lunes, 3 de julio de 2023

Posesivo de él

 Piero Bustos

Por Renato Salas Peña (*)

Una tarde, a golpe de la poética hora de las 6 y minutos, instalado ante el televisor a blanco y negro sin cable y repasando los tres canales que existían en ese tiempo y en los que encontraba absolutamente todo lo que quería ver, me topé con el programa que dirigía el gran Gerardo Manuel: Disco Club, en donde pasaba los mejores vídeos de rock antes que nazca Mtv y lo copiara impunemente con alevosía y ventaja (pero, así es pues). 

Y tras la marcha de los martillos floydianos, jamás olvidaré la irrupción de esa banda que rompió mi cerebro adolescente y en donde aparecía un moreno ataviado de Aladino que soplaba una quena y un cumpa que bajeaba vestido de profeta urbano y al fondo una voz arrecha, con una impostación jamás practicada por algún rockero (claro, que tampoco era rock lo que cantaban) y este flaco que rasgueaba su guitarra y movía la melena sin lavar chapando con el micrófono y entrecerrando los ojos estonazos entonaba lo que se volvería casi un himno al finalizar los 80: Escalera al infierno se llamaba el tema y el creador de ese poema hecho canción era el casi genial Piero Bustos.

El Piero camina por Kilka y yo me cruzo con él, caminamos las mismas calles, tocamos los mismos temas, hablamos el mismo idioma, bebemos el mismo trago, y me cuenta, nos canta: Que arranco allá por el 78, cuando yo recién entraba al primario, el ya cantaba valses con los hermanos Barahona (que no eran sus hermanos, pero así se llamó el grupo) para luego pasar por el proyecto de Música Popular de Garrido Lecca y armar en 1981 lo que sería el primer mestizaje musical cultural verdadero de mi país: Del Pueblo luego Del Pueblo del Barrio, o al revés, eso, de verdad que ya dejó de importar, porque Piero Bustos con sus letras, con su melena setentera que rehúsa a caer al piso, con su figura de modelo a no seguir ya se ganó un rinconcito de averno en la historia de este pedazo de tierra llamado Perú.

Nos conocimos en vivo cuando al lado de otros dos adolescentes rolamos nuestro primer recital de poesía oficial: Patada en el culo, como verán de poético no teníamos mucho, pero sí de malcriados y de altera orden públicos. Allí cayó el Piero con su botella de ron pateado con alguna cola y la curiosidad que causamos a inicios de los años 90, luego esa actitud solidaria de camarada hizo que nos acompañara en cuanto recital organizábamos con su guitarra y esa voz que sí existe poniendo la banda sonora a la poesía denominada de los 90.

En El Averno trató de resumirme su paseo musical y mientras compartíamos un poético combinado líquido que preparaban allí pasó de la ópera rock Posesiva de mí a su revista Esquina de donde capturé mi primer poster de Charly García abrazado con Miky Gonzalez, para luego montarse a ese vídeo deliciosamente sórdido titulado Polvos azules y de allí sonorizar esa obra de teatro surreal (en donde uno de los Cultivo salió de cangrejo humano) que fue Cuadrando el círculo y de allí escenarios callejeros, pubs de okupas limeños, ferias del hogar, conchas acústicas, Universidades, mi casa, y siempre Kilka, cerebro de Lima centro y en donde se forjaban sus mejores melodías.

Hoy que pasea su sanchica panza y sus quijotescos sueños por Europa, sé que se hace justicia, sé que el mundo, al fin y al cabo, no es del todo injusto, y le brinda la oportunidad a la gente de poder escuchar a uno de los compositores más lúdicos y comprometidos que abre las piernas de nuestra mente e invade esos terrenos que no tienen dueño para que en un dulce apachido nos envuelva tiernamente ese loco que comerá su rata y en ese chifa hostal recuerde a esos ojos chinitos y rojizos que se acercan a él por el placer que solo Piero Bustos ha sabido crear.

(Ciudad de Palomino)

(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.

© Agensur.info

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