(Producción: Lucila Lopardo)
En las usinas de pensamiento K dejaron en claro que el peor temor es que la población vea a Massa como el "neo kirchnerismo", al que se puede votar con la esperanza de que corrija errores pero sin el riesgo de un ajuste económico.
Esta viene a ser la gran diferencia con 2009, cuando ese temor no existía porque el Gobierno K tenía a rivales como Francisco De Narváez y Mauricio Macri con los que se sentía cómodo confrontando.
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En las usinas de pensamiento K dejaron en claro que el peor temor es que la población vea a Massa como el "neo kirchnerismo", al que se puede votar con la esperanza de que corrija errores pero sin el riesgo de un ajuste económico.
Esta viene a ser la gran diferencia con 2009, cuando ese temor no existía porque el Gobierno K tenía a rivales como Francisco De Narváez y Mauricio Macri con los que se sentía cómodo confrontando.
Ahora, entonces, la prioridad es la
"deconstrucción" de la candidatura de Massa. En varios medios de
difusión afines al Gobierno se abundó sobre que ese debe ser el gran objetivo.
Como Federico Bernal, director editorial del Centro
Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas, quien en un artículo
de análisis urge a los kirchneristas a llamar "a las cosas por su nombre:
la Argentina del atraso, la dependencia, la pobreza y la proscripción de las
mayorías tiene candidato".
Y propone que el kirchnerismo debe denunciar a Massa como
"el heredero de Menem y como un factor de riesgo para una segunda crisis
como la de 2001".
En igual sentido, Gerardo Fernández, un analista afín al
Gobierno, advierte: "Con Massa no viene un kirchnerismo prolijo y
eficiente. Con Massa vuelve Menem. El Frente Renovador viene a reinstalar los
grandes trazos del modelo neoliberal y lo va a hacer si no tenemos la capacidad
de demostrarle a la sociedad qué es lo que está en disputa".
En tanto, el influyente Horacio Verbitsky, director del
Centro de Estudios Legales y Sociales y principal columnista de Página 12
escribió que "al cierre de su campaña Massa dejó de ocultar quiénes son
sus patrocinadores".
Hacía alusión a la visita del intendente de Tigre al Consejo
Interamericano de Comercio y Producción, al que califica como "una
organización de lobby muy próxima a las embajadas de Estados Unidos y Gran
Bretaña".
Según Verbitsky, en esa reunión Massa abandonó las
ambigüedades de campaña electoral y desnudó su verdadero programa político al
presentarse ya como presidenciable.
Verbitsky enumeró así las promesas de este candidato:
-Seguridad jurídica para las empresas privadas.
-Desideologización y desregulación.
-Reformulación de alianzas internacionales.
-Generación de confianza para atraer inversiones.
-Superación de fricciones con el campo.
-Mejora de la competitividad industrial tocando el tipo de
cambio.
-Volver a endeudarse en el mercado financiero.
-Permitir que los bancos vuelvan a intervenir en el sistema
jubilatorio con seguros de retiro complementarios.
-Establecer metas de inflación, lo cual implica ajuste sobre
salarios y gasto público.
-Replantear la política energética.
-Garantizar la independencia de la Justicia.
Sugestivamente, en su discurso del miércoles, Cristina
repitió muchos de estos puntos. Los diseccionó, analizó, criticó y los mostró
como negativos para los intereses populares.
"Que no me hablen de endeudamiento, porque no quieren
endeudarse para hacer una obra pública, sino para hacer roll over porque son más comisiones y más intereses para los
bancos", comenzó.
Y en la misma línea advirtió: "Cuando dicen que hay que
tocar el tipo de cambio lo que están diciendo es que quieren devaluar, y sabés
dónde se va tu salario cuando devalúan".
"O cuando te dicen que hay que gobernar con metas de
inflación, lo que te dicen es que hay ponerle un cepo a los salarios, porque
sostienen como base que el aumento salarial es inflacionario", prosiguió
la Presidenta.
Y remató con la frase que sintetiza su visión: "Vienen
a proponernos la Argentina que se nos cayó en el 2001".
Pero a Cristina Kirchner no le alcanzó con caracterizar a
Massa como la encarnación del anti-modelo, sino que fue más allá, al
presentarlo como "un gerente" del verdadero poder con el que no vale
la pena sentarse a discutir porque eso equivaldría a "debatir con los
suplentes".
Diálogo con el poder
real
Más allá de la dureza de su discurso, lo que la Presidenta
también dejó entrever es que acusó el golpe de la derrota electoral y que
atribuye la pérdida de votos a razones económicas.
Es por eso que se mostró proclive al diálogo con las
representaciones empresarias y sindicales. Pero también allí surgen dudas
respecto de si el "timing" económico coincidirá con el electoral.
"Es posible que la CGT y la Unión Industrial Argentina
le tomen la palabra y le pidan hablar de temas como la inflación, el cepo
cambiario, los impuestos, los subsidios. Pero esto puede ser un problema para
ella, porque no tiene nada para decirles sobre esos temas", argumenta
Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
"La verdad es que cualquier cosa que haga le va a
provocar costos políticos, tanto si dialoga como si no lo hace", agrega.
También Alejandro Corbacho, docente de ciencias políticas de
la Ucema, cree que el llamado de Cristina implica problemas: "Ella tendría
que hacer concesiones, pero a esta altura el Gobierno quemó todos los puentes
para volver".
Destaca, como ejemplo, el hecho de que ahora la Presidenta
dependa más que nunca de Guillermo Moreno.
"Si ella hiciera un cambio de funcionarios, ya sería
una señal sobre la intención de cambiar los modos, pero dudo que lo vaya a
hacer, dada la reacción que tuvo tras las elecciones", señala.
Una estrategia
arriesgada
El problema de la estrategia K es que el electorado ve a
Massa más como un "neo kirchnerista" que como un opositor duro al
estilo De Narváez.
Así lo revela una investigación del Centro de Estudios de la
Opinión Pública (CEOP), que indagó sobre cuáles fueron los motivos por los que
la población eligió a cada candidato.
Y lo que surge del mismo es que apenas un 6% de quienes
votaron a Massa lo hicieron por su perfil opositor, mientras que una gran
mayoría lo percibió como el protagonista de una nueva etapa K.
"Massa logró penetrar en una parte del núcleo duro del
kirchnerismo", observa Roberto Bacman, director de CEOP.
Y agrega: "La campaña lo fue llevando a mostrar su
perfil opositor. Eso es lo que explica que empezara con 15 puntos de ventaja y
esa diferencia se recortara a cinco. Cuando se sacó el saco para pelear, su
campaña se estancó, no volvió a crecer".
Y sugiere que, en consecuencia, la forma que el Gobierno
tiene para recuperar los votos perdidos a manos de Massa es forzarlo a ocupar
un rol más netamente opositor.
Con este panorama en el que la Presidenta reinstaló la idea
de que "los que vienen por todo son ellos", cabe preguntarse si esta
estrategia tiene chances de éxito.
Por lo pronto, los analistas consideran que se equivoca, tanto
al querer "ideologizar" la campaña, como al "ningunear" a
Massa y presentarlo como un simple monigote de los sectores empresariales.
"La discusión del modelo-antimodelo ya pasó. El debate
hoy es otro y si sigue con la idea de que puede mantener un lenguaje que
funcionaba en 2011, va a seguir perdiendo votos", diagnostica Novaro.
Considera que Cristina se encuentra en un momento
"fuera de foco y con menores reflejos".
En la misma línea, Corbacho cree que "si la Presidenta
no se toma en serio a Massa y lo desprecia, se puede equivocar nuevamente y va
a chocar contra lo mismo que en las elecciones primarias".
Para este politólogo, el error en el que puede incurrir
Cristina es en el de hablarle sólo a su núcleo duro de militantes.
"En vez de pensar ‘estoy perdiendo los tibios, los del
medio', no planteó nada moderado, sino que reeditó el ‘vamos por más y a todos
los que no nos votaron los vamos a tratar de inútiles y traidores'",
observa Corbacho.
Y otros, como Julio Burdman, socio de la consultora
Analytica, señalan que a diferencia del kirchnerismo, Massa supo leer un cambio
cultural en el estratégico conurbano bonaerense.
"La pequeña revolución electoral de Massa fue haber
construido, en esta primera sección, un nuevo electorado subprovincial de clase
media. Rompió así con la teoría de que la única forma de vencer en el principal
distrito del país es respaldándose en los trabajadores y en los pobres de la
tercera sección, apelando al populismo", observa Burdman.
El riesgo del efecto
boomerang
Claro que la duda mayor es si efectivamente Massa asumirá
ese rol de opositor duro que el kirchnerismo pretende o si se mantendrá en su
estrategia ambigua de decir que "hay que mantener lo bueno y corregir lo
que está mal", que le ha dado tan buen resultado.
Por lo pronto, una frase suya parece sintetizar que tiene
claro cuál es la posición que le conviene: "El gran perdedor fueron las
posiciones extremistas".
Hay, finalmente, un punto que podría transformarse en un
boomerang para Cristina y es que su negativa a debatir con otros candidatos y
su preferencia por hablar con los representantes del poder económico podrían
ser tildadas de antidemocráticas, por su cercanía con las posturas corporativas
de Benito Mussolini.
Es, por otra parte, una estrategia que contradice su
habitual reivindicación de "la política" como ámbito de resolución de
los temas sociales.
En este sentido, Novaro señala: "Minimizar el voto
ciudadano diciendo que la gente votó a una yunta de candidatos que están
haciendo de marionetas de los poderosos es irrespetuoso y sólo va a generar más
hartazgo".
Hola, que tal, soy Gustavo Mendoza y quería invitarte a que veas los videos de opinión política y actualidad que estoy desarrollando en mi pagina www.parapensarsinmiedo.com.ar, como una alternativa a los discursos hegemónicos del oficialismo y la oposición.
ResponderEliminarEspero tus comentarios para enriquecer el debate que hemos iniciado.