Por Alfredo Leuco |
Daniel Scioli avanzó por el medio del salón. La concurrencia
se abrió al paso del gobernador que fue derechito hacia Héctor Magnetto. Se
hizo un revuelo de fotógrafos y camarógrafos que pusieron el dedo en el
gatillo. El gobernador y el CEO de Clarín se estrecharon en un abrazo y se
levantó un murmullo que hablaba de un hecho político. “¡Qué convocatoria,
Héctor!”, dijo Daniel sonriente, rodeado por su hermano Pepe Scioli, Gustavo
Ferrari y Gustavo Marangoni. “Es la nueva Argentina que nace”, respondió el
empresario.
Parecía una pesadilla de Cristina Fernández, pero fue una realidad
que corresponde analizar en su profundidad y de cara a 2015. La Presidenta no
aguantó ni un día para reaccionar. Le ordenó a Capitanich que devolviera el agravio
y el jefe de Gabinete dijo con algún problema de sintaxis : “Dime con quién
andas y te diré quién eres”. Ayer redobló la apuesta y fue al grano. Acusó a
Scioli, sin nombrarlo, de ser empleado de los grupos mediáticos que financian
sus campañas y de marionetas de las corporaciones que quieren extorsionar a la
democracia”. Scioli no devolvió la cachetada. Puso la otra mejilla: “No pido
permiso ni me escondo”, y citó como ejemplo de su amplitud que también
participó en eventos organizados por el diario PERFIL.
Esa fue la bandera de largada para que otros dirigentes más
sectarios y con menos votos todavía salieran a confirmar lo que los carteros
abiertos plantearon con o sin vueltas: “Scioli no nos representa”. “Cualquier
colectivo lo deja bien”, acusó Sergio Urribarri, quien se presenta como un
ideológico puro del cristinismo. Magnetto tuvo la gentileza de no refregarle en
la cara ese triunfo a la Presidenta y al día siguiente ni en Clarín ni en
ningún lado pudo verse la imagen de ese abrazo público que marca un antes y un
después. Magnetto se autolimitó. Podría haber publicado la foto en la tapa del
diario o las imágenes en Telenoche y hubiese generado un tsunami político en el
peor momento de un gobierno que tuvo a su vicepresidente vapuleado en los tribunales,
a semanas de ser procesado, camino al juicio oral y que por la noche accedió a
ser entrevistado por TN. A sus plantas rendido un Boudou.
Marangoni quiso quitarle dramaticidad al gesto y habló de la
cordialidad como bandera del sciolismo y se quejó de que “si después de treinta años de democracia no
podemos estar con quien piensa diferente, estamos en problemas”. Error. Para
Scioli puede ser que Magnetto piense diferente. Pero para el matrimonio
ideológico de Cristina y Víctor Hugo Morales, el gobernador se abrazó con el
diablo mafioso responsable de todas las calamidades nacionales. Todavía huele a
azufre, diría Hugo Chávez, el autoritario ídolo de ambos.
El seminario organizado por Clarín llamado “Democracia y
desarrollo” coincide en sus conceptos con lo que Daniel Scioli plantea hacia el
futuro. “Soy el más confiable y más experimentado para avanzar en la etapa del
desarrollo, que es lo que se viene”, dijo rodeado de Miguel Bein y Mario
Blejer, quienes serán los estrategas económicos si Scioli llega a sentarse en
el sillón de Rivadavia. Ambos son críticos de la gestión de Cristina, pero no
tanto. Y rescatan mucho de lo que hizo Roberto Lavagna en el último duhaldismo
y el primer kirchnerismo. Representan lo que el gobernador quiere instalar como
consigna: “Continuidad con cambios”. ¿Lo conseguirá? No es fácil.
Aquel día del abrazo no fue en el infierno. Fue en el Malba
y en un contexto donde salvo Scioli y el empresario Hugo Sigman, casi no hubo
oficialistas. Participaron cuatro presidenciables: Sergio Massa, que esperó que
se fuera Daniel Scioli para entrar y repetir el saludo, Ernesto Sanz quien fue
uno de los expositores, y Hermes Binner. El quinto de ese grupo selecto,
Mauricio Macri, estaba de viaje en el interior y fue representado por Horacio
Rodríguez Larreta. Esos apellidos potenciaron el enojo de Cristina. La radio AM
750 y Tiempo Argentino la supieron expresar. La radio de Aliverti y del gremio
de los encargados le preguntó a Hermes Binner si no sabía que “Magnetto está en
abierta guerra con el Gobierno”. Astuto, el socialista le recomendó al
periodista que hiciera la denuncia a la Justicia. Y el diario de Szpolski
recordó que la concurrencia al Malba se sumó a la estrategia de Magnetto de
“comprar impunidad a futuro porque está sospechado de delitos de lesa humanidad
como la apropiación de Papel Prensa”.
En el plano empresarial la cuestión tuvo la misma
envergadura, por la presencia de varios de los más poderosos de la Argentina.
Empezando por Luis Pagani de Arcor quien últimamente se había corrido de la
exposición pública o la de Luis Betnaza (Techint), Miguel Acevedo (Aceitera
General Deheza), Enrique Cristofani (Banco Santander Río) y Gabriel Martino
(HSBC), entre otros, como el vicepresidente de la UIA y hermano del gobernador
de Salta, José Urtubey, y los cinco jinetes del apocalipsis de la oligarquía
destituyente: Etchevehere (SRA), Ferrero (CRA), Garetto (Coninagro), Buzzi
(FAA) y Gerónimo Venegas (Uatre).
Un consultor comentó con avaricia: “Esto es un síntoma claro
del fin de ciclo”. Es que apenas seis meses antes muchos de los que
participaron no se hubieran atrevido a mostrarse públicamente con Magnetto,
José Antonio Aranda, Lucio Pagliaro o Marcela Noble Herrera. Temían las
represalias de Cristina y sus muchachos. Los ataques hacia los presentes ya
comenzaron y van a seguir. Pero duelen mucho menos. La ausencia de herencia
política y la crisis económica le quitaron capacidad de daño al Gobierno. Pasa
lo mismo en la Justicia. Tienen a José María Campagnoli contra las cuerdas.
Todos los días los paraperiodistas subsidiados por todos los argentinos operan
contra Ariel Lijo, y sin embargo, el mismísimo papa Francisco salió a respaldar
a ambos pese a que también son como el diablo, pero de los tribunales.
Los tiempos electorales se acelerarán cuando Argentina
finalice su participación en el Mundial de Fútbol. Si sale campeón eso
producirá humo y una semana más de euforia. Pero si los muchachos de Sabella
regresan antes, se potenciará el malhumor que abrirá las puertas a la discusión
sobre candidaturas. ¿Qué hará Cristina al respecto?
Está atrapada sin salida. Su candidato del alma, Axel
Kicillof, por ahora no acusa peso en la balanza. Pero le serviría para
conservar el relato heroico ficticio y cohesionar a diputados y a militantes
para comandar la oposición. Nadie cree que quiera jugar su única carta
competitiva que es la de Daniel Scioli. ¿Pero qué hacer, entonces, para no
favorecerlo? Si Scioli gana las PASO ante Randazzo, Urribarri o Kicillof, se
fortalece. Si lo expulsan del Frente para la Victoria, lo victimizan. No está
claro cuál será el camino electoral del cristinismo. Porque fuera de los
defensores del modelo está sólido en el primer lugar Sergio Massa (menos para
Poliarquía que lo da segundo) y vienen creciendo tanto Mauricio Macri como el
espacio UNEN que cada día estudian desde el radicalismo y Elisa Carrió con más
detenimiento una oferta del PRO que los llevaría a ambos a ganar las
gobernaciones de una decena de provincias en el peor de los casos. Eso
fracturaría el Frente Amplio que perdería su ala izquierda. Por ahora son
especulaciones y posibles reacomodamientos más pragmáticos y territoriales que
ideológicos.
De todas maneras hay muchos prejuicios y dogmas que se
seguirán cayendo. Un cronista experimentado cuando vio el abrazo entre Magnetto
y Scioli dijo que era una foto no publicada insuperable como noticia. Pero al
instante cambió. Señaló otro abrazo del CEO del Grupo Clarín y dijo: “Esto es
más increíble todavía”. Era Humberto Tumini que palmeaba a Magnetto. El conductor
de Libres del Sur integró el estado mayor del Ejército Revolucionario del
Pueblo en los 70. Y lo pagó con años de cárcel y torturas. Ese encuentro
también era impensado en otra época, aunque ambos hayan tenido sus etapas de
aliados de Néstor Kirchner. Esta vez los unió la oposición a la Presidenta.
Cristina lo hizo.
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