lunes, 18 de agosto de 2014

Entre buitres no hay cornadas

Por Carlos Gabetta (*)
El gobierno argentino, ansioso de epopeyas, tiene la oportunidad de protagonizar una que no requiere inventar enemigos o recurrir a ejemplos de un pasado más ilusorio que real. Pero ocurre que no sabe cómo y no tiene recursos ni autoridad para liderar la cruzada.

En el conflicto con los fondos buitre, medio mundo –organizaciones internacionales, gobiernos, Premios Nobel, personalidades– le da la razón a la Argentina.

En términos estrictamente legales, el país debería someterse al fallo del juez Griesa, ya que éste se basa en los compromisos asumidos en la reestructuración de la deuda. Pero un asunto de esta complejidad e implicancias puede y debe recurrirse y discutirse en el ámbito internacional, ya que el problema argentino se inscribe en una crisis financiera planetaria que lleva años, no se atenúa y requiere cambios estructurales. El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirmó que “con este fallo, Estados Unidos le tiró una bomba al sistema económico”.

Esta y otras voces de alarma, que apuntan a la economía y no sólo a las finanzas, a Estados Unidos y no a Griesa –al fondo del problema–, son el sustento de los apoyos políticos y académicos que ha recibido Argentina.

La epopeya consistiría pues en no pagar ni asumir el default. En insistir ante los organismos de Justicia internacionales y, sobre todo, consolidar los apoyos políticos a una propuesta seria de modificación al sistema financiero y sus reglas, que incluyese impuestos a las transacciones, como la tasa Tobin. Es una oportunidad única para librar este combate, ya que la crisis mundial ha creado la necesidad y ésta ha acabado por introducir el tema en los sitios menos pensados. Aunque postergaron su entrada en vigor hasta 2016, once de los 28 países de la Unión Europea (UE) suscribieron un acuerdo político para aplicar un euroimpuesto sobre las transacciones financieras. Varios de ellos, como Alemania y España, están gobernados por la derecha, y el Tribunal Superior de Justicia de la UE dio su visto bueno, desestimando un recurso presentado por Gran Bretaña.

En suma, una batalla necesaria y posible de ganar. La crisis financiera mundial tiene un sustrato económico estructural; una gran mutación se avecina. Por ahora, y como siempre ocurre en estos casos, el belicismo se propaga  (http://www.perfil.com/columnistas/Temblores-de-guerra-20140727-0004.html). De modo que contribuir a modificar el sistema financiero internacional sería un aporte al edificio de la paz, pasible de recibir mucho apoyo.

La mecha de la crisis está hoy encendida en Argentina, un país que dispone de un arsenal nada despreciable para dar la batalla y una vieja experiencia en estos temas. Hace tres décadas, en plena crisis mundial de la deuda externa, International Business Week nos dedicó una alarmada nota de tapa: “El presidente Alfonsín restaura la democracia: pero ¿pagará la deuda?” (“Argentina’s New Hope,” Business Week, 6/2/84). El temor de la revista de negocios se fundamentaba así: “Argentina tiene capacidad económica como para amurallarse. Incluso después de años de recesión, el país es fundamentalmente opulento. Es autosuficiente en energía, tiene excedentes alimentarios y una balanza comercial positiva (...) puede vivir confortablemente con un bajo nivel de compras al extranjero (...) Atemorizado, un banquero estadounidense exclamó: ¡Podrían poner una barrera alrededor de sí mismos y mandarnos al diablo!”...

Pero eso fue hace tres décadas. Ninguna de esas condiciones, salvo que somos “fundamentalmente opulentos”, sigue vigente. Los datos negativos –inflación, recesión, desocupación, pobreza, ilegalidad, corrupción– se han agravado. Después de décadas gobernada por sus propios buitres liberales o nacionales y populares, Argentina es hoy un país bananero en crisis.

En suma, una epopeya imposible, porque para hacer de Juana de Arco, enarbolar la espada y liderar a propios y aliados, habría que disponer de espada, competencias y credibilidad. Y no es el caso.

(*) Periodista y escritor. Acaba de publicar, en colaboración con Mario Bunge, ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba).

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