Por Andrés Benítez |
Que el nuevo papa sea el primer americano ha impresionado a
todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con más fuerza un solo
dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos
con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me
dice, "por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros". Bueno,
no sé si es así, pero, nos guste o no, la verdad es que ellos generan un
encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales.
Pero al final, aunque nunca lo confesemos, también nos gustaría encantar así. Y
no sabemos cómo hacerlo.
¿Qué tienen los argentinos? Bueno, aquí tenemos claro lo que
no tienen. Nos gusta decir que es un país que dilapidó su situación económica.
Recordar que eran uno de los diez más ricos del mundo y que hoy está en la
ruina. Y si bien ello es cierto, también lo es que siguen siendo una nación muy
rica en personas que se destacan a nivel internacional. El papa Francisco es un
ejemplo más.
Tener individuos destacados es tan importante como tener una
sociedad organizada. Es cierto, sin sus compañeros, Messi, probablemente, no
sería el mejor. Pero él no es uno más; es el alma, el motor de Barcelona. El
que genera la pasión, y por ello su presencia es fundamental. Porque en el
fútbol, como en toda actividad, no basta ganar; también hay que encantar.
Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las
potencia, las adora, llevándolas a estados superiores. Y las defienden cuando
caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del
mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente
lo contrario. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda,
por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque
era creído, otros. A Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque sería el
mejor.
Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja
autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos molesta ver el éxito ajeno y
por eso castigamos al que lo alcanza. Claro, uno podría decir que los
argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sí se la creen
y generan héroes. Y por eso generan personas que llaman la atención en todo el
mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros
mismos.
Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes
individualidades. Pero también es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la
mezcla contraria también es mala. Es cierto, tener una economía ordenada sirve
para pagar las cuentas. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al
final del día, la estabilidad sólo genera el piso sobre el cual podemos
construir. Llegar al techo requiere de personas notables, que corren riesgos
inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos generan entusiasmo necesario
para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.
© La Tercera (Chile)
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