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Por Roberto García |
El que recorra seminarios, empresas, eventos o simples encuentros sociales, puede enumerar una serie de preguntas que allí se formulan. Interminable la avidez observada desde que se conocieron las listas de candidatos para las elecciones legislativas. Vale la pena estampar esos interrogantes y algunas respuestas.
1) ¿Qué pasa si la
Presidenta triunfa en octubre? ¿Y si pierde?
Nadie imagina alteraciones a la política general del
Gobierno en cualquiera de los dos escenarios (este diagnóstico podría
modificarse si el oficialismo arrasara o fuera arrasado). En el caso de vencer,
y a pesar de que no le alcance para hacerse reelegir, se conjetura que Cristina
fortalecerá el sentido de su proyecto, podría inclusive radicalizarse más con
el “vamos por todo”. A conquistar nuevas tierras. Si perdiera, la opción es la
misma: imponer sus criterios sería fundamental para dejar una marca establecida
en la historia, con el agravante de que en dos años está obligada a ejecutar lo
que imagina para una década. No solo requiere un sello indeleble, también
cristalizar un núcleo político que defienda su gestión y eventualmente la
proteja. Perderá tierra en un éxodo forzado, pero no las dejará fácilmente
cultivables.
2) ¿Hablará y se
definirá en temas complejos Sergio Massa?
Por el momento, se supone que aparecerá en televisión en
programas de hibridez periodística, tipo Susana Giménez. Como suele ocurrir,
mantendrá el statu quo mientras las encuestas (como hasta ahora) le concedan un
handicap a su favor. No olvidar que, para él, estos comicios representan un
desafío presidencial más que una contienda legislativa.
3) ¿Modificará
hábitos Cristina de aquí a octubre?
Nadie precisa aún si el uso y abuso del tuit la favorece.
Habrá que esperar sondeos. No obstante, debido al balance poco exitoso de los
últimos meses, se sospecha una revisión de la política comunicacional, mayor
protagonismo de la mandataria inclusive en rubros que hasta ahora detestaba
(conferencias de prensa, quizás). Aunque las elecciones son de medio término,
para Ella se trata de una apuesta presidencial, sea por la fantasía de la
re-reelección o el sosiego necesario para el mandato que le queda.
4) ¿Cuál es la
situación futura de Daniel Scioli?
Hay cierta unanimidad en torno a una desfiguración de su
proyecto presidencial, a pesar de que no descendió ostensiblemente en las
encuestas luego del desenlace poco feliz que tuvo la construcción de listas. Lo
que viene no se anticipa mejor: si gana el oficialismo en Buenos Aires, la
victoria se trasladará a Cristina; y si pierde, seguramente la responsabilidad
se la endosarán al gobernador. En política, sin embargo, este jaque mate tan
previsible a veces cuesta consumarlo.
5) Al lote ya
conocido de candidatos presidenciales, ¿a partir de octubre se podrá sumar
algún otro relevante?
Salvo Massa, no se agregan nuevos postulantes por ahora. Tal
vez Hermes Binner refrende sus títulos y, si llegara a triunfar Oscar Aguad en
Córdoba, se inscribirá luego en un trío radical junto a Cobos y Sanz. La
incógnita persiste en el kirchnerismo: ninguno por su propia cuenta parece en
condiciones de perfilarse. En principio, requiere de la bendición de Cristina,
a menos que en estas legislativas se demuestre que este apoyo es más una carga
que un envión.
6) ¿Hasta dónde
trepará el conflicto con la Corte Suprema?
Carece de límites, es parte de la campaña y del nutriente
oficialista (como la batalla contra el Grupo Clarín). Resta saber el propósito
que encierra quitarle al organismo el señorío sobre la constitucionalidad de
las normas (para trasladarlo presuntamente a la voluntad popular). Una
conclusión obvia es que si prevalece ese avance, ciertos condicionamientos –hoy
entendidos como constitucionales– quizá dejen de serlo.
7) ¿Cuál será el rol
de agrupaciones como La Cámpora?
Difícilmente haya autocrítica de la cúpula debido al rol
dominante de Cristina y su hijo en esta organización, a la cual hubo que
ocultar en los últimos episodios. Más que acercar voluntades, este grupo generó
deserciones, motivó divisiones insalvables que no han favorecido al Gobierno.
Espantan a los ajenos y a los propios. El empinamiento de Massa, como el de
otros intendentes (incluye a los que también permanecen bajo el calor oficial),
revela una particular inquina contra este núcleo arribista. Más que una
productiva fusión, representan una amenaza dentro de las filas K.
8) Si el Gobierno no
cambia de política y los dólares no alcanzan, ¿de dónde habrá de capturarlos?
Sin respuesta.
9) Agujeros contables
como el de Aerolíneas Argentinas o YPF, ¿cómo serán reparados?
La Presidenta no manifiesta voluntad por cambios en AA y, si
bien quizás alguna pregunta se formule por la forma en que desterró a Repsol de
YPF, aún parece confiar en Miguel Galuccio (y no hace caso sobre rumores de una
posible renuncia). Supone que la firma de un convenio con Chevron (viene su
titular a la Argentina) destrabará inversiones, que la producción está en
crecimiento y no atiende todavía a observaciones sobre el rol del hermano de
Galuccio en el área de compras ni en la sociedad ad hoc que se ha creado para
canalizar la publicidad de la empresa. Si hay desviaciones, Ella no las conoce.
También cree que los sindicalistas Pereyra o el Pata Medina son quienes
detienen el progreso de la compañía, cuando nunca se preocupó por la brutal
huelga que durante meses jaqueó la administración Eskenazi-Repsol.
10) ¿Abundarán las
internas luego de los comicios?
Primero, los resultados, ya que nadie computa seriamente el
voto clientelar de los planes y subsidios. Luego, quizás, las culpas y las
controversias. Igual, ciertas convivencias se han vuelto intolerables aún para
la propia mandataria: conflictos en organismos de inteligencia, desavenencias
entre ministros clave (Zannini vs. De Vido), feudalización de sectores
(Economía, por ejemplo) y estallido de intereses contrapuestos en empresarios
cercanos (en la licitación de las represas de Santa Cruz, por ejemplo). Costará
mantener la armonía, inclusive hasta las elecciones.
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