Por Ignacio Fidanza |
Martín Insaurralde encarnó ese pragmatismo despiadado en el
uso del poder que tanto fascina a los peronistas. Como en una escena sacada de
El Padrino de Coppola –el de Marlon Brando, por supuesto-, abrazó a la pobre
niña víctima del maltrato y sin desacomodarse la corbata ejecutó en el mismo
acto al funcionario al que seguramente antes le habían pedido que la echara.
Política profesional.
Frente a esa reacción lógica de control de daños, Cabandié
expresó la racionalidad camporista: Ellos, los iluminados que tratan de salvar
a la patria de “estos hijos de puta”, son víctimas de una conspiración del
poder permanente, en este caso la Gendarmería. No hay autocrítica posible y
todos los argumentos valen para justificar la gesta, expresada en la
resistencia a una multa de tránsito: “Soy hijo de desaparecidos, me banque la
Dictadura”.
Cabandié transparentó la visión que La Cámpora tiene de si
misma: Son un dispositivo político que se ubica por encima del Estado, al lado
de la Presidenta, entendida esta como jefa revolucionaria de una “orga” que es
en definitiva el último y más importante bien a preservar.
"Esta es una operación política de Gendarmería contra
nosotros o contra el Gobierno", dijo el joven camporista. Interesante
distinción: Una cosa es el Gobierno, otra La Cámpora, acaso igual de
importantes.
Por eso se entiende que Cabandié se sienta con la suficiente
autoridad política para desoír los pedidos del jefe de Gabinete, del gobernador
de Buenos Aires, del intendente de Lomas de Zamora, del senador por la Ciudad y
de tantos otros que le rogaron durante cuatro días seguidos que se limitara a
lo obvio: Pedir disculpas y callarse la boca.
Sin embargo, cargar las tintas sobre Cabandié es una
estupidez. La gran responsable de esta distorsión es la Presidenta. Ella creó
este Golem que se le volvió en contra en el momento más inoportuno. Fue ella
quien erigió a La Cámpora en el rol de guardianes de la revolución, con poderes
plenipotenciarios para atravesar todas las jerarquías del Estado.
No es un secreto que camporistas como “Wado” de Pedro o
“Cuervo” Larroque dan órdenes a ministros, jefes de bloque del Congreso
nacional, gobernadores, intendentes y cualquier otro integrante del elenco
oficialista. Son los heraldos de la sacrosanta palabra presidencial, los
illuminati del kirchnerismo, los únicos autorizados a transmitir de manera
inapelable los deseos de la Presidenta, porque: “Hablan con Ella”.
Bypass al Estado, bypass al partido, bypass a las
trayectorias de dirigentes votados en sus territorios. Demostración al extremo
de centralismo monárquico: Yo mando con los que no tienen pensamiento propio ni
legitimidad electoral, porque el poder soy yo.
“Somos la agrupación de la Presidenta”, se enorgullecía ante
LPO un camporista. Bill de indemnidad, patente de Corso al uso nostro, que
justifica todas las tropelías, todas las torpezas; incluso aquellas que no
están permitidas para el resto de los mortales, porque ellos son portadores del
ADN puro de la revolución kirchnerista.
No importa que gestionen mal, que pierdan todas las
elecciones en las que se presentan, que no tengan razón, que embarquen al
gobierno en peleas que inexorablemente terminan en derrotas. Nada importa,
porque Ellos son Ella.
El futuro ya llegó
Pero el mundo cambió. Cosas de la política. Cristina ya no
es eterna y el peronismo necesita como el agua, reinventarse para seguir en el
poder. Llegó la hora de tirar lastre por la borda. Y con sus inagotables
torpezas, La Cámpora ha decidido mimetizarse en el más espléndido saco de arena
que sea posible imaginar.
Eso es lo que expresa, como en un maravilloso degradé, la
toma de distancia que empieza en el mutismo malhumorado de Jorge Taiana,
pasando por la tibia condena de Daniel Filmus, hasta la impiadosa carnicería de
Insaurralde. “Yo no maltrato a las mujeres”, dijo sin que se le alterara un
segundo, la sonrisa suave. Movimiento que se concretó luego de un reservado
diálogo con Daniel Scioli, otro de los interesados en buscar un horizonte de
vida más allá del kirchnerismo.
Insaurralde llegó a encabezar la lista bonaerense en gran
medida gracias a la buena relación que trabó con La Cámpora –en un largo
ejercicio de paciencia que confirma su madera-, en especial con “Wado” de
Pedro. Fue el salvoconducto para pasar los vetos cruzados que esa organización
suele desplegar, alimentando con conspiraciones reales o imaginarias la
fantasía presidencial. Recurso fácil que sin embargo da resultados: Hasta
ahora.
“La paranoia a veces es sencillamente tener toda la
información”, decía burlón William Burroughs. Sin embargo, no parece ser este
el caso. La Cámpora es una organización que sobre todo se destaca por su falta
de rigor, de mínimos estándares profesionales.
Y el nuevo entorno político esta convirtiendo esa impericia
en un costo insoportable para la maquinaria oficialista. Insaurralde inició un
camino que ya insinuaban otros. Ellos se lo buscaron a fuerza de destrato y
soberbia. Logrando así que se sume lo necesario y lo agradable, en una rara
coincidencia para la política.
Los lujos ideológicos quedarán para los que creen encarnar
una ideología. El resto del peronismo tiene una tarea más urgente: Cuidar los
votos.
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