miércoles, 8 de agosto de 2012

Las encuestas de la discordia

Por Vicente Massot
¿Quiénes llevan razón a la hora de analizar —se supone con rigor académico— las opiniones de los argentinos y trasparentarlas en las encuestas que, de tanto en tanto, se hacen públicas? La pregunta viene a cuento porque en las últimas semanas han aparecido, en los diarios, al menos tres distintos relevamientos. Otros dos, en cambio, si bien no han trascendido al común de los mortales, son conocidos en todos los ambientes políticos.

De un lado están los números tirados a la palestra por el que fuera favorito en estos menesteres durante la presidencia de Néstor Kirchner. Hablamos, por supuesto, de Artemio López.

Le van en zaga los de Ipsos / Mora y Araujo. Ambos aparecieron en el house organ del oficialismo, Página/12, sin que necesariamente deba ponerse en tela de juicio su seriedad por ser ese diario —inequívocamente aliado a la Casa Rosada y financiado por el Tesoro nacional— su órgano de difusión.

Del otro lado están Managment & Fit, Isonomía y Poliarquía. La primera de las nombradas publicó 14 días atrás, poco más o menos, sus conclusiones en Perfil, en tanto corren de mano en mano los resultados de las mencionadas en segundo y tercer término, que trabajaron a pedido de diferentes fuerzas políticas.

De más esta decir que, a semejanza de cuanto ha sucedido entre nosotros desde hace rato —pero, de manera especial, a partir de la hegemonía kirchnerista— las diferencias existentes entre unas y otras resultan abismales.

Si le creyésemos a Artemio López y a Ipsos, Cristina Fernández no sólo sería la mejor posicionada en términos de imagen a lo largo y ancho del país —seguida por Daniel Scioli, Hermes Binner y Mauricio Macri, en ese orden— sino que además en intención de voto superaría, de substanciarse hoy comicios presidenciales, los votos obtenidos en octubre del año pasado, dejando a sus más inmediatos perseguidores a kilómetros de distancia.

Distinto por completo es el cuadro de situación de Management & Fit, Isonomía y Poliarquía que, si bien no han medido la intención de voto —cosa que hoy carece de sentido— sí se han encargado de recabar la opinión acerca de los principales políticos argentinos para determinar cuál es su imagen. Aquí la presidente de la Nación no reluce tanto como parecen indicarlo los relevamientos que diera a conocer Página/12.

¿A quién creerle? Imposible saberlo a ciencia cierta aunque hay un parámetro al cual es necesario prestarle atención y tenerlo como bueno: el track record acreditado por los distintos encuestadores que se mueven en la plaza porteña.

Si, de resultas de la experiencia comparada, lo que saltase a la vista es que unos se equivocaron en la misma medida que otros acertaron al adelantar las preferencias electorales de la gente, sabríamos a qué atenernos en punto a idoneidad profesional.

En este orden de cosas y, sobre todo, atendiendo a los pronósticos antes de las elecciones legislativas de hace tres años, las consultoras Equis e Ipsos no aprobarían el examen.

Sí, inversamente, las restantes.

Como quiera que sea, deberemos acostumbrarnos, de ahora en adelante, a la idea de que comenzará una nueva guerra de encuestas. De momento, la distorsión de los números no será tan importante en razón del tiempo que todavía falta para que se lleven a cabo los comicios de octubre de 2013.

Pero, a medida que nos acerquemos a esa fecha y se ponga en evidencia la verdadera magnitud de la disputa —la rere— la trascendencia que cobrarán los sondeos preelectorales será otra.

A lo dicho es menester agregarle un dato adicional. Porque no es lo mismo medir, por ejemplo, a Cristina Fernández, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa —ninguno de los cuales encabezará una lista partidaria, salvo que se produzca un hecho excepcional— que hacerlo con Karina Rabolini, Alicia Kirchner, Horacio Rodríguez Larreta, Miguel del Sel, Hermes Binner, Gabriela Michetti y tantos otros que sí dirimirán supremacías el año que viene en la Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y el distrito bonaerense.

En los relevamientos conocidos de intención de voto siguen apareciendo los nombres del primer pelotón y no así los del segundo, cuando lo que interesa saber es la eventual performance de éstos y no la de aquéllos.

Que Cristina se hallase cortada en punta —si efectivamente así fuese— diría poco o nada de la probable actuación de los diversos candidatos del Frente para la Victoria. Es que la señora, como Scioli y Macri, pueden medir bien, lo cual no supone, ni mucho menos, que al solo conjuro de sus respectivos nombres los votantes se inclinen por los hombres y mujeres del FPV o el PRO a la hora de meter el sobre en la urna.

Mucha agua pasará bajo los puentes hasta octubre de 2013. Mientras tanto los pasajeros de los subterráneos de la Capital Federal se han convertido en rehenes de una pelea entre el gobierno nacional y el jefe de la ciudad de Buenos Aires que tiene un solo destino: escalar.

A esa disputa, claro, hay que hacer entrar a los gremios que llevan cinco días de huelga por un reclamo salarial.

Además, desde el pasado lunes la AFIP decretó una nueva restricción. Quienes viajen fuera del país sólo podrán comprar la moneda extranjera que aquella repartición gubernamental determine en función del destino elegido.

Si hasta el mes pasado el tope autorizado para comprar dólares era de 120 por día en el exterior, ahora es de sólo 70.

El descarrilamiento de un tren del servicio del Mitre, que hacía el recorrido Tigre-Retiro, sumó un incidente ferroviario más a la larga lista que se acumula en los últimos dos meses. Los 39 heridos que produjo el accidente pudieron estar muertos. Otras habrían sido las consecuencias políticas.

Da la impresión de que al kirchnerismo cuanto opine el arco opositor y parte del país al cual le molesta que, a las restricciones puramente cambiarias hayan seguido las vinculadas a los viajes al exterior y a los supermercados —en las compras mayores a $ 1.000 los establecimientos responsables deberán consignar los datos del comprador y estos quedarán a disposición de la AFIP— lo tiene sin cuidado.

Tampoco le parece descarado a Cristina Fernández declarar un patrimonio que, desde 2003 a la fecha, se incrementó en 940%. El qué dirán le entra por un oído y le sale por el otro. Hay, al respecto, dos explicaciones: una es la arriba apuntada; la otra es que el encierro de Cristina Fernández es de tal naturaleza y tanto el temor de sus subordinados, que nadie está hoy en condiciones de decirle la verdad. Si aquella interpretación resultase cierta querría decir que las políticas sostenidas hasta aquí han sido instrumentadas con conciencia de las consecuencias que puedan acarrear.

Si, en cambio, la segunda fuese verdadera estaríamos ante un fenómeno distinto: se hace lo que se puede, sin medir sus efectos, porque quien decide no sabe, no puede, o no quiere escuchar.

Si de algo sirve el dato, cuanto menos tres ministros del Poder Ejecutivo Nacional han dicho en petit comité que la presidente sufre un desequilibrio emocional indisimulable.

© Massot/Monteverde & Asoc.

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