viernes, 20 de diciembre de 2013

#Hashtag: La realidad supera a la ficción del kirchnerismo

Por Ana Gerschenson
Los cortes de energía en 2012 fueron una conspiración de alguien que "bajó una palanca". Hoy son consecuencia natural del formidable crecimiento del país. La inflación en la Argentina acumula hasta noviembre apenas un 9,4 por ciento. Los precios, según el Gobierno, aumentan poco y nada. Y la inseguridad, que en un principio según varios ministros se trataba de una "sensación", es ahora un problema generado por la Justicia.

La lista de sofismas continúa. La diferencia es que, por estos días, el gobierno de Cristina Kirchner ha dejado de convencer a propios y ajenos que sus postulados se condicen con la realidad.

El oxígeno político que había generado la salida del supersecretario Guillermo Moreno y el ingreso del peronista Jorge Capitanich como jefe de Gabinete, se ha consumido. Los saqueos generalizados, la falta de respuesta a los gobernadores del PJ, empezando por la pelea pública con José Manuel De la Sota en plena crisis policial, y finalmente el reto de Julio De Vido por hablar de cortes programados desdibujaron a Capitanich. Lo debilitaron. Y los gobernadores del peronismo ya no creen que Coqui sea un interlocutor válido frente al Gobierno.

En las últimas semanas, el propio kirchnerismo ha comenzado a cuestionar el modelo que supieron defender, a pesar de las inexactitudes que incluía el relato.

En el plano de empresarios K, esta semana tanto la Cámara Argentina de Industrias Opticas y Afines (Cadioa) como la Confederación General Empresaria de la Argentina (Cgera), admitieron ante El Cronista su preocupación por la espiralización de la inflación.

Fueron sintomáticas las palabras del diputado y líder de La Cámpora, Andrés "Cuervo" Larroque, quien la semana pasada aseguró en formato autocrítica que "como Gobierno planteamos temas con buenas intenciones que se terminan transformando en un boomerang". Y también que"a veces nos enfrascamos en nuestra pelea con Clarín y nos cerramos mucho".

Igualmente, la dirigencia de La Cámpora no cesa su avance en ocupar cargos en la administración pública. En primer plano, como el caso de la ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez, o en los puestos de segunda y tercera línea en los demás ministerios, especialmente en la Cancillería.

Los intendentes del conurbano intentan contener la situación en sus distritos como pueden en este diciembre convulsionado por las amenazas de saqueos y cortes de luz con altas temperaturas. Una combinación letal de fin de año. Volvieron a encontrar en el gobernador Daniel Scioli a un referente político con quien trabajar los problemas de todos los días.

Y es que el vacío de conducción política se acentúa con el paso de los días. Cristina habla con pocos. Es muy difícil acceder a la Presidente para plantear una idea o para saber qué es lo que piensa. Le sucede, por ejemplo, a un diputado K, reconocido economista. Tiene una propuesta con correcciones al modelo lista, pero no tiene a quien presentarle sus ideas ya que, después de su operación, Cristina ya no le contesta el teléfono. No es el único que se queja del silencio presidencial.

Sobre todo en estos tiempos en los que cada día se hace más difícil defender un relato que los hechos hacen pedazos.

La decadencia es tal, que el kirchnerismo que había logrado el reconocimiento de la sociedad por el acento en su defensa por los derechos humanos, que se preguntó de todo aquel crítico u opositor (nunca a uno de los suyos) qué estaba haciendo durante la dictadura, terminó apoyando el ascenso de César Milani como jefe del Ejército, acusado no en una, sino en tres causas por violaciones a los derechos humanos.

El cierre de la década kirchnerista, que se presentó como "la nueva política" en 2003 y como contracara de la corrupción del menemismo, no podría ser peor. Hay investigaciones judiciales por presuntas irregularidades en la administración pública para beneficio personal en todos los niveles. Legisladores K, ministros, funcionarios, el vicepresidente y hasta la propia familia Kirchner acumulan causas en la Justicia, y todas, como durante el menemismo, tratan de ser obstaculizadas sin siquiera ensayar una explicación de lo sucedido de cara a la sociedad. De la nueva política, de los sueños y de las convicciones, no ha quedado absolutamente nada.


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