a la Argentina durante los festejos del Centenario, pues advierte que “habla no como una señora argentina”, sino “como una gallega cualquiera”. En el mismo cuento, se alude a otro personaje, a un señor Molinari, que “aunque de apellido italiano, era profesor de latín y una persona de lo más ilustrada”. De más está recordar la ridícula posición de Carlos Argentino Daneri, protagonista de  “El Aleph”, en el libro del mismo nombre, descendiente de italianos, en quien sobreviven, después de dos generaciones, “la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana” y cuyo segundo nombre se carga de ironía. Los personajes de “Emma Zunz” (El Aleph, 1949) o “El indigno” (El informe de Brodie, 1970), donde la delación, la crueldad y la traición configuran oscuras psicologías, portan nombres y apellidos judíos. Sin embargo, hay extranjeros o descendientes de extranjeros, con los cuales el narrador borgeano siente evidente simpatía: Juan Dahlmann, especie de “alter ego” del autor y que muere en el sur, (“El sur”, Ficciones, 1944), de manera heroica y romántica, tal vez, como señala el narrador, siguiendo los designios de su sangre germánica.

Otro personaje de apellido italiano, Alejandro Ferri, narrador-protagonista del cuento “El congreso”,  (El libro de arena ,1975) se presenta también como una especie de doble  del escritor, quien siguiendo la enseñanza cervantina habla de sus propias obras en la ficción. Ferri enseña inglés y habla del director de la Biblioteca Nacional de la calle México, “un literato” a quien no quiso conocer, y  que “se ha consagrado al estudio de las lenguas antiguas”,  mientras escribe sobre orilleros y compadritos. Además Ferri es poeta y dice:”Ser de cepa italiana en Buenos Aires era aún desdoroso; en Londres descubrí que para muchos era un atributo romántico.”

También es extranjero el “elusivo” personaje del cuento “There are more things” de El libro de arena, de 1975. Max Preetorius, contrasta con el carpintero Mariani, “un italiano obeso y rosado, ya entrado en años, de lo más vulgar y cordial”.

En “La espera”, en El Aleph (1949),  un hombre que dice llamarse Villari, como su  enemigo, aguarda la muerte mientras lee el libro más grande, “esa obra capital”, La Divina Comedia. Los indicios espaciales y temporales, muestran una realidad histórica y social determinada: “En la vidriera de la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer; los judíos estaban desplazando a los italianos, que habían desplazado a los criollos. Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente de su sangre.”

En “Guayaquil” (El informe de Brodie, 1970) aparece el profesor judío Zimmermann, un estudioso de las gestas de Bolívar y San Martín. Zimmermann es astuto, adulador, no escatima zalamerías para lograr lo que se propone. Alaba de un modo casi servil la casa señorial del historiador argentino eminente que lo recibe, narrador en primera persona y que posee rasgos biográficos de Borges, o sea narrador-Borges. Descrito con cierto desdén:”Soy poco o nada observador, pero recuerdo lo que cierto poeta (sin duda Antonio Machado) ha llamado, con fealdad que corresponde a lo que define, su torpe aliño indumentario”,  Zimmermann es visto por ese narrador ideológicamente tradicional y pertenecientes a las viejas elites, con poco disimulado desprecio. Esta xenofobia aparece en la descripción de Trápani, el personaje de apellido italiano que narra la historia de Juan Muraña al mismo Borges, (“Juan Muraña” en El informe de Brodie, 1970) que no deja de aparecer con ciertos rasgos petulantes. El mismo narrador-Borges confiesa que no se tenían ningún afecto. Ni afecto, ni simpatía, salvo excepciones, a los inmigrantes que hollaban el suelo argentino.

(*) Narradora, poeta, ensayista y crítica literaria. Graduada en  Letras. Ejerció la docencia y la investigación. Publicó más de una decena de libros,  entre ellos, las novelas: Augustus (Premio Casa de las Américas de Cuba 1993), editada en La Habana ese año, Fragmentos de siglo, Las viñas del amor  y Eva Perón, alumna de Nervo, (Edición del Congreso de la Nación Argentina, Buenos Aires, 2010, Colección Bicentenario) y que será publicada en Italia con el título de Eva Perón, allieva di Nervo, libros de cuentos, poesía y teatro, etc.  Colabora con textos literarios y críticos en revistas especializadas. Coordina talleres, seminarios y cursos de teoría, escritura y crítica literaria auspiciados por entidades oficiales y privadas. Acaba de finalizar una nueva novela “Michele”, un ensayo “Borges, el otro y el peronismo” y un libro de cuentos: “Tríptico del Arte”. 

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