Por Julián Gallo
Con desdén, Sandra Russo dijo en la emisión del jueves
pasado de 6.7.8: "Estas coberturas -refiriéndose al desempeño de los
canales de noticias y noticieros de televisión sobre el choque de trenes en
Castelar- deberían servir para dar servicio. Deberían ser una cobertura
aburrida que le sirva a la gente. Pero no quieren hacer eso. Quieren el chiche
periodístico".
Luego recordó como ejemplo, y sin ningún conocimiento, la cobertura periodística del 11 de septiembre de 2001, cuando las cámaras de los medios norteamericanos evitaron mostrar a los muertos del atentado a las Torres Gemelas (*).
Luego recordó como ejemplo, y sin ningún conocimiento, la cobertura periodística del 11 de septiembre de 2001, cuando las cámaras de los medios norteamericanos evitaron mostrar a los muertos del atentado a las Torres Gemelas (*).
La ¨cobertura aburrida¨ que anhelan Sandra Russo y los
periodistas de 6.7.8 pretende que a los periodistas y a la audiencia no les
surjan de inmediato las comparaciones del choque del jueves con el de la
estación de Once en 2012. Imágenes casi idénticas que por sí solas interrogan
al poder sobre las responsabilidades que le podrían caber a los últimos tres
gobiernos por estos accidentes aparentemente asociados a la infraestructura.
Aburrida, para no recordar las relaciones de los hechos actuales con las
sospechas de corrupción de Ricardo Jaime y la proximidad de los negocios de los
Cirigliano con los Kirchner. Una cobertura aburrida que no muestre la
desesperación y el dolor, la improvisación, la precariedad, las historias de
vida de personas heridas, asustadas, enojadas, indignadas. Sandra Russo querría
una cobertura que reduzca esas expresiones para, en cambio, dar indicaciones
opacas sobre hospitales, teléfonos de emergencia y los partes de prensa
oficiales del ministerio de Transporte. Una cobertura tan aburrida como la
edición de Página/12 del viernes, que pareció más un alegato en defensa del
Gobierno que un diario.
Sandra Russo y los periodistas de 6.7.8 tarde o temprano
tendrán que avergonzarse de no haber sido periodísticamente solidarios con las
víctimas y sus familias. Esa solidaridad no es una declaración con "un
poquito de bronca e impotencia" como dijo la Presidenta, sino que es el
trabajo real de los periodistas de increpar al poder sobre sus
responsabilidades, en nombre de aquellos que no pueden hacerlo. El trabajo
propagandístico de 6.7.8 se volvió ante la tragedia del jueves algo
irreversiblemente oscuro. Aunque el programa perdure en el aire, la herida es
mortal.
(*) Las coberturas de los medios norteamericanos el 11 de septiembre de
2001 citadas por Russo fueron condicionadas por tratarse de hechos que
afectaban la seguridad nacional de ese país. Ignoramos si hubo órdenes directas
del Departamento de Estado a los medios para que eso sucediera en una
circunstancia tan extraordinaria que obligó, entre otras cosas, a posar por
primera vez en la historia a miles de aviones de pasajeros en tierra. En
cualquier caso, de ninguna manera fue ejemplar. Las imágenes crueles que tanto
horrorizan a Russo no las produce el periodismo. Es justamente el periodismo el
que muchas veces resulta el instrumento de denuncia. Allí, en las coberturas
descarnadas de la guerra de Vietnam fue donde EEUU perdió la guerra.
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