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Por Ignacio Fidanza |
Las opciones son limitadas, pero estratégicas. El horizonte
visible es las parlamentarias de octubre, pero como cargas de profundidad, las
decisiones que se tomen ahora, condicionarán el 2015, el año en que el
peronismo volvió a discutir el poder.
Veamos el puñado de interrogantes que hoy cruza la política.
¿Cristina insistirá con una candidatura a diputada de Alicia
Kirchner cerrándose en un cristinismo a ultranza o pragmática, apostará por
ofrecer esa posición a Massa?
Un trabajo de Hugo Haime cerrado el 18 de diciembre pasado,
le otorga a Massa como cabeza de lista del Frente para la Victoria, una
intención de voto del 58 por ciento. Si va por su cuenta con su Frente
Renovador –el sello que mantiene en letargo para caso de ruptura- la intención
de voto “baja” a los 52 puntos. Si no juega y la candidata es Alicia, el
gobierno apenas supera los 30 puntos y revive Francisco de Narváez que trepa al
25 por ciento.
Ese es el mapa que hoy tiene sobre su mesa de arena el
intendente de Tigre ¿Qué es más negocio? ¿Ser cabeza de un león ajeno, es decir
de una lista armada en la Casa Rosada y asegurarse convivencia pacífica hasta
el 2015 y acaso la gobernación? ¿O ser el líder de una fuerza propia que aún en
el caso de caer a los 40 puntos, metería 16 diputados nacionales propios y unos
19 provinciales?
En rigor, la pregunta es otra: ¿Se puede enfrentar al
kirchnerismo y sobrevivir a la experiencia? ¿Se gana o se pierde en esa faena?
Lo cierto es que las rupturas en política suelen
escenificarse de manera progresiva, para evitar la mancha de la “traición”
–aunque para muchos la política real no es otra cosa que una larga historia de
traiciones más o menos disimuladas-. Pero si se trata de buscar señales, hasta
ahora el intendente de Tigre, no ha trabajado seriamente la línea de un
eventual conflicto abierto con la Casa Rosada.
Quien sí lo ha hecho es Scioli, a quien muchos deberían
mirar de nuevo, cuando se apuran a tildarlo de tibio o timorato. Con su estilo,
Scioli ya puso mojones muy claros que podrían justificar un futuro divorcio.
Dijo que necesita las listas de legisladores provinciales para garantizarse la
gobernabilidad y que dejaría la de diputados nacionales a la Presidenta.
Lo importante de esa frase es la palabra “gobernabilidad”.
Es decir: Scioli pide legisladores, pero lo que quiere es plata. Y la quiere
rápido. En febrero tiene que cerrar la paritaria con los docentes y si no lo
hace no hay clases. El problema es que Scioli no tiene plata para ningún
aumento, ni siquiera el 20 por ciento de techo que aspira a cerrar la Rosada.
Es decir que si la Nación no le gira esos fondos –y los necesarios para el
aumento del resto de los estatales- la provincia colapsa.
En ese escenario, en el sciolismo ven muy viable una ruptura
y hasta arriesgan que Scioli podría postularse a primer diputado nacional –pero
no testimonial como quiere La Cámpora, sino contra la Casa Rosada-, para
“plebiscitar” su gestión y darle una respuesta política a una emboscada
financiera. Como hizo en el 2012 cuando lanzó su candidatura presidencial ante
el ahogo económico que intentó aplicarle el gobierno cuando tuvo que pagar los
aguinaldos de mitad de año.
Macri por su lado también necesita ver como juegan los
otros. Si Massa no juega, si la candidata es Alicia, si Scioli no rompe, al
jefe de Gobierno le quedarían pocas excusas para evitar una jugada cantada: su
pase a provincia. En ese escenario, él podría soñar con ganar la provincia y
esto lo reubicaría de manera inmediata en la primera línea de la pelea
presidencial, tablero en el que hoy está un paso atrás.
Por el contrario, si Massa juega para el Gobierno, Macri
debería leer dos y hasta tres veces las encuestas antes de dar un salto que
podría sepultarlo. Y si Scioli rompe con la Rosada podría optar por guardarse y
apoyarlo; misma jugada que podría repetir si es el intendente de Tigre el de la
ruptura. Pero en estos dos casos, un eventual triunfo opositor sería
capitalizado por sus rivales, que quieren tanto como él o más, sentarse en el
sillón de Rivadavia.
Cristina contra lo que muchos creen, conserva un importante
margen de acción. Si se inclina por la opción pragmática, esto es, ofrece a
Massa la candidatura y cierra con Scioli garantizándole los fondos necesarios
para gobernar, puede soñar con una elección que ronde los 40 puntos. Es decir,
ganar con el suficiente margen para seguir alimentando la idea de la
reelección. Que no es lo mismo que la realidad de la reelección, pero ayuda a
atenuar el síndrome del pato rengo, es decir, ayuda a la gobernabilidad.
Si por el contrario, se inclina por lo que quiere su núcleo
duro, esto es jugar al cristinismo a ultranza, poner del primero al último
lugar a los más puros y garantizarse una minoría de 30 puntos o los que sea,
pero de acero inoxidable, la apuesta tendría un carácter más defensivo, sería
la búsqueda de exhibir capacidad de daño, condicionamiento, poder de veto.
Construcción de un dispositivo de presión para el próximo
candidato a presidente del peronismo y para el próximo presidente, que deberían
lidiar con un bloque político y legislativo compacto, minoritario pero con el
volumen suficiente para condicionar cualquier intento de construir una mayoría.
Es evidente que la creciente tensión que envuelve la
elección de octubre, está vinculada con la posibilidad muy concreta de un
cambio en el vértice del poder, un cambio que podría cristalizarse en el 2015
pero que se empieza a discutir ahora. Y no hay cambios en el poder sin sangre
–en términos metafóricos y reales-.
“Miro la pecera y veo sangre acumulándose, lo que no me
queda claro todavía es qué animal es el que está herido”, sintetizó un
dirigente que como muchos en el peronismo, mira el futuro con una rara mezcla
de expectativa y aprensión.
© LPO
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