Por IDESA (*)
La campaña electoral está dominada por los candidatos de la
Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Esto se produce en un
contexto de inédita concentración de fondos públicos en el nivel nacional con
el grueso de los recursos gastados en beneficio de Buenos Aires. Sin embargo,
las privaciones severas, como las que impone la pobreza, golpea más
intensamente en el interior. Se trata de una costosa contradicción que
contribuye a que en el debate electoral se eludan los temas más importantes,
como la alta regresividad de los subsidios económicos.
La campaña electoral se caracteriza por escasos contendidos
sustanciales y mucho de exaltación de la propia imagen con alusiones o embates
de ironías que descalifiquen la figura del candidato contrario. Se trata de un
hecho paradojal y socialmente muy costoso a la luz de la enorme cantidad de
distorsiones acumuladas que condicionan el futuro del país. La principal
consecuencia es que se pierde la oportunidad que brindan las elecciones para
abordar temas verdaderamente trascendentales, algo que en democracias maduras
es motivo central de las campañas electorales.
Aunque las elecciones son de alcance nacional, una
característica preponderante de esta campaña electoral es que la mayor parte de
los espacios de discusión y comunicación pública son monopolizados por los
candidatos de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Esto
naturalmente lleva a que las visiones y los intereses de la región
metropolitana tomen preponderancia en desmedro del interior del país.
La deformación asociada con este fenómeno electoral es
profunda y queda explicitada cuando se considera, por ejemplo, la distribución
geográfica de la pobreza. Según datos oficiales del INDEC, los hogares más
pobres del país se distribuyen según la siguiente disposición regional:
· Un 3% de los hogares más pobres vive en la Ciudad de
Buenos Aires y otro 26% vive en el conurbano bonaerense.
· Un 32% vive en las capitales de provincia del
interior del país y Rosario.
· Un 39% vive en pequeñas ciudades y pueblos del
interior de las provincias.
Estos datos oficiales muestran que, del total de hogares
pobres, el 71% se ubica en el interior del país, ya sea en la capital
de una provincia o en pequeñas ciudades o pueblos del interior de las
provincias. Sin embargo, el debate electoral es acaparado por políticos de la
Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. La principal consecuencia de
esta contradicción es que no aparecen tratados en su justa importancia temas
centrales para la calidad de vida de una gran cantidad argentinos que viven en
el interior y que enfrentan situaciones de privaciones y vulnerabilidad mayores
a los de la región metropolitana.
Un ejemplo concreto de esta contradicción emerge con el
abordaje de la inflación. Es casi unánime, entre los candidatos de la Ciudad de
Buenos Aires y el conurbano bonaerense, el cuestionamiento a la manipulación de
los índices de precios y el rechazo a seguir erosionando el poder adquisitivo
de los hogares mediante la inflación. Sin embargo, casi nada se dice sobre los
orígenes de la inflación, que es la emisión monetaria asociada a un enorme
déficit fiscal causado fundamentalmente por los subsidios económicos; subsidios
que en el año 2013 van a alcanzar la suma a los $140 mil millones. Mucho menos
se cuestiona que estos subsidios sean gastados mayoritariamente en beneficio de
Buenos Aires, donde el 55% corresponde a subsidios al consumo de energía, 28% a
subsidios al transporte y 14% a los déficits de las empresas estatizadas.
Hablar en contra de la inflación sin cuestionar los
subsidios económicos es una grosera hipocresía. Hipocresía porque se exalta
discursivamente la preocupación por la pobreza pero luego se promueve, con la
acción o la omisión, el crecimiento de estos subsidios que van fundamentalmente
a favor de los votantes de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Sincerar
el debate sobre la inflación exige hablar del sinceramiento de las muy bajas
tarifas de servicios públicos que pagan los ciudadanos de la Ciudad de Buenos
Aires y el conurbano. Caso contrario, se seguirá con el absurdo de que quienes
viven en el interior, además de pagar altos impuestos y el costo pleno de sus
servicios públicos, deben afrontar con mayor inflación el gasto en servicios
públicos de los habitantes de Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
Los ciudadanos del interior ya comenzaron a asumir el
“ajuste”. Sufren la alta inflación y reciben migajas de los beneficio de
los subsidios, que son el principal factor generador de la inflación. Mientras
no entren en debate estos temas, que demuestran la insostenibilidad de las
políticas que se vienen aplicando en los últimos años, no hay posibilidad de
imaginar un proceso de progreso social sostenido e inclusivo de todos los
habitantes del país.
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