jueves, 28 de junio de 2012

El derrocamiento de Illia


Arturo Illia, un ejemplo
de virtud republicana.
Por Pablo Andrés Cribioli
No habían transcurrido 24 horas del golpe que lo derrocó cuando Arturo Illia convocó al escribano mayor de gobierno. El motivo era hacer una pública manifestación de sus bienes. Cuando asumió, en 1963, poseía una propiedad en Cruz del Eje que le obsequiaron los vecinos, un automóvil y un depósito bancario con unos pocos pesos de la época. A la fecha de su destitución seguía teniendo la casa, pero no estaban ni el auto ni la plata en el banco.

Además, durante los menos de mil días que gobernó dispuso de dinero para gastos reservados sobre los cuales no estaba obligado a rendir cuentas. En ese lapso sólo utilizó el 10 por ciento. El resto lo reintegró.

Este hombre excepcional, de una conducta ética y moral que hoy no abunda, produjo una metamorfosis política, económica y cultural a pesar de su debilidad de nacimiento al frente del país, ya que el magro porcentaje de votos que obtuvo para arribar a la Presidencia, y la limitación que significaba la ausencia del peronismo con su líder en los comicios, esmeriló rápidamente sus posibilidades y las del país.

Debemos recordar que antes de iniciar su gestión habían habitado el Ministerio de Economía, desde 1958-1963 hombres como Alvaro Alsogaray, Roberto Alemann, Jorge Weber, Benegas Coll y José Alfredo Martínez de Hoz. La sola mención de estos nombres indica con claridad el perfil que habían intentado instalar en el país, algo que recién lograron acabadamente en 1976 en la peor y más feroz dictadura que sufrió Argentina en toda su historia.

Para comprender la verdadera dimensión del acoso sufrido por Illia, a pesar de estar normalizada la CGT, tener una tasa de desempleo que en 1965 era del 6,1 por ciento y en 1966 hasta el 28 de junio del 5,2 por ciento, según fuentes del Ministerio del Trabajo, y una inflación en los primeros seis meses de 1966 del 6,2 por ciento, en los primeros meses del 64 los sindicatos lanzaron un plan de lucha que concluyó con la ocupación por los obreros de 11.000 establecimientos fabriles.

Poco importó el aumento de la producción, que creció notablemente. El 10,3 por ciento en 1964 y 9,2 por ciento en 1965, revirtiendo cifras negativas que heredó en el momento de asumir.

El crecimiento provino de la parte más dinámica: la producción del sector industrial y la inversión en maquinarias y equipos aumentó casi el 20 por ciento en 48 meses.

El sector agropecuario creció en superficie sembrada y, a pesar de la anulación de los contratos petroleros, decisión que figuraba en la plataforma electoral y que fue ratificada por una comisión especial que investigó las adjudicaciones directas, la producción no disminuyó. En 1962 la explotación alcanzó a 15.613,2 millones de m3. En 1966 trepó a 16.655,4 millones de metros cúbicos.

Los salarios reales aumentaron por dos causas que hemos señalado anteriormente: el crecimiento del producto bruto (la torta a repartir) y la participación de los asalariados.

Sin embargo, nada alcanzaba. La libertad absoluta de los medios de difusión se tradujo en excesos que muy bien retrató en sus incomparables monólogos Tato Bores hace más de 20 años. Decía el magistral artista: "La cuestión es que a don Arturo lo rajaron porque decían que era muy lento. Ahí tuvimos un cacho de culpa todos porque los sindicatos, la CGT, le tiraban tortugas en Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas le hacíamos chistes; éramos una manga de boludos que "pa' que le via' contar", porque el problema no era que Illia era lento, los que vinieron después fueron rápidos y fuimos derecho "pal' caramelo".

Argentina creció en el ámbito educativo gozando de una autonomía plena en la Universidad, contando con presupuestos que mejoraron sensiblemente la enseñanza en el nivel primario, en la enseñanza media y superior, abriendo posibilidades a nuevas carreras, además de las tradicionales. El plan nacional intensivo de alfabetización y educación de adultos orientó los esfuerzos a poner remedio al analfabetismo, concentrado particularmente en zonas rurales.

En salud también se avanzó. Basta con recordar la ley de medicamentos que como la anulación de los contratos petroleros hicieron crujir las entrañas de los factores de poder.

A nivel internacional es insoslayable el aporte que realizó el gobierno de Don Arturo en varios frentes, particularmente el logro obtenido por una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del mes de diciembre de 1965 que representó para la Argentina la posibilidad de entablar por primera vez conversaciones con el gobierno británico respecto de la cuestión Malvinas. Fueron 180 delegaciones las que participaron en la votación. Hubo 14 abstenciones y ningún voto en contra.

Vale la pena destacar que entre las abstenciones figuraron Estados Unidos y Canadá, y el resto, diversas naciones europeas.

Este hombre que realizó una tarea titánica en menos de tres años, que había comenzado una revolución pacífica, en paz y de corte netamente progresista, debió retirarse del gobierno ante la indiferencia de un pueblo que recién con el tiempo comenzó a comprenderlo, respetarlo y que hoy sin distinción de banderías lo rescata como una figura trascendente, que de haber podido finalizar su mandato hubiera garantizado crecimiento, desarrollo, libertad y, no tengo dudas, la libre participación del peronismo que ya se había puesto en marcha en las elecciones de 1965 .

Para finalizar, y como síntesis de la situación que se vivía en los momentos previos al golpe, conviene recordar que la línea dura del liberalismo argentino, representada por Alsogaray, en una carta dirigida al presidente a fines de 1965, de tono agraviante, escribía: "Que la política del petróleo podría redundar en una actitud negativa de los organismos internacionales y de los grandes inversores y que estas medidas provocarían una crisis que afectaría los planes de industrialización, debido a los contratos anulados por ideólogos social-comunizantes".

Según Marcelo L. Acuña en su libro "De Frondizi a Alfonsín", es harto probable que los intereses del capital multinacional, que constituían la principal facción de la gran burguesía urbana, hayan estado directamente vinculados a la campaña ideológica que se desató en el ámbito militar, sindical, sectores políticos y parte de la prensa.

Arturo Illia dejó el gobierno apenado pero convencido que había dado todo por su pueblo, y con la tranquilidad de espíritu que le permitió caminar hasta su muerte por todo el país sin custodia, tan sólo con su honradez y su conducta impoluta.

Nunca cobró la jubilación que le hubiera correspondido como ex presidente.

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