sábado, 17 de mayo de 2014

Ya empezó 2015

Dificultades para “los tres finalistas”: Scioli, Massa y Macri. Sorpresa: Cristina podría estar en la boleta.

Por Roberto García
Un involuntario e ignorante reduccionismo alude en singular a la elección presidencial de 2015. Pero ocurre que no habrá sólo comicios generales, con posible segunda vuelta, sino una escandalosa catarata de elecciones que desde marzo provocarán múltiples derivaciones, alentando candidaturas o disolviéndolas, fabricando ententes o deshaciéndolas. Tamaña cantidad de convocatorias confunde a la democracia, la menoscaba.

Si se quiere hilar fino, ya este año empezó la competencia  para dirimir concejales en Mendoza y en Bariloche y, para octubre, se viene la de Marcos Juárez (Córdoba), uno de los lugares con más empleo y mayor PBI del país sojero. 

Pero estos resultados no habilitan un muestreo anticipatorio, apenas si consolidan o expulsan operadores en las fracciones partidarias. Por carecer de masa crítica, cualquier análisis conjetural se torna insolvente. Sólo es  un ejercicio de iniciación,  mientras el vendaval de elecciones de 2015 se desata en marzo, con Catamarca y Chubut, que abre un calendario extenuante.

Vasto entonces el  mapa de llamadas, excesivo o inútil tal vez, porque parece difícil que se modifique un estándar ya consagrado por las encuestas y convalidado por los medios: no más de tres personas hoy pueden soñar seriamente con ocupar el sillón de Rivadavia. Inclusive con la singularidad de que una de esas tres puede aterrizar antes de la cita final, sin desearlo, casi con más probabilidad de que un cuarto espontáneo se incorpore a la formación del triángulo. Obvio, los tres adelantados con potencial superior son Macri, Massa y Scioli.

Cada uno, con sus límites y vulnerabilidades, aventaja a un pelotón incipiente y con más carencias, sea por despliegue territorial, reconocimiento personal, adhesiones confesadas, suma de estructuras partidarias y, sobre todo, recursos: la carrera presidencial demanda fortunas gigantes para la campaña y para captar sponsors que invierten sólo en empresas que garantizan ganancias, resulta obligado exhibir performances satisfactorias en los sondeos.

El terceto privilegiado oscila hacia arriba entre 15 y 25 puntos. El resto –salvo Hermes Binner, con otro tipo de condicionamiento– no da la talla para recoger voluntades adineradas. Y sin el aporte de ellas cuesta ir a las urnas, y mucho más, contar los votos.

Esta digresión no debe ocultar el festival de elecciones del año próximo, aún sin precisiones sobre las fechas (hay muchos distritos que disponen  de esa gracia), pero puede ensayarse un cuadro tentativo con el adelantamiento a las presidenciales en no menos de diez provincias (algunas, como Santa Fe, ya determinadas por ley).  Cabe a cada intelecto estimar a quién le conviene la coincidencia de que en un mismo día, o no, se vote para gobernador, edil, legislador, gobernador y presidente.

A Catamarca y Chubut en marzo les podría continuar Salta en abril; La Rioja, Neuquén, Tierra del Fuego y Misiones en mayo; Capital en junio; Santa Fe en julio; Córdoba y Tucumán en agosto; Chaco y Río Negro en septiembre. Como se sabe, para las nacionales aún no hay fecha, se supone que entre agosto y octubre se realizará primera y segunda vuelta, si fuera necesario.

A este fárrago habrá que añadir las internas, el establecimiento de alianzas y los cierres de lista.

Hay misterios diversos. Si Urtubey se presenta y gana como gobernador en Salta, ¿se inscribirá por un premio superior cinco meses más tarde? Parece atorado. A su vez, Macri tropieza con otra contingencia: si bien él no puede presentarse en Capital y, por ley, en el distrito porteño se fijó que sus autoridades deberán elegirse 45 días previos a las presidenciales, ¿qué ocurriría con su postulación si su fuerza política fuese derrotada? Nadie imagina que una circunstancia de ese tipo haría más robusta su candidatura, tal vez podría quedar al margen de la presidencial sin siquiera competir. De ahí que, en su círculo íntimo, se plantea modificar en la Legislatura esa exigencia de los 45 días y uniformar las fechas, o imponer ese criterio desde la jefatura de Gobierno según una interpretación constitucional.

En materia de cambios, a Macri tampoco le molestaría, en el orden nacional, instalar el sistema de boleta única para la elección general, propuesta que –supone– podría interesar a la propia Cristina. Si mantiene el diálogo fluido con la Presidenta, quizá la interese con esta iniciativa ya utilizada en Santa Fe. Ella acaso se despreocupe de un canje legislativo y decida por su cuenta y bloque hornear el proyecto presentado por el legislador Wado de Pedro, que incluye en la boleta de los comicios presidenciales, por distrito único y con representación proporcional, los candidatos a diputados al Parlasur (parlamento regional). Casi todos entienden que la mandataria, para reafirmar el proyecto familiar y exportarlo a países vecinos, quizás no se retire a su lugar en el mundo de El Calafate y, en cambio, presida la nómina, se cargue de otras responsabilidades y también se cubra de eventualidades indeseadas.

Si para un ciudadano común esta sucesión electoral de 2015 se transforma en un galimatías, no menos complejo resulta para los protagonistas de la contienda, inhibidos o proclives para realizar alianzas en el momento justo. Ya el Frente Amplio y Macri entienden el riesgo de acordar luego de la primera vuelta, razón por la cual ciertos personajes se arremangan para anticiparse. Binner, por ejemplo, ¿privilegiará su aspiración presidencial abandonando Santa Fe con el riesgo de que el socialismo pierda la provincia si él no se presenta? Dudosa decisión, es hombre de partido, no de personalismos. Macri, a su vez, en pos de un acuerdo que lo encumbre a la presidencia –ya que sin un pacto con otros partidos difícilmente llegue a la final–, se desentienda tal vez de la sucesión capitalina (no confía en Michetti, y Rodríguez Larreta ni siquiera es conocido) y hasta le conceda una oportunidad al radicalismo, partido más ansioso por ocupar el distrito porteño, en lugar de imponer un hombre en la fórmula presidencial. A ellos los presiona el tiempo.

Otros enigmas diferentes persiguen a Cristina, quien estimula a La Cámpora para hacerse peronista o escriturar para su tendencia el sello, reniega entre mantener el control remoto sobre Scioli, inventar otro candidato hasta ahora vagaroso o pronunciarse a favor del ascenso de un Randazzo que tampoco es del paladar K. Dudas que se extienden a Massa, sin un socio connotado que lo represente en Capital, a veces estremecido por el demoledor odio oficialista y la voracidad macrista por arrebatarle parte del mismo mercado electoral.

Scioli alcanzó el punto menos deseado, la altura que él mismo promovió: al revés de otros tiempos, en que su partida podía constituir un revés para el kirchnerismo, ahora tiene la certeza de que no dispone de esa alternativa, se encerró en la dependencia y deberá hacer lo que diga CFK. La necesita más a ella, que ella a él. Cosas de la vida.

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