Por Gabriela Pousa |
Olvidemos por un
instante el microclima donde nos retroalimentamos a diario, para comprender el
alcance de lo que estamos hablando.
Frente a la mentada relación del animador, se escucharon
diversas condenas y absoluciones. Lo
singular es que, en apenas 24 o 48 horas, la palabra “código” se propagó como
el viento de Agosto.
A ojo de buen cubero, podría
ser un dato auspicioso que, la ciudadanía, aún valorice los códigos aunque únicamente, contemple esta
suerte de reglas o normas, en relación a la amistad y a las conductas
privativas de aquella.
Lo
que no se explica, y hace que cualquier síntoma de salubridad caiga en saco
roto, es que se hable de códigos o normativas en referencia a la vida íntima de
los demás, pero nada de eso surja, a la hora de evaluar el escenario donde a
todos (y todas) nos toca actuar.
A esta altura de los acontecimientos, en el teatro de la política,
analizar comportamientos éticos, equivale a evaluar la calidad de vida en un
cementerio. Pero tal circunstancia, no genera tampoco un ambiente
propicio, para alterar este desorden de cosas. Todo se acepta con total
parsimonia.
Una semana atrás, nos confirmaban que los presos gozan de “visitas
culturales“, léase: militancia oficialista, alistados a la causa
kirchnerista. Las críticas se oyeron enseguida y si bien, las voces opositoras
siguen a la orden del día, el gobierno
no está dispuesto a modificar dicha práctica,más allá de los
cuestionamientos por la utilización política de las penitenciarias.
Sí, así es como, a los políticos en general, les
interesa lo que pensamos de sus medidas.
Anteriormente, la polémica se agotó en una interna difícil de
explicar, a cualquiera que no este familiarizado con la idiosincrasia nacional: Roca o Evita. ¿Para qué? Para estampar su rostro en un billete defectuoso.
Sí, esos son los temas que consumen tiempo y esfuerzo
en Argentina.
Horas
más tarde, la Presidente
alardeaba de ser cabeza de un gobierno “peroncho”
(inútil explicar aquello en un informe medianamente serio), y festejaba haber hecho lo que
correspondía: es
decir, saldar una deuda contraída. Algo así como que usted, reúna a
sus amistades, contactos laborales, etc., para contarles que mañana vence la
factura de teléfono, e irá a pagarla pero con los fondos que usurpe a sus
padres o abuelos…
Sí, esos son nuestros festejos.
Simultáneamente, el ministro de Economía, delante
de las cámaras televisivas, sostenía con impunidad indiscutida, que no le
preocupa la inflación, y aplaudía una restricción a la libertad individual como
es la prohibición de hacer con los ahorros, aquello que se considere mejor.
Cabe aclarar que la avanzada inflacionaria y la inseguridad, se hallan en la
cima de las preocupaciones de la ciudadanía.
Sí, esos son las respuestas que los dirigentes dan la
gente.
Si
a esta aparición de Miguel Lorenzino, se suma la reciente declaración de Nilda
Garré, titular de la
cartera de Seguridad, aduciendo que “disminuyó el delito“,
y que “si persisten las entraderas es porque la gente tiene más
plata en sus casas”, cualquier intento por lograr una exégesis
seria de la coyuntura argentina se convierte en tarea de Sísifo.
Sí, la culpa es nuestra por ahorrar dinero…
Mejor sería empujar una piedra cuesta arriba, por una ladera
empinada, y antes de alcanzar la cima, dejarla rodar hacia abajo para comenzar,
una y otra vez, la tarea cuyo fin es demostrar, lo vano y absurdo de nuestro
trabajo. O quizás, se
trate de un castigo de los que jamás se aplicaría a los miembros del Vatayón
Militante, pues violaría sus derechos custodiados como el dólar, por un
gobierno “derecho y humano”, nacional y popular, autoproclamado.
En ese contexto encima, se da a conocer un estudio realizado
por la
Universidad Católica y la consultora Barómetro, dando cuenta
que “los bajos niveles de confianza política que perduran en nuestra
sociedad, parecen indicar la presencia de una democracia débil y falta de
calidad para resolver los problemas que aquejan a la ciudadanía“.
Sí, esos son los impactantes “descubrimientos” que se
hacen en esta geografía.
Realmente, si hay conciencia del desinterés y la ineficiencia
para resolver las demandas perentorias del pueblo, ¿cómo se explica que las
mismas caras, estén girando en el escenario político, hace más de diez años, y
todavía se escuche decir que hay probabilidad de que se mantengan otros 4 años?
No se está situando el foco en el verdadero eje del problema.
¿De qué manera puede explicarse que, mientras la gente camina
hacia el este, sus “representantes” lo hagan a la inversa, y encima se jacten
públicamente de esta, llamémosle, “rebeldía“?
Mientras la insensatez se disemina a lo largo y ancho del
país, aparece inexorablemente, una imagen que redime, o al menos cubre el vacío
que dejara la esperanza, al vislumbrar tanta ignominia. Es un mecanismo de
defensa humano, inventarse una tabla cuando, tras el naufragio, ya nos tapa el
agua. Un modo de resistir frente a la nada…
Pocas
sociedades se han valido de estas figuras “providenciales” como la argentina.
Esta vez, no hay una cabeza única como en su momento fue el Obispo Piña o
Alfredo De Angeli, sino que se trata de una “asociación ilícita”. Un
conglomerado de gobernadores de provincia aparecen así, asombrados de lo que
ellos mismos propiciaron: un gobierno unitario, centralizado en una sola voz de
mando.
Sin embargo, estos nos generan fe en una salida… Y ahí están,
de reunión en reunión, haciéndose el harakiri, o tratando de deshacer el
Frankestein que, con sus propias manos crearon.
Si acaso José
Manuel De la Sota se vio a “escondidas” con Daniel Scioli, y este
a su vez jugara una partida de ajedrez con el artífice de “Néstor 2003“,
y en algún instante, todos coincidieran en el despacho de Mauricio Macri, parece ser un
acicate para la herida sangrante de un pueblo, privado de una salita de
primeros auxilios donde le pongan una curita, a falta de merthiolate…
Convengamos que fomentar la ilusión, es una necesidad
que vale la pena rescatarse. Pero no olvidemos por ello que, centrar la
salvación en quiénes nos han condenado al “éxito” que padecemos, no suena muy
creativo ni viable.
Tras lo expuesto, hoy el panorama nacional ofrece,
coincidentemente, una sociedad
ávida de salvavidas, y
una clase dirigente que hace de la necedad y la recreación de una fantasía, un
modo de resistir a las mareas y corrientes gélidas.
Lo cierto, en definitiva, es que ni una ni la otra,
se hallan a salvo tras un naufragio que intenta mostrarse como un acto
voluntario, un saltar consensuado del barco, apenas, para nadar un rato.
El océano puede ser más o menos calmo, pero la costa no se
percibe, y no hay certeza
ni garantía de un rescate en el corto o mediano plazo. En consecuencia, el “aquí y
ahora” exige cuidar las energías, evitar la desesperación, y
recordar el consejo de quienes han estado familiarizados con el mar durante
algún tiempo:
“Cuando
el nadador se ve atrapado por un remolino, no debe malgastar inútilmente
fuerzas, tratando de escapar. Por el contrario, debe dejarse succionar hasta el
vértice del embudo; una vez allí, la misma fuerza que lo ha absorbido, lo
expulsará de nuevo a la superficie”
Eso sí, cuando se nos empuje hacia arriba, tratemos de nadar
en lugar de seguir tragando agua y malgastando saliva. Mientras,
aceptemos que hoy, códigos, reglas y normas sólo se limitan a Tinelli y a Moria.
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