martes, 15 de julio de 2014

Conmoción en el Gobierno: Cristina quiere ir al default si Griesa no da garantías

En las últimas 24 horas se consolidó la posibilidad de ir al default, ante la falta 
de respuestas del juez. No hay nadie negociando.

Por Ignacio Fidanza
La información circulaba esta noche en el más alto nivel del Gobierno. 

La Presidenta está decidida a mandar al país a un nuevo default el próximo 30 de julio, si el juez Thomas Griesa no le ofrece las garantías necesarias –básicamente la reposición del stay- para evitar el riesgo de una nueva ola de juicios.

Las consecuencias sobre el sistema político y económico de una nueva cesación de pagos de la Argentina, son imposibles de mensurar en toda su extensión; pero en el Gobierno se ha terminado imponiendo la visión del ministro de Economía, Axel Kicillof –extensamente difundida en el diario oficialista Página 12-, sobre los beneficios de un default “técnico”, por sobre una mala negociación con los buitres.

Imagina el ministro que podrá enarbolar un nuevo relato si Griesa no repone el stay y entramos en cesación de pagos: No fue la Argentina la que defaulteó sino el magistrado quien la llevó a esa situación. Y en consecuencia, se atreven a vaticinar cerca suyo, las calificadoras y el mundo de las finanzas e general no calificaran este "evento" como un default pleno.

Es en realidad –hasta ahora- la estrategia resignada de un fracaso. Kicillof sencillamente no logró encontrarle la vuelta a un problema de gran complejidad técnica y política, como el que le planteó el fallo de Griesa, ratificado por todas las instancias de la justicia norteamericana.

El estilo del ministro es en gran parte responsable por esta encerrona. Convencido que sabe de todo mejor que todos, Kicillof armó un equipo muy livianito para lidiar con este desafío, como quedó en evidencia en la última reunión con el mediador designado por Griesa. El ministro no sólo se rodeó de amigos de la secundaria y la facultad, sino que ni siquiera a ellos los escucha.

La situación es tan grave que faltando apenas 11 días hábiles para que la Argentina entre en default, hoy no hay nadie negociando el tema. Kicillof se entretuvo ayer peleándose con tamberos por el precio de la leche y hoy estaba armando las valijas para acompañar a Cristina a una reunión de los BRICS en Brasil, donde ya todos sus miembros avisaron que Argentina no será incluida, al menos en el corto plazo.

En el Gobierno la posibilidad, ahora cierta, de un nuevo default genera lecturas encontradas. Kicillof cree que no será ni por asomo tan grave como el del 2001 y sostiene que es posible salir rápido de la situación, pero desde una posición de fuerza. “Creen que pueden entrar y salir del default de manera controlada y rápida”, afirmó a LPO una fuente con acceso a estos diálogos.

El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, opina todo lo contrario e imagina consecuencias tremendas para el país y especialmente para el Gobierno, que sufriría un golpe definitivo. “Cualquier cosa menos el default, la muerte antes que el default”, bromean cerca del chaqueño, con esa facilidad envidiable de los norteños para sacarle dramatismo a las situaciones más extremas.

El núcleo duro del kirchnerismo se ilusiona además con recuperar parte del épica pérdida, presentando la decisión como una muestra incontrastable de la defensa de los intereses nacionales frente a los buitres del poder financiero global y sus aliados locales.

Cristina, a diferencia de Néstor Kirchner, suele confirmar en la acción lo que anticipa en sus discursos. En ese sentido, la decisión de ir al default si Griesa no cede, es consistente con sus intervenciones públicas sobre el tema.

Todavía falta mucho y no falta nada. En las próximas dos semanas, se definirá buena parte del futuro de la Argentina.

© LPO

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