Por Roberto García |
Si en diciembre Brufau & Cía. hubieran concedido un
retiro menor de dividendos, no estarían hoy en la ganchera de la fiambrería. Y
los argentinos se habrían privado de la épica nacionalista que acompañó la
expropiación de la compañía, un sentimiento común que el Gobierno ha convertido
musicalmente en sinfonía, sin interesarse siquiera en el eventual costo de la
decisión. Hoy por hoy, pura ganancia para el oficialismo.
Comienza ahora otro capítulo. Bajarán los decibeles sobre el
nuevo orden en la compañía y este fenómeno burocrático no podrá ocultar que se
caigan algunos naipes del reciente castillo encantado. Hoy nada dura. Por
ejemplo, la inminente y porfiada batalla por la recomposición salarial de los
trabajadores registrados, una de las más arduas desde que el kirchnerismo se
encuentra en el poder. No menor es la situación famélica de las provincias,
algunas sin siquiera la cuchara para raspar el fondo de la olla, grandes e
insolubles como Buenos Aires y Córdoba (futuras creadoras de nuevas monedas,
como en otros penosos tiempos), también pequeñas y mal administradas, como la
del héroe por un día, Daniel Peralta, en Santa Cruz, que ha sido cuestionado
hasta por la propia familia de La Cámpora. Candidato este funcionario para el
ingenuo juego infantil de cuál es el colmo de cierta actividad. Peralta, como
gobernador, viene a ser el colmo no querido del oficialismo (al que no se le
niega responsabilidad por la violenta y poco divulgada huelga petrolera del año
pasado, que provocó pérdidas, según los entendidos, por más de 700 millones de
dólares). Más de uno del Gobierno y de la oposición se distrajo entonces de esa
contingencia.
Se puede incluir con menor relevancia y para desaliento
próximo de la mandataria la complicada designación de Daniel Reposo como
sucesor de Esteban Righi en la
Procuración (no alcanzan los números para imponerlo, aunque
sean débiles las causas judiciales que ahora lo comprometen) o el revuelo
interno que se desató, otra vez, entre la ministra Nilda Garré y su ascendente
segundo, el médico y militar Sergio Berni. Fricción entre las partes con altura
de escándalo que ha incluido hasta observaciones críticas sobre la performance
del hermano de la ministra por un lado y, por el otro, la excesiva protección
que el teniente coronel –con licencia desde hace varios años y con la
pretensión de convertirse en general si regresa al servicio activo– intenta
brindar a todos los actuales uniformados. Como en Economía (Axel Kicillof y
Hernán Lorenzino), el segundo dispone de mayor autoridad que el primero, salvo
en la formalidad; y para no confundir prioridades conviene señalar que no se
discute por derechos humanos: más bien por los ingresos del personal.
Ese rubro, la discusión salarial, parece de incontenible
dureza entre los obreros, en la que no median el nacionalismo, los colores
celestes y blancos ni la constante mención a la “patria”. Cada parte requiere
su cuota, como corresponde. Los empresarios, convencidos de que no pueden
sostener determinados incrementos; y el sindicalismo, alarmado por el
crecimiento inflacionario de estos últimos meses (a pesar de que el año pasado
los sueldos le ganaron al costo de vida).
Aunque no se reconozca, una buena noticia para la Casa Rosada sería que
los gremios cierren convenios por 18%. Como ficción, puede realizarse un spot
publicitario al respecto, pero en los hechos la situación se revela diferente.
Por ejemplo, un gremio cercano a la Administración , como el de los telepostales,
seguramente rubricará una suba por ese porcentaje. Pero ese ascenso salarial
ofrece un matiz: se aplicará sobre el promedio, no sobre el básico. El número
final entonces estará más cerca del 30%.
Otro modelo más sofisticado de negociación puede ser el de
los metalúrgicos, cuyo jefe –Antonio Caló– había sido elegido por el Gobierno
para reemplazar a Hugo Moyano en la
CGT. Con este ex favorito, ya no lo sería, se desea
consensuar un 21% en el discurso (creyendo en esa pauta como ordenamiento para
las otras organizaciones sindicales), al menos así resulta de la última
propuesta atribuida al Ministerio de Trabajo, ni siquiera a la patronal. En esa
moción, como en el caso de los telepostales, se disimulan otros aportes. Por
ejemplo, $ 2.400 de adicionales no remunerativos del año pasado y la
incorporación durante el año de los $ 300 mensuales que ya se otorgaron en este
primer trimestre. El jeroglífico contable sube entonces el ingreso a 36,60%.
Para la Unión Obrera
Metalúrgica de Caló, no es aceptable esa oferta del 36,60% disfrazada para el
público o la Casa Rosada
de 21%; ellos demandan 23% que, a la postre de los adicionales culmina en un
43,28% de aumento. Para ortodoxos y heterodoxos de la economía, esa novedad
eriza los pelos.
Habrá quienes, sin embargo, con otros objetivos dirán que
esas trepadas salariales favorecen al fifty-fifty del reparto del PBI que
aspira el sindicalismo, sea el de Moyano, Caló, Barrionuevo o “los Gordos”. Y
de los que cantaban en el último acto de Vélez sin saber si Cristina, al menos
hoy, piensa igual.
© Perfil
0 comments :
Publicar un comentario