Por Martín Risso Patrón |
« ...y el día que ser clase media
se convirtió en mala palabra, que estar bien vestido es reprochable, que
disentir es ser golpista, que reclamar el ejercicio pleno de las libertades
individuales es ser destituyente.... Ese día.... ¡¡¡LA GENTE SALIÓ A LA CALLE!!!»
Ignota Susana en
un post de Facebook [18-S-12 - 11:40]
Sociología canyengue
Claro, el dolor se
vino por lo más sensible, la yeca... Esa arteria exquisita que
adorna el cuerpo sensual de la ciudad. El único espacio para liberar el alma...
Lugar por donde pasea el pobre, el rico, la dama y el caballero, el niño, la
niña, el viborero y la pompa; la sencilla bicicleta y el altavoz... La
comparsa, el piquete, la protesta y a veces la maratón... En cierta forma, el
punto Aleph que quería Borges.
A algunos les
sintomatiza la paranoia cuando ven junta en la calle a la gente que no es del
mismo pelo o marca; lo mismo que la tropa para el tropero, ¿vio? Y si de
política se trata, y en los tiempos que corren... [Estamos en las preliminares
de las legislativas del 13 siendo eso un punto sensible para las cosquillas,
Doña...].
Resulta que, desde
hace unos 9 añetes, la yeca pareciera haber dejado de
pertenecer al universo ciudadano, pasando a manos privadas. Uno, dos, tres
piquetes por acá... El corte en hora pico por allá y su repetición los jueves o
los viernes... El cuchillazo, el tiroteo... la entradera y la salidera
cotidianas con el asalto y manoseo a mansalva y sin horarios... Privatización
del espacio y el tiempo de convivir de todos los ciudadanos y ciudadanas.
Cuando sonó La Hora , esa que les suena a los
que hartos de aguantar y aguantar y aguantar, y salen juntos a levantar el puño
y la voz y el cartel y la
Bandera , el síntoma los puso pálidos a los privatizadores de
la yeca. “¡Cómo...! ¡Mirá...! ¡Si siempre mandamos nosotros...!
A éstos les falta la capucha, la remera hedionda, el tetra y el porrín...
¡Tienen corbata de laburante y cartera de ir al mercado...! No traen la goma de
quemar ni han roto nada... ¡Mirá! Se les ve la cara y todo... ¡Hay chiquitos
que aplauden...!”. “Estos son peligrosos. Te quieren
voltear, Cristina... ¡Convoquemos a los dueños de la calle y
hagamos la contramarcha!”.
Así, en un lugar
concreto como es la calle, se nos aparece, nítido, el tajo con que se ha
partido a la sociedad de la inclusión. Incluyendo, se ha
logrado excluir. El laburante, desplazado por el lumpen; el feliz,
perseguido hasta la muerte por el idiotizado cultor de la violencia; el
sencillo propietario de un cuadro de tierra con promesa de hogar, por el okupa inmisericorde
y patotero; el aire puro, por la hediondez de la goma quemada y el humo de los
porros y las pipas... Un tajo profundo, sangriento, que no tiene
fin, que le han hecho a la sociedad. Tan grande, que les permite
afirmar lo más truchos que lo sano es, en realidad, lo enfermo. Doña
Carlotto, doctora honoris causa, se espanta porque la protesta fue
limpia, como limpia su gente en cuerpo y en alma. ¡Y lo afirma desde
sus ropas de confección y sus peinados platinados que bien le quedan... y sus
joyas que nada tienen de piqueteras! Mientras la Otra , la soez viejecita,
innombrable cultivadora del insulto, el latrocinio y la amargura, Doña Hebe
Pastor... [Esa, Doña Clota... la
Bonafini ], entre puteadas dijo que le da asco la gente esa... ¡justo
la que le tiene asco a sus malas costumbres...! Y ni hablar del joven
talentoso que es jefe del Gabinete de Ella. Se largó, como ya es
costumbre, a criticar al periodismo, y mezcló la Biblia y el Calefón con
Miami y las manifestaciones populares, al abuelo de Kicillof y a su padre
jubilado montonero con deudas impagas. En fin. Que la gente se está
hartando, eso ya nadie lo niega. Que el espacio de construcción común que es la
calle sufre una crisis de propiedad, tampoco. Pero lo que urgentemente hay que
poner en duda es el estado de salud de la inteligencia política de los
gobernantes y sus punteros.
De la psicología
mistonga
El rodeo neurótico
que incluye la autosatisfacción, el autoelogio, el autobombo, la
autointerpretación, el auténtico círculo vicioso de escribirse, leerse,
responderse y alquilarse la conciencia, la moral y la ética estafándose a sí
mismo teniendo como interlocutor sólo al espejo, es un síntoma de que algo no
funciona.
Lo peor, es que
tanto discurso sin retorno lleva a la compulsiva conducta de descalificar a
cualquiera que esté fuera de ese círculo aislante autoimpuesto, por el simple
hecho de que cualquier disonancia sonará a trueno, chirrido o bocinazo
estridente, y eso molesta y no deja dormir. Entonces, ahí comienza la
contradicción: Resulta que la inclusión sólo se
concreta excluyendo al disonante; la propiedad del espacio público no es
pública porque debe estar ocupada por la deformada imagen que les devuelve el
espejo: Esa atroz mescolanza de lumpen, de violentos, de descarados okupas.
Algunos ejemplos: 1] A bomberos voluntarios que salen a apagar un incendio les
roban las mangueras... 2] A una directora de escuela la sitian en su despacho a
pedradas, lesionándola, mientras saquean su escuela... 3] La seguridad
ministerial republicana y montonera ha sumariado a los tiras que en un
procedimiento dejaron que se mojen con la lluvia los escruches detenidos...
mientras ellos también se mojaban... 4] Los okupas de Valdivia se autodenominan
excluidos sociales... ¡Si las barbas hasta a Cristo se las han
afeitao...!
No hay vueltas que
darle, Doña, no hay ley que valga. Ni ley de propiedad, ni ley de educación, ni
ley de Murphy, vea lo que le digo... ¡No hay Constitución!
La sociología en
serio
Releyendo a Émile
Durkheim, refrescamos que la falta de normas o incapacidad de la
estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las
metas de la sociedad, se llama anomia [literalmente, ausencia
total de normas]. El viejo y querido sociólogo afirma que la
anomia es un colapso de gobernabilidad por no poder controlar esta emergente
situación de alienación experimentada por un individuo o una subcultura.
En consecuencia, algunos comportamientos individuales, colectivamente se
convierten en antisociales. A ver si me entiende Doña Clota: El
excluido del progre nac&pop, se siente incluido,
excluyendo a la sociedad. Y a pelarse.
Así nos explicamos
que, cuando la gente como uno [la que labura, la que se
levanta todas las mañanas para enseñar, vender, curar, tomar un colectivo, intentar
vivir feliz...], se harta del agravio, de la bofetada, del latrocinio, del
escupitajo, de la bala y el obsceno manoseo diario, de la prepotencia y el
patotaje, sale a la calle y convierte en chatarra su vajilla que más suena a
campana de palo... deberá ser humillada por los detentadores del Poder en
nombre de la inclusión social. La clase laburante y media, metida bajo
la alfombra...
Así lo dijo la
ignota Susana facebuquera: “Ser clase media se convirtió en mala palabra,
estar bien vestido es reprochable, disentir es ser golpista, reclamar el
ejercicio pleno de las libertades individuales es ser destituyente...”.
Eso, desde la vieja y querida sociología mistonga. ¿Y quiere que le de una
versión de la académica? Aquí va:
“Es importante
establecer claramente cuáles son los sectores que NUNCA estarán a favor de un
modelo de inclusión y de soberanía nacional. Son las grandes empresas
transnacionales, especialmente las vinculadas a la exportación de materias
primas y que, para colmo, depredan nuestros bienes comunes. En Argentina se
llaman (entre otras) Barrick Gold, Monsanto, Chevron, a las que este gobierno
concede injustificables beneficios. Un auténtico modelo nacional y popular
incluye y no excluye, expande y no limita, clarifica y no confunde...”
[Graciela Cousinet, Decana de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional
de Cuyo].
En fin. Mientras Ella discute
con el espejo lo mala que es la clase de la Gente Como Uno [bien
cerradas las ventanas para que no entre el chirrido o trueno de la protesta,
y su claque la sigue, y le dan las razones de la
sinrazón en la cadena de la obsecuencia], el presidente uruguayo se
lesionó la nariz arreglándole el techo a un vecino de su casa en medio del
temporal...
© MRP
Impecable. Gracias.
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