viernes, 29 de diciembre de 2023

La cintura empachada de la CGT

 Por Roberto García

Pésima elección de la CGT: la Plaza Lavalle, cuna de la mayor grieta argentina, parte de una historia sangrante. Para seguir la costumbre violenta, allí se juntó el sindicalismo junto a organizaciones sociales cuyos jefes se confabularon para asesinar a distintos lideres gremiales (Rucci, Vandor, Alonso). O se enorgullecieron con la predicación de esos crímenes. Hipócrita e interesada sociedad de ambas partes.

Se convocaron, además, frente al Palacio de Tribunales para pedir solidaridad a la Corte Suprema contra el Presidente Milei, para que anule sus decretos, apelando protección a los mismos cuatro ministros que pretendían voltear hace tres meses en apoyo a Cristina Fernández de Kirchner. O, por lo menos, ante esa embestida partidaria, se distraían con la vista gorda. Otra hipocresía típica, cinismo al palo diría el cancionero popular.

Por último, ignorantes, ni repararon en el recuerdo del lugar, símbolo del odio más recalcitrante del país: la inauguración de ese espacio verde (1878) en homenaje a Juan Lavalle, un combatiente por la Independencia y, años más tarde, la instalación de su estatua en la Plaza: un orgullo criminal más que un recuerdo merecido en honor al jefe unitario que fusiló a Manuel Dorrego, colocada en ese lugar para burlarse cretinamente de la víctima federal, otro héroe de la Independencia cuya casa estaba justo enfrente. Al extremo que la familia, para no torturarse, hasta que fue demolido el hermoso Palacio Miró, hizo tapiar las ventanas durante décadas para no mirar la estatua del verdugo.

Por si no fuera suficiente este episodio sangriento de contradicciones, de vilezas del imperio romano, basta recordar que en algún momento Lavalle y Dorrego fueron hermanos de guerra y correrías militares, formados en el mismo ejército que comandaba en el Norte Manuel Belgrano, de quien ambos se burlaban imitando su voz de soprano, afeminada, meliflua.

No es solo falta de memoria o cintura empachada lo que caracterizó el armado de la marcha a la Plaza. Lo trataron a Milei de “tirano”, olvidando que esa fue la calificación de la “contra” a Perón luego de su caída (el “tirano prófugo”). Mendigaron una cautelar (se las bochó un juez a las doce horas, revelando falta de docencia y otras habilidades de los gerentes en los tribunales) contra el DNU gigante. Parecían el titular de la UCR, Martín Lousteau, quien no cuestionó el contenido: solo se preocupó porque “es demasiado grande”.

También se vino abajo el empoderamiento de los Daer, Moyano, Piumato, Recalde, Belliboni, Plaini, Yasky seguramente Pérsico y Grabois; de semipesados pasaron a peso mosca, al menos en relación con los burócratas que siempre despreciaron y delataron: los Lorenzo Miguel, Papagno o Triaca que se plantaron para echarlo a López Rega en Plaza de Mayo y lograron una recomposición salarial que los actuales ni siquiera atienden.

En rigor, las demandas frente a la Corte pasaron por no perder los contratos las figuras de La Cámpora o por presentar amparos Pablo Moyano, de salvaje a dócil. Cuando, la preocupación mayor es la supresión del aporte del “no afiliado” a los sindicatos, fuente clave de ingresos. Con la grasa a untar en el gobierno quizás obtengan una concesión al reglamentarse las particularidades del decreto: en lugar de ser automático, cada no afiliado deberá pronunciarse para que no le arrebaten del sueldo ese uno o uno y medio por ciento que hoy se traslada al gremio.

Otro impacto a las organizaciones será la reforma a las obras sociales, se calcula que unas 200 podrían desaparecer por incapacidad para competir. Serán reemplazadas por prepagas aunque muchas del sector privado estarán obligadas a brindar servicios que antes no daban. Es un cambio, una disminución de poder. Menos inquietud causa la eliminación de multas y otras exageraciones del fuero laboral, ya señaladas durante la administración Macri. En cambio, ojos severos habrá para el crecimiento del mundo de las changas: ahora un jardinero o un albañil que tenga cinco trabajadores no tendrá que pertenecer a un sindicato.

Si les falló la multitud, a los manifestantes los complico más un misil complementario: el voluminoso cuerpo de proyectos de ley enviados, un rato más tarde, por un Milei que por ahora desconoce el pedal de freno. A menos que tenga un Tesla que detenga el vehículo por su cuenta. O sea que, sin pensar en la protesta, lanzó más iniciativas para asustar corporaciones.

Junto al “paquete” que muchos legisladores del mismo oficialismo consideraban una simple caja de alfajores, aterrizaron declaraciones bélicas del mandatario: hay diputados que quieren coimas, visillos, sostuvo osado por tv. Sin pruebas, por el momento, compartiendo el criterio de un inmenso auditorio que detesta a la “casta política”.

Hasta amenazó con una consulta popular, no vinculante, si se le niegan las medidas. Otro desafío personal, poco diplomático, inclusive ajeno a la UTE que lo acompaña en el gobierno, algunos disconformes con la magnitud de sus decisiones. En particular inscriben a la Vicepresidente Victoria Villarruel, a quien le atribuyen ciertas intenciones no comprobadas.

Al titular de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, le avisó Milei de las sociedades anónimas en el fútbol —hay dos grupos árabes interesados en esa posibilidad—o simplemente se notificó: el ministro estuvo ocho años en la conducción de Racing y nunca formalizó ese deseo. El anecdotario puede incluir más episodios con otros ministros o la duda por explicar la permanencia del mandatario en el Hotel Libertador, propiedad de un empresario de su cercanía: Eduardo Elsztain. Curioso el furibundo ataque del kirchnerismo sobre la presunta dádiva que implica suministrarle por un par de meses casa y comida al Presidente.

Gente con mala memoria: se olvidaron que, al dejar el gobierno Néstor Kirchner, se alojó en unas generosas oficinas del mismo empresario en Puerto Madero y, ambos, nunca dieron ninguna explicación al respecto. Debe ser la razón por la cual Cristina no se expuso a liderar esta crítica, no solo en recuerdo de su difunto marido sino en los gestos desprendidos de Elsztain con ella durante sus mandatos.

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