Por Martín Risso Patrón |
Treinta años son nada
Si los cálculos de Doña Clota no me fallan, desde 1853 hasta ahora,
corrieron 160 años. Tiempo de República. Tiempo de Democracia constitucional.
Por lo tanto, créame amigo si le digo que decir treinta es como decir muy poco,
nada.
Conmemorar 30 años de Democracia, hoy, me parece un exceso de amor a la
Libertad, que, por algún mecanismo inconsciente, hace desaparecer los 130
anteriores.
¿Y sabe por qué, don...? Sencillamente porque la democracia nunca murió en este país.
¿Y sabe por qué, don...? Sencillamente porque la democracia nunca murió en este país.
Ahora, si lo que quiere decir es que hay hechos graves, objetivamente
graves que sugieren su desaparición en los años de plomo, creo que ahí tenemos
que ponernos de acuerdo para ver qué nos une y qué nos separa en esta
lucubración.
La República, como expresión concreta del Estado democrático que adorna
nuestra Historia nacional, se instaura en 1853, con los constituyentes que
consagran la separación de poderes, las garantías y los derechos y obligaciones
que aún hoy nos contienen en ese acuerdo cívico que es la Constitución
nacional.
En los años 30 del siglo XX, hubo una irrupción milica que la puso
presa, a la Democracia, en las mazmorras cuarteleras; también en los 40, en los
cincuenta, en los sesenta y en los setenta, amigo. Mire vea. Pero
siempre hubo Democracia a la que agraviar, sencillamente porque no estaba
muerta.
El hecho de que la Constitución haya sido violada; el Pueblo sometido a
la sangre y la metralla, a la capucha y el fusil, no significa que se haya ido
con la sangre de tanto mártir; por lo contrario, señor, la democracia crecía.
En silencio, crecía y en la resistencia paciente de un Pueblo que nunca se
rindió.
Para abonar esto, argumento: La Democracia no existe cuando no hay por
lo menos una estas dos cosas: 1] Un Pueblo que resiste, y 2] Una Constitución
preexistente. Pregúntele si no, a los rusos con Stalin, a los alemanes con
Hitler, los camboyanos con Pol Pot, los españoles con Franco, los rumanos con
los Ceaucescu y muchos otros...Ellos vieron morir sus democracias, precisamente
porque sus Constituciones fueron aniquiladas y suplantadas por estatutos
totalitarios. Los Pueblos “legitimaron” amos ante el
hambre, la guerra, o porque sí. Pero, aunque no tuvieron un acuerdo
constitucional democráticamente establecido, siéndoles impuestos catecismos y
estatutos dictatoriales, mantuvieron en su genética el sentido de la Libertad
que tarde o temprano les dio fuerzas para reconquistar la Democracia como forma
de vida y ejercicio del poder político.
Aquí, señor, los argentinos nunca legitimamos tiranías modernas, y no me venga con que algunos
civiles, etcétera... porque esos civiles fueron una insignificancia en la
masa popular que aguantaba.
Si hablamos de esos Pueblos que aguantaron décadas y centurias de plomo,
y que emergieron a la Luz de la Libertad algún día del futuro, ni qué
hablar de nuestra amada Argentina...
Aquellos dos elementos señalados arriba: Un Pueblo vivo, y una Carta,
aunque violada, vigente, lo dicen todo.
Pero aquí me permito, don, advertir lo que creo es un error en el uso de
las herramientas democráticas. Las urnas, por caso.
Cuatro elecciones en un año, más nos informan de un exceso en la apetencia de Poder de algunos, que
otra cosa. Mire, si no. En cada acto comicial, el Pueblo se encolumna al pie de
las sagradas urnas para elegir. ¿Elegir a quién? Ahí está la cuestión.
Esto se está transformado, mi querido compueblano, en una
práctica perversa de elegir cada cuatro años. O cuatro veces en un año, a
nuevos amos.
Si no, lea, relea y vuelva a releer los curriculum, los dichos, las
salvíficas propuestas candidatiles que nos hablan más que de un amo
predispuesto a “salvar al Pueblo” de tanta lacra como la inseguridad, la
inflación, el paco, las atrocidades sociales, los que, una vez sentados en sus
escaños, o en sus aposentos ejecutivos quedaron en el flatus vocis de
la campaña... ¿La quiere más clara...? En cada discurso de campaña
electoral, duerme la voluntad de un amo por elegir; un amo que luego se corromperá,
igual, igualito al que hay que desalojar [incluyendo esto en el discurso del
mismo amo que está en vísperas de desalojo, para aferrarse al Poder]. Eso no es
práctica democrática, querido. El Pueblo es soberano, y soberanamente
libre, y si elige, elige mandatarios para mandarlos a los escaños legislativos
y los aposentos ejecutivos. Nada más. En fin ¿la terminamos?
La Democracia vive, querido vecino... Vive pero está enferma; peor que
cuando fue encerrada en las mazmorras del régimen, etcétera... ¿Y sabe por qué?
Sencillamente porque tenemos que volver a tener fe en nosotros, Pueblo, y
dejarnos de votar cada cuatro años o cuatro veces en un año, a amos que se
sienten amos a caballo de nuestras necesidades. No olvide esto: Hitler, accedió
a la Cancillería del Reich, con más del 90% de los votos de un Pueblo
agotado...
Así que, ¡vivan los 160 años de Democracia argentina...!
[Edición impresa en "Nueva Propuesta", semanario de Salta -
Digital: www.agensur.info ]
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