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Por Carlos Gabetta (*) |
El gobierno argentino, ansioso de epopeyas, tiene la
oportunidad de protagonizar una que no requiere inventar enemigos o recurrir a
ejemplos de un pasado más ilusorio que real. Pero ocurre que no sabe cómo y no
tiene recursos ni autoridad para liderar la cruzada.
En el conflicto con los fondos buitre, medio mundo
–organizaciones internacionales, gobiernos, Premios Nobel, personalidades– le
da la razón a la Argentina.
En términos estrictamente legales, el país debería
someterse al fallo del juez Griesa, ya que éste se basa en los compromisos
asumidos en la reestructuración de la deuda. Pero un asunto de esta complejidad
e implicancias puede y debe recurrirse y discutirse en el ámbito internacional,
ya que el problema argentino se inscribe en una crisis financiera planetaria
que lleva años, no se atenúa y requiere cambios estructurales. El Premio Nobel
de Economía Joseph Stiglitz afirmó que “con este fallo, Estados Unidos le tiró
una bomba al sistema económico”.
Esta y otras voces de alarma, que apuntan a la economía y no
sólo a las finanzas, a Estados Unidos y no a Griesa –al fondo del problema–,
son el sustento de los apoyos políticos y académicos que ha recibido Argentina.
La epopeya consistiría pues en no pagar ni asumir el
default. En insistir ante los organismos de Justicia internacionales y, sobre
todo, consolidar los apoyos políticos a una propuesta seria de modificación al
sistema financiero y sus reglas, que incluyese impuestos a las transacciones,
como la tasa Tobin. Es una oportunidad única para librar este combate, ya que
la crisis mundial ha creado la necesidad y ésta ha acabado por introducir el
tema en los sitios menos pensados. Aunque postergaron su entrada en vigor hasta
2016, once de los 28 países de la Unión Europea (UE) suscribieron un acuerdo
político para aplicar un euroimpuesto sobre las transacciones financieras.
Varios de ellos, como Alemania y España, están gobernados por la derecha, y el
Tribunal Superior de Justicia de la UE dio su visto bueno, desestimando un
recurso presentado por Gran Bretaña.
En suma, una batalla necesaria y posible de ganar. La crisis
financiera mundial tiene un sustrato económico estructural; una gran mutación
se avecina. Por ahora, y como siempre ocurre en estos casos, el belicismo se
propaga
(http://www.perfil.com/columnistas/Temblores-de-guerra-20140727-0004.html).
De modo que contribuir a modificar el sistema financiero internacional sería un
aporte al edificio de la paz, pasible de recibir mucho apoyo.
La mecha de la crisis está hoy encendida en Argentina, un
país que dispone de un arsenal nada despreciable para dar la batalla y una
vieja experiencia en estos temas. Hace tres décadas, en plena crisis mundial de
la deuda externa, International Business Week nos dedicó una alarmada nota de
tapa: “El presidente Alfonsín restaura la democracia: pero ¿pagará la deuda?”
(“Argentina’s New Hope,” Business Week, 6/2/84). El temor de la revista de
negocios se fundamentaba así: “Argentina tiene capacidad económica como para
amurallarse. Incluso después de años de recesión, el país es fundamentalmente
opulento. Es autosuficiente en energía, tiene excedentes alimentarios y una
balanza comercial positiva (...) puede vivir confortablemente con un bajo nivel
de compras al extranjero (...) Atemorizado, un banquero estadounidense exclamó:
¡Podrían poner una barrera alrededor de sí mismos y mandarnos al diablo!”...
Pero eso fue hace tres décadas. Ninguna de esas condiciones,
salvo que somos “fundamentalmente opulentos”, sigue vigente. Los datos
negativos –inflación, recesión, desocupación, pobreza, ilegalidad, corrupción–
se han agravado. Después de décadas gobernada por sus propios buitres liberales
o nacionales y populares, Argentina es hoy un país bananero en crisis.
En suma, una epopeya imposible, porque para hacer de Juana
de Arco, enarbolar la espada y liderar a propios y aliados, habría que disponer
de espada, competencias y credibilidad. Y no es el caso.
(*) Periodista y
escritor. Acaba de publicar, en colaboración con Mario Bunge, ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba).
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