jueves, 20 de julio de 2023

Santa Fe y “la primera vuelta” de las Paso


Por Rogelio Alaniz

Los análisis sobre los procesos electorales suelen relativizar los resultados porque efectivamente se trata de situaciones complejas.

Santa Fe no es la excepción, pero en el caso que nos ocupa, la relativización no parece ser tan efectiva porque a decir verdad la victoria de Juntos por el Cambio fue demoledora, al punto que no registro en el pasado una derrota tan contundente del peronismo. Y al respecto, para no ser impreciso en el lenguaje, quiero insistir en que el derrotado en nuestra provincia fue el peronismo, porque recurrir a un gambito del lenguaje diciendo que la derrota fue del kirchnerismo significa reducir a una corriente interna una derrota que alcanza a todo el peronismo, desde Rufino a Florencia. Puede que los votantes hayan dudado si votaban a Pullaro, Losada o Fein, pero lo que una mayoría elocuente que supera el sesenta por ciento no tuvo dudas, es que había que votar a los candidatos que en su diversidad representaban la oposición al peronismo santafesino.

No es la primera vez que las coaliciones no peronistas le ganan al peronismo, pero es la primera vez que la diferencia es tan contundente. Algo de esto enunciaban las encuestas, pero en este caso el veredicto de las urnas fue más categórico. Un testimonio de lo sucedido lo brinda nuestra propia ciudad, Santa Fe.

La suma de los votos de todos los candidatos peronistas era inferior a la candidata menos votada de Juntos por el Cambio. Y eso ocurre en una ciudad en la que el peronismo gobernó durante un cuarto de siglo. Seguramente esta fuerza política continuará gravitando en Santa Fe, pero está claro que esa hegemonía cultural y social que el peronismo sostenía en este territorio desde su origen se ha roto.

Podrán ganar o perder, pero esa suerte de “mayoría automática” del movimiento nacional, esa certeza ciega de que suceda lo que suceda los pobres y los no tan pobres votan por el peronismo no funciona más. Desde hace rato esta verdad se insinúa, pero en éstas Paso más que insinuarse se ha confirmado. De aquí en más, si los peronistas quieren ganar elecciones tendrán que convencer al electorado de que son capaces de producir mejores resultados. Demás está decir, que este principio vale para todos, pero en lo que conviene insistir es que el mito populista del movimiento nacional se ha hecho trizas.

Las Paso se sabe que son elecciones primarias, pero a los argentinos no se nos escapa que por las singulares modalidades de esta ley más que una interna es una primera vuelta. Primera vuelta en la que si las diferencias son grandes prácticamente adelanten el resultado de las elecciones generales.

Cuando en 2011, Cristina obtuvo el 54 por ciento en las Paso, quedó claro para todos que era la nueva presidente. Algo parecido ocurrió cuando Alberto Fernández ganó las Paso de 2019 por unos treinta puntos. Pues bien, no hay motivos para suponer que este principio se vaya alterar con un Juntos por el Cambio que le sacó más de treinta puntos de ventaja al peronismo; o con un Maximiliano Pullaro que supera a Lewandowski por más de 200.000 votos. Estas diferencias ni Mandrake el Mago las recupera en dos meses. Siempre en política puede ocurrir lo imponderable, pero nunca perdamos de vista que lo imponderable, lo milagroso, ocurre en situaciones excepcionales que por el momento nadie avizora en el horizonte.

Esta derrota del peronismo ha decir verdad no es un refucilo en un día de sol. En esta provincia hay una mayoría de la población que no los vota. Sus dos grandes ciudades: Santa Fe y Rosario son controladas por los no peronistas desde hace tiempo, en el caso de Rosario desde 1983. Omar Perotti ganó las elecciones en 2019, pero en el voto nacional los santafesinos prefirieron a Macri. Cuatro años de gestión de Perotti y Alberto Fernández convencieron a más santafesinos de que no era saludable para la provincia que el peronismo continúe gobernando.

La otra novedad fue la victoria interna de Maximiliano Pullaro. Y fue novedoso porque las encuestas instalaron como sentido común que sería una elección reñida, hasta que a la hora de la verdad, es decir, el escrutinio, se probó que Pullaro ganó por una diferencia de casi diez puntos, un porcentaje muy diferente a la supuesta paridad de fuerzas.

¿Por qué ganó Pullaro? No hay una respuesta exclusiva, pero está claro que la militancia territorial, los acuerdos políticos extendidos a lo largo y a lo ancho de la provincia han tenido que ver. Puede que también haya incidido en ese resultado, el malestar que ocasionaron las declaraciones agresivas de Carolina Losada contra su rival, en una sociedad y en un espacio político donde la agresividad, las acusaciones irreparables, no cosechan adhesiones. Losada no hizo una elección a la altura de sus expectativas y la de sus seguidores, pero importa decir que obtuvo una caudal de votos importantes. Y el primero en reconocerlo ha sido el propio Pullaro.

Por otra parte, si bien Losada fue derrotada, sus candidatos ganaron en Rosario y Santa Fe, con una interesante representación para cargos de senador, diputados e intendencias. Pullaro, además de revelarse como un político aguerrido, ha demostrado que no es tonto y por lo tanto sabe que para ser gobernador necesita del apoyo de sus contrincantes internos. En homenaje a las reglas del juego virtuoso de la política, importa decir que las comunicaciones establecidas con Losada y Fein dan cuenta de madurez, inteligencia y lucidez estratégica. Las primeras declaraciones de Pullaro este lunes a la mañana apuntaron a un tema casi exclusivo: unidad para derrotar al kirchnerismo. O al peronismo, agrego.

En la ciudad de Santa Fe ganó el candidato de la UCR, Juan Pablo Poletti, el doctor, como lo presentaron por su destacada gestión en el Hospital Cullen. La victoria contra el peronismo ya dijimos que fue abrumadora, lo cual era de alguna previsible. Lo que no fue previsible es que internamente le ganara al intendente Emilio Jatón. Paradojas de la existencia: un candidato no forjado en la entrañas de la vida partidaria le gana a un intendente que en su momento ganó el cargo sin provenir de una militancia política partidaria. Merece destacarse la impecable lección de republicanismo político brindada por Jatón y Poletti. Uno reconoció la derrota antes de las doce de la noche; y el otro ponderó el gesto y reconoció las virtudes del diálogo. Poletti es un cambio con respecto a Jatón, pero desde una perspectiva política es también una continuidad. Cambio y continuidad. Algo parecido podría decirse de Adriana Chuchi Molina, que hizo desde una reconocida identidad radical, una elección decorosa.

Últimas consideraciones. A estas Paso las ganó la coalición Juntos por el Cambio. Seguramente los liderazgos de Larreta y Bullrich en el orden nacional han gravitado, pero no creo que hayan sido decisivas. Tampoco lo fueron los alineamientos.

En Rosario y Santa Fe ganaron Javkin y Poletti identificados con Bullrich, pero Pullaro siempre afirmó su adhesión a Larreta y en particular a Lousteau. Esto no impide que las relaciones del candidato radical con Bullrich sean buenas, al punto que en algún momento de la campaña, ella, Bullrich, se ocupó en aclarar que Pullaro pudo haberse equivocado en algunos puntos de su gestión en Seguridad pero de ninguna manera es un narcotraficante, como le imputaba con absoluta torpeza su contrincante interna.

Finalmente hay que decir que si bien en estos comicios, ganó Juntos por el Cambio, la protagonista decisiva de esa victoria fue la UCR, al punto que los dos candidatos que disputaron internamente la gobernación son radicales acompañados de radicales de reconocida militancia política. Y, de ganar Juntos por el Cambio en los comicios generales de septiembre, un radical ocupará el sillón de la Casa Gris luego de casi sesenta años de ausencia, es decir, desde los tiempos en los que Aldo Tessio fue gobernador.

Que en su momento ganó el cargo sin provenir de una militancia política partidaria. Merece destacarse la impecable lección de republicanismo político brindada por Jatón y Poletti. Uno reconoció la derrota antes de las doce de la noche; y el otro ponderó el gesto y reconoció las virtudes del diálogo. Poletti es un cambio con respecto a Jatón, pero desde una perspectiva política es también una continuidad. Cambio y continuidad. Algo parecido podría decirse de Adriana Chuchi Molina, que hizo desde una reconocida identidad radical, una elección decorosa.

© El Litoral

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