jueves, 20 de septiembre de 2012

Un fuerte llamado de atención

Por Aldo Norberto Bonaveri
A una semana del cacerolazo, el suceso sigue ocupando centímetros en la prensa nacional e internacional. Desde la protesta del campo en 2008 no se registraba en el país una movilización de tal magnitud.

Como quedó bien reflejado la convocatoria fue pergeñada desde las redes sociales y, si bien el epicentro se registró en la emblemática Plaza de Mayo, simultáneamente proliferaron réplicas en diferentes barros porteños, puntos estratégicos del conurbano bonaerense y las principales ciudades del interior.

Ponderar cuantas personas participaron de las manifestaciones es una verdadera quimera; la multiplicidad de las concentraciones, concurrentes que se iban renovando y otras particularidades inherentes a las características de la protesta así lo indican, no obstante se puede aseverar que resulto cuantitativamente muy importante.

Otra particularidad que le proporciona una marca distintiva fue la ausencia de banderías partidarias y, referentes políticos que la lideraran. Las manifestaciones se realizaron en forma democrática, sin registrarse excesos violentos; como es de habitual en protestas multitudinarias se dieron plétoras dialécticas y, algunos exabruptos minoritarios impropios, pero el clima general imperante no merece mayores reparos. Habida cuenta del ambiente de enfrentamiento fogoneado por adláteres oficialistas y correspondidos por opositores fanatizados, lo acontecido el jueves 13, se inscribe dentro de las jornadas callejeras más civilizadas.

Consignas hubo varias: En contra la reelección, la corrupción, la inseguridad, la inflación, el autoritarismo, las mentiras del Indec, las restricciones al dólar y, los abusos de la cadena nacional.

El cacerolazo encarnó un fuerte llamado de atención para el Gobierno, tanto por su dimensión, como por haberse reiterado largo de todo el país. Más allá de algunas apreciaciones que intentaron minimizarlo en el Gobierno causo preocupación, ningún funcionario calculaba tanta concurrencia.

Para la oposición la manifestación resultó más que satisfactoria, pero ha quedado muy claro que ninguno puede capitalizarla, por el contrario, también ellos deben interpretar el mensaje de una sociedad que no acepta verlos tan dispersos y descoloridos.

Lecturas pueden hacerse muchas, pero fundamentalmente la presidenta debe tomar nota del significado. Ni los más optimistas podían estimar tan profusa manifestación, no mediando otra invitación que la realizada por las redes sociales por personas sin liderazgos políticos y sociales. Llama la atención pero no existió publicidad alguna convocando, ni la televisión, las radios o los diarios hicieron referencia previo a la realización.

La historia demuestra que el pueblo argentino es renuente para exteriorizar sus reclamos masivamente, aquí no intervinieron compromisos de ninguna naturaleza, no hubo micros transportando, ni choripanes convocantes; esta reacción está indicando que el hartazgo está impregnando a diferentes sectores de la sociedad; aunque algunos funcionarios pretendieran descalificarla, lo observado evidencia que el conglomerado reunido fue heterogéneo con mayor preponderancia de jóvenes y clase media.

La protesta es la consecuencia de diferentes factores protagonizados por el poder que al acumularse, no son digeridos por un buen porcentaje de argentinos, los reclamos realizados se compadecen con el pensamiento de muchos compatriotas de todo el país. Nadie puede dudar de la legitimidad del Gobierno, ni soslayar la contundencia del 54% cosechado por Cristina Fernández en octubre pasado. Empero si la ciudadanía tiene todo el derecho de expresar su descontento.

La presidenta tiene muchas dotes de oradora pero muy poca capacidad para escuchar, sus largas peroratas están resultando contraproducentes, inclusive la utilización de añagazas que tiempo atrás concitaban credulidad en ciertos simpatizantes, en este momento tienen efectos adversos. No son pocos los ciudadanos que la avalaron en la última elección, pero que hoy no consienten determinados procederes. Los triunfos dan derechos, pero no incondicionales.

La sociedad no politizada partidariamente no tolera la permanente descalificación de los que no piensan igual, la soberbia en el manejo del poder, un relato que cada vez es menos convincente, las humillaciones impuestas a los gobernadores, etc.

Los funcionarios que endilgan a los manifestantes integrar un núcleo que aboga por mantener sus privilegios, muchos de ellos no tienen autoridad moral para hacerlo, integran una casta que se ha enriquecido exponencialmente y viven en el suntuoso Puerto Madero.

Lo sucedido marca el éxito de la atípica convocatoria, las repercusiones realzan otro tanto, ahora el nuevo desafío lo constituye la próxima marcha que ya tiene fecha, el 1 de octubre.

© Pregón Agropecuario

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