El tweet del "Gordo Dan" por la muerte de José Mujica. (Captura de X)
Por Daniel Santa Cruz
“Uno menos”, festejó en su cuenta de X Daniel Parisini, conocido como el Gordo Dan, uno de los referentes más cercanos al presidente Javier Milei y de mucha influencia en las redes sociales minadas de trolls y fanáticos del gobierno libertario. El mensaje acompañaba una foto del expresidente uruguayo, Pepe Mujica, que murió el martes por la tarde a los 89 años luego de una ardua pelea contra un cáncer de esófago.
No es una humorada, es una posición que recibió muchas adhesiones de seguidores del Presidente y no sorprende, porque Javier Milei es el primero en promover el odio sobre quienes piensan distinto. Ya había dicho otras veces que “a los zurdos, los vamos a ir a buscar” entre otras provocaciones verbalmente violentas. Lo hemos dicho antes, si el Presidente se comporta así qué se puede esperar de un hombre como Parisini, cuyo mayor mérito es mostrarse como un aspirante a “bufón del Rey”, al parecer sin pensamiento propio y que se comporta públicamente como un mensajero del poder, que ha reconocido en varias oportunidades que “todo lo que diga Javo, no importa qué, lo apoyo”, en su show de streaming “La Misa”, en el Canal Carajo -de sospechoso financiamiento- y donde la obsecuencia al poder del Estado se hace presente en cada emisión.
La semana pasada entrevistó- por llamarlo del algún modo- al Presidente y a su vocero/candidato durante casi seis horas. Una mesa servida para Milei donde pudo, obviamente sin repreguntas, atacar al periodismo, a opositores y mofarse con insultos de todo aquel que lo critique o realice un análisis o un pronóstico contrario a lo que difunde el gobierno. Un espectáculo libertario disfrazado de entrevista periodística, donde la insolencia y la provocación estuvo al orden del día, como ya nos estamos acostumbrando. Parisini no es un “tuitero” más, se autoproclama líder de “Las fuerzas del cielo” que definió como el “brazo armado de Milei” y suele sugerir despidos de funcionarios -muchos se concretan- y persecuciones a hombres públicos, especialmente periodistas.
Pero lo del “uno menos”, para celebrar la muerte de Pepe Mujica, supera los niveles de tolerancia de cualquiera que pretenda tener un comportamiento ciudadano en una república democrática. Los dictadores celebraban muertes públicamente, Pinochet; Franco, Trujillo, entre otros, lo hicieron para incentivar el odio. Milei y los suyos dicen que no atacan, que se defienden de los ataques de otros. Pero Mujica ya no está y no se puede defender. No hay valentía en mofarse de su muerte. Por el contrario, no es más que una exhibición pública de una de las actitudes más cobardes.
Mujica fue guerrillero en las décadas de los 60 y 70, jamás lo ocultó, perteneció a Tupamaros, por ello cayó preso varias veces. Por primera vez en 1964, por robar una fábrica de Montevideo para recaudar fondos para la organización guerrillera, luego fue detenido 1970 y 1972, por ser tupamaro, pero logró escaparse. En el 70 lo encontraron en un bar de Montevideo y Mujica amenazó con resistirse, recibió seis balazos, estuvo al borde de la muerte, pero escapó, hasta que cayó en agosto de 1972 y no saldría hasta marzo de 1985. Estuvo en la cárcel durante toda la dictadura militar del país, que se inició en 1973 y finalizó cuando Julio María Sanguinetti, su adversario y amigo, asumió la presidencia ya en democracia. Salió de la cárcel al borde de la locura, durmió en el piso húmedo decenas de noches, rodeado de cucarachas. Nunca tuvo rencor. Con respecto a los militares que fueron condenados por crímenes de lesa humanidad en la dictadura que lo mantuvo preso todo ese tiempo, dijo: “No quiero tener viejos presos. Viejos de 75, 80 años, no peleé para tener ancianos presos” y promovió su liberación a pesar de las críticas que recibía de sus propios partidarios. Fue un hombre de la democracia uruguaya, legislador, ministro y Presidente, un dialoguista, un hombre sin rencores que favoreció la continuidad de un modelo que trajo cierta prosperidad al Uruguay.
Ayer, a su velatorio, concurrieron todos sus adversarios, los expresidentes Luis Lacalle Pou y Julio María Sanguinetti, entre otros. Todos los respetaron. En la Argentina fue despedido por todo el arco político: Mauricio Macri, Cristina Kirchner, Elisa Carrió, Martín Lousteau, Horacio Rodríguez Larreta, entre otros, lo hicieron con respeto y cariño. Muchos no pensaban como él, pero valoraban su honestidad, humildad y preocupación por los más necesitados. Hizo mucho por la educación pública uruguaya. Dijo alguna vez: “si no atendemos y mejoramos la educación, estamos al spiedo”, así, con su tono campechano, que nunca abandonó porque nunca dejó de vivir en su humilde chacra. El único silencio -apenas hubo un frío y tardío comunicado de Cancillería- fue de parte del gobierno argentino, que de algún modo representó el Gordo Dan, celebrando su partida, justificando su actitud al tratarlo de “guerrillero asesino”. Curioso, Milei dijo alguna vez que Patricia Bullrich en su juventud “ponía bombas en jardines de infantes”, es decir, asesinaba niños, pero, al asumir como presidente la nombró ministra de Seguridad. O bien el Presidente muestra irresponsabilidad para decidir los cargos o para acusar en vano. Si bien es cierto que Bullrich militó en Montoneros en su juventud, no hay causas que la comprometan con tales delitos, motivo por el cual cuando era candidata por Juntos por el Cambio denunció a Milei ante la justicia. Hoy Bullrich acaba de dejar el Pro y se afilió al partido de Milei y Parisini. ¿Pensarán de ella lo mismo que piensan de Mujica?
La muerte no redime a nadie, pero no habilita a celebrarla, no importa que quien lo hizo fuera un personaje menor al que en pocos años nadie recordará. El silencio cómplice de miembros del gobierno a ese festejo, que no fue reprobado, será lo que seguramente dejará grabado en la memoria de todos, y que debería abrir preguntas en los dirigentes políticos del Pro, la UCR, del peronismo y de espacios locales, sobre si es factible aliarse y convalidar este proceso político que, con la bandera del dólar barato y el acceso a insumos importados, se disfraza de panacea económica que permitirá ocasionales réditos electorales pero lleva consigo muestras de una cuestionable calidad moral.
Cuando a los 96 años murió Jean-Marie Le Pen en Francia aparecieron festejos aislados, pocos, pero los hubo. “Este inmundo racista está muerto”, rezaba una de las pancartas en la Plaza de la República de París, donde se congregaron los manifestantes. El ministro del Interior de Francia, Bruno Retailleau, salió al cruce y afirmó en X que estas manifestaciones de júbilo son “vergonzosas”. Y añadió: “Nada, absolutamente nada justifica que uno baile sobre un cadáver. La muerte de un hombre, aunque haya sido un adversario político, solamente debería inspirar compostura y dignidad. Estas manifestaciones festivas son simplemente vergonzosas”.
Algo así se esperaba del gobierno de Milei, o de su entorno. Solo eso. Y no un mensaje de odio que recuerda a otros de estilo similar, como en su momento los exabruptos de Hebe de Bonafini. Es decir, no muy diferente a lo peor del kirchnerismo.
De todos modos, seguirán siendo más los que apuestan a la convivencia cívica. Los otros pueden seguir celebrando, porque mal que les pese, Pepe Mujica va a descansar en paz.
© La Nación
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