lunes, 12 de mayo de 2014

La oposición se entusiasma con un "mani pulite" nacional

Por Gabriel Profiti
Fin de ciclo político y economía en apuros fertilizan el terreno para que la oposición plantee nuevamente -al igual que en el ocaso del gobierno de Carlos Menem- la lucha contra la corrupción como bandera en la campaña electoral de 2015.

El plan tendrá títulos rimbombantes como Conadep de la Corrupción o "Mani pulite" argentino, pero al cabo será una apuesta del antikirchnerismo en esta transición. Si quedará como mero recurso electoral o se impondrá como política de Estado será luego decisión de los actores.

El esbozo recibió un fuerte impulso el último viernes cuando la Conferencia Episcopal Argentina, con guiño papal, difundió el documento "Felices los que trabajan por la paz" en el que definió a la corrupción como "cáncer social", además de advertir que la Argentina está "enferma de violencia".

En ese marco, hay planes hacia adelante y hacia atrás. Los presidenciables del Frente Unen Ernesto Sanz, Julio Cobos y Elisa Carrió coincidieron en promover una Conadep para la investigación de hechos de corrupción durante el kirchnerismo.

Cobos propone además la firma de un compromiso por parte de todos los candidatos para avanzar en políticas de transparencia como la imprescriptibilidad de delitos de corrupción, la aprobación de una Ley de Acceso a la Información Pública o embargos contra funcionarios corruptos, entre otros.

Por su parte, la diputada macrista Laura Alonso reflotó un proyecto del año pasado de su autoría -acompañado por firmantes de todo el arco opositor- para la creación de una Comisión Bicameral de investigación de actos de corrupción.

"La semana próxima voy a hablar con Gabriela Michetti y con otros diputados como Margarita Stolbizer para tener una reunión de trabajo sobre este tema y avanzar", adelantó Alonso.

La diputada, quien discrepó con la etiqueta de Conadep de la Corrupción porque -dijo- sería banalizar la investigación contra delitos de lesa humanidad en la dictadura, propone que la comisión sea integrada por legisladores, pero también por actores de la sociedad civil, la Auditoría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y la Iglesia, entre otros.

Graciela Ocaña, actual legisladora porteña, también se mostró interesada en conformar un grupo investigador, pero pidió hacer énfasis en "recuperar el patrimonio robado porque en la Argentina, a diferencia de otros países, nadie devuelve lo que se robó".

No está claro si Sergio Massa asumirá la lucha contra la corrupción como otro de los ejes de campaña del Frente Renovador, pero puede acorazarse en la figura del exARI, Adrián Pérez, histórico militante de la transparencia.

Pérez acaba de promover junto a Alonso y otros diputados del frente panradical una reunión con una red de ONGs para avanzar en la transparencia de los gastos asignados por cada legislador.

Política de Estado o cortina

Así las cosas, la corrupción se incrustará como eje orgánico del discurso opositor en los próximos meses junto a las principales preocupaciones de la sociedad que son la inseguridad, la inflación y, cada vez más, el desempleo.

En la Argentina, una ola anticorrupción surgió sobre el final del gobierno de Carlos Menem. Si bien el expresidente y muchos de sus funcionarios todavía hoy deben desfilar por tribunales, quienes estaban en condiciones de mostrar que había una forma distinta de hacer política también terminaron enchastrados en escándalos. De hecho, el Gobierno de la Alianza comenzó a resquebrajarse con la denuncia sobre sobornos en el Senado.

En Italia, el derrotero fue más amplio pero el final fue similar. El proceso conocido como Mani Pulite fue una revolución que quiso terminar con la corrupción sistemática y estructural como forma de desarrollo de la política en la península.

Sin embargo no fue una operación multisectorial sino una investigación judicial. Por aquella pesquisa iniciada en 1992, el fiscal Antonio Di Pietro investigó a 3.100 personas entre presidentes, ministros, legisladores, funcionarios y empresarios.

La mayoría fue condenada y se quebró el sistema tradicional de partidos. Pero luego apareció Silvio Berlusconi y la corrupción volvió a florecer porque tanto en Italia como en la Argentina se trata de un problema cultural, que requiere de un trabajo continuo y sistemático, no de un soplo electoral.

El PJ se reordena

El mismo día que la Iglesia hizo sus advertencias sobre la situación del país, el PJ selló su nueva conducción con un organigrama salomónico en el que todos los presidenciables fueron encumbrados como vicepresidentes honorarios.

El nuevo PJ presidido por Eduardo Fellner dejó de ser meramente kirchnerista, pero fracasó en su intento de recuperar a hijos pródigos como el gobernador cordobés José Manuel de la Sota y los senadores, Adolfo Rodríguez Saá (San Luis) o Juan Carlos Romero (Salta). Todos ellos son potenciales aliados de Massa.

Fue Cristina Kirchner quien decidió limitar el radio de acción de los operadores partidarios para aquella repatriación. De hecho, rechazó el pedido de De la Sota para que se saldaran las deudas que reclama y además le negó la posibilidad de refinanciar pasivos con la Nación por tener juicios con el Estado nacional.

La Presidenta se está yendo pero todavía reparte los naipes. Busca retener al peronismo bajo cierto control y mantenerse como referencia para después de 2015. Así como hace unos meses encumbró a un radical en la vicepresidencia provisional de Senado (Gerardo Zamora), ahora le sube el precio cada vez que puede a Mauricio Macri en detrimento de Massa. Sucede que en un escenario de varios candidatos fuertes, su núcleo duro de votantes cobra mayor dimensión.

© NA

Contacto: @gabrielprofiti

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