martes, 4 de septiembre de 2012

Cómo FOPEA defiende al periodismo corrupto e ignora a la prensa honesta

Por Christian Sanz (*)
En los 20 años que llevo como periodista, me ha ocurrido en puntuales ocasiones que tuve ganas de renunciar a la pelea. No es que no me guste lo que hago, todo lo contrario. Soy un apasionado de esta profesión y he trabajado en ella aún cuando no me era redituable. Sin embargo, me siento cansado de los embates injustos, de los ataques inmerecidos, de la hipocresía de algunos colegas. En los ingratos años 90, me tocó sufrir los “golpes” de Carlos Menem y su grupo de “medios adictos” solo por contar sus actos de corrupción. Esa embestida recrudeció cuando publiqué dos de mis libros, uno sobre Alfredo Yabrán y otro sobre la muerte del hijo del entonces presidente riojano.

No solo fui querellado penalmente, sino que sufrí amenazas y maltratos de colegas “menemistas”. Fue la primera vez que quise dejar el periodismo. ¿Para qué dedicarme con honestidad a una profesión que solo me traía inconvenientes? Tenía una alternativa: “venderme” al gobierno de turno, pero jamás tuve estómago para hacerlo.

Luego sufrí los inconvenientes —más alivianados por suerte— de tratar de ejercer mi profesión durante el gobierno de Fernando de la Rúa y posteriormente el de Eduardo Duhalde. Con este último debí enfrentarme en litigio feroz por publicar en mi libro sobre la muerte de Poli Armentano que estaba relacionado con la venta de estupefacientes.

En el medio de ello, apareció Néstor Kirchner como Presidente de la Nación, acompañado de toda una runfla de bandidos a cuestas. La mayoría de ellos me querellaron penalmente, con la insólita excepción de Aníbal Fernández que a falta de un juicio me hizo dos. En ambos fui sobreseído por la Justicia.

En esos días, particularmente entre 2005 y 2007, sufrí serias amenazas por parte de funcionarios del kirchnerismo, la mayoría por teléfono. Tengo media docena de testigos de esto e incluso he grabado y logrado registrar la procedencia de los llamados. A pesar de ello, jamás logré que la Justicia avanzara contra quienes me amenazaban.

Tampoco conseguí nunca que FOPEA (Foro de Periodismo Argentino) me diera bolilla. Jamás. Siempre se excusaron con el triste argumento de que no querían “tener problemas” con el gobierno de Néstor Kirchner. Insisto: las pruebas eran irrefutables.

Esto viene a colación de la sensación que hoy me embarga, donde nuevamente tengo ganas de renunciar al periodismo y dedicarme a otra cosa. Todo a raíz de un insólito comunicado de prensa que FOPEA publicó este viernes, donde involucra al periódico que dirijo desde 2003, Tribuna de Periodistas, en una supuesta “operación de desprestigio” contra el periodista Gustavo Sylvestre.

En realidad, el corazón de la crítica es contra el sitio Seprin, por haber revelado “datos de su vida privada y familiar”. Pero luego aparece una injustificada mención a TDP, a quien se le atribuye un “artículo difamatorio” sobre el mismo colega.

Y ahí es cuando me pregunto: ¿Qué tiene que ver Tribuna con Seprin? ¿Cómo se puede ser tan irresponsable de unir dos situaciones —y/o artículos— que nada tienen que ver entre sí?

Le recuerdo a la gente de FOPEA que el que ha difamado en primer lugar, ha sido Sylvestre al asegurar —sin dudar siquiera— que el sitio de TDP había sido vendido al macrismo a efectos de erosionar la credibilidad de sus periodistas. Por las dudas, también le recuerdo a esa entidad que he presentado dos denuncias penales contra el macrismo. Sylvestre solo lo critica de la lengua para afuera pero jamás se ha atrevido a rubricar un escrito ante la Justicia.

La nota que se publicó sobre Sylvestre carece de datos personales sobre el periodista o su familia y solo hace un “racconto” de lo que ya se había publicado en TDP a lo largo de los últimos años. ¿Dónde está la “operación de desprestigio”? ¿Por qué Sylvestre nunca antes dijo nada, siendo que hasta publiqué con mi propia firma en 2007 que cobraba dinero por izquierda por parte de la Secretaría de Inteligencia?

Invito a cualquiera de los lectores a releer lo publicado y que, con una mano en el corazón digan si es, como dice la gente de FOPEA, una “operación” contra el colega. Aún me pregunto por qué si lo publicado es una infamia, Sylvestre no avanzó en una querella penal contra TDP como sí se animó contra Seprin.

Es sintomático que FOPEA decida rifar su poco prestigio defendiendo a una persona de semejante calaña, que hace operaciones de prensa para el oscuro grupo Vila-Manzano y que no puede justificar su enorme patrimonio. Por caso, ¿por qué Sylvestre se sulfura con tanta facilidad cuando se revela que su esposa trabaja para Cristina Kirchner?

A diferencia de él, yo soy un tipo pobre —no me canso de decirlo—, sin vehículo ni vivienda propia. Y Tribuna es un medio que hace periodismo independiente, siendo por ello uno de los más querellados de la Argentina. Lo antedicho puede comprobarse muy fácilmente.

¿Cómo se entiende que FOPEA cometa semejante burrada? ¿Cómo defender a un periodista que es cuestionado incluso por sus pares?

La respuesta no me fue difícil de conseguir, me la aportó un conocido colega que integra la misma entidad y que se mostró indignado por lo sucedido. “El comunicado lo escribió Ladetto, no le consultó a nadie. Hay varios que estamos calientes por lo que hizo, no lo suscribo ni muchos de los colegas de FOPEA tampoco” (1).

La persona de la que habla el colega es Fabio Ladetto, presidente de esa agrupación de periodistas. Eso me aclaró el panorama de alguna manera, pero seguí sin entender por qué alguien se jugaría a defender a un forajido como Sylvestre.

En medio de esas tribulaciones, otro colega de FOPEA —una colega en este caso— me aclaró el panorama: “Ladetto es un soldado del kirchnerismo, labura para diario La Gaceta de Tucumán, del corrupto José Alperovich”.

La revelación me aclaró las cosas, aunque en un principio me costó creer que esto fuera cierto. Una simple búsqueda a través de Google refrendó el dato: ciertamente Ladetto era un esbirro del mandatario tucumano.

Basta buscar las notas de archivo firmadas por Ladetto para descubrir la obsecuencia que este profesa hacia el gobernador de Tucumán, a quien suele reconocerle “grandes logros sociales”. ¿Y la corrupción? ¿Y los aprietes a la prensa de esa provincia? De eso no habla el presidente de FOPEA. Su alineamiento con el kirchnerismo, al igual que su falta de conocimiento de lo que es el periodismo, quedó manifestado en una errática entrevista que le fuera realizada por Radio Miami el pasado 14 de agosto.

Cuando descubrí esto, la paradoja se volvió casi una obviedad: ¿Cómo pretender que FOPEA no tomara partido a favor del kirchnerista Sylvestre? ¿Cómo esperar que los mismos tipos que nunca me dieron bolilla por las amenazas recibidas se comportaran ahora correctamente? ¿Cómo soñar siquiera con que me llamaran por teléfono para interiorizarse sobre lo ocurrido?

Calmando mis nervios, solo temporalmente, invité a la gente de FOPEA a terciar en un debate entre Sylvestre y yo. Donde cada uno mostrara pruebas de sus dichos sobre el otro. Jamás respondieron. Me sorprendí, ya que la gran velocidad con la que publicaron su falaz comunicado no pareció corresponderse con semejante silencio ante algo tan sencillo.

Al instante que me sorprendí por ese mutismo, descubrí otra ironía: en su página web, FOPEA asegura que busca “mejorar la calidad del periodismo a través de la capacitación profesional, elevación de los estándares éticos y la defensa de la libertad de expresión”.

¿No ataca la libertad de expresión FOPEA al cuestionar una nota que claramente intenta defenderse de una grave injuria? ¿Por qué la entidad critica a TDP pero calla frente a la calumnia anterior de Sylvestre? Más aún: ¿Por qué esa agrupación ignora permanentemente el reclamo de los pequeños medios?

Este tipo de interrogantes explica por qué la agrupación calla ante mi pedido de debate, al igual que hizo anteriormente el periodista Sylvestre. Yo no tengo nada, pero nada que ocultar, ¿ellos sí?

Mi abuela lo explicaba con asombrosa facilidad: “El que calla, otorga”.

(*) Director Ejecutivo de TDP
Twitter: @cesanz1

(1) Hago una distinción respecto de la mayoría de los colegas de FOPEA, quienes no solo no comparten lo publicado, sino que se han solidarizado con este sitio. “Ladetto no es FOPEA y FOPEA no es Ladetto”, me dijo uno de ellos.

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