lunes, 10 de abril de 2023

Tareas contra tareas

Una reflexión sobre las tareas escolares


Por Renato Salas Peña (*)

Me dedico a la docencia desde hace 20 años y he pasado por casi todos los niveles de enseñanza que se podrían transitar (primario, secundario, academia, universidad para jóvenes y adultos). Hoy, padre de dos casi adolescentes en edad potencialmente escolar, una de las principales angustias que suele golpear nuestra tranquilidad y armonía familiar es la carga laboral que traen los chicos a casa: las tareas que desde ya hace unos años han empezado a abrir toda una discusión en el mundillo educativo y a cuestionar su verdadera importancia en el proceso de cognición.

Fueron los árabes que introdujeron esta palabrita en nuestro vocabulario; viene del tariha: asignación a hacerse en corto tiempo, ya luego castellanizándola variará a la infame, maldecida, aborrecida, odiada, despreciada: tarea.

Muchos especialistas del sector educativo (principalmente psicólogos, padres, administrativos y por último docentes) han reflexionado durante años sobre el tema, y como todo en esta vida, han llegado a dos posiciones radicalmente irreconciliables: los que están a favor y los que están en contra.

Los que le van a la primaria opción: destacan el esfuerzo, la disciplina, dedicación, distribución de tiempo, refuerzo en el tema y todo envuelto en ese hábito que todo “buen alumno” debe tener. Los de la segunda propuesta, en cambio: hacen un parangón con las horas extras laborales, sostienen que carecen de valor pedagógico, frustran a los niños, impiden que realicen otras actividades, provocan tensión familiar, abandono escolar y hasta se animan a hablar de desigualdades sociales.

Claro, se han buscado puntos medios; por ejemplo, no dejar más de tres tareas por día (no funcionó porque los profesores jamás se pusieron de acuerdo). Otras escuelas que proponen hacer las tareas en el mismo colegio (implica que los chicos se queden a vivir en estas, disculpen la exageración, solo hasta las 5:45 de la tarde). Eliminar horas a cursos intrascendentes como arte, música, deporte (eso sí ya bordea la demencia pedagógica y nos regresa al medioevo). Y bueno dejo de contar, hasta allí llegó el esfuerzo de intentar hacer algo por los verdaderos actores del proceso educativo: los estudiantes.

Volvamos por favor a los árabes y al concepto de tarea: asignación a hacerse en corto tiempo, allí el punto, los docentes que alucinan que su curso es el más importante de todos (o sea todos) los docentes que alucinan que dejando más tarea serán reconocidos por los padres (no entendieron que el alumno es el protagonista) los docentes que alucinan que una tarea debe llevarte varias horas (lo más seguro que ni él la podría hacer). Claro que como docentes quedan sujetos a un director(a) que se alucina más importante que todos los docentes, y que si estos no dejan tareas, no corrigen, y por ende no están trabajando y así al infinito.

Como vemos, ninguno se guía por el concepto de tarea, todos cantan su himno al yo y el perjudicado sigue siendo el alumno. Tareas sí, pero tareas, o sea, breves asignaciones de dos a tres ejercicios que reafirmen lo explicado en clase, y claro, por qué no introducir a los jóvenes estudiantes en proyectos pequeños (ABP) que los prepararán de manera veraz para la vida universitaria y no sentarlos en la sala de la casa durante lo que les resta del día.

Opciones hay, estimados colegas, lo primero a trabajar es en nosotros mismos, en nuestros pequeños egos que terminan desencadenando contra los propios estudiantes (tal vez sin querer queriendo) no vaya a ser que nos encontremos con la escena del The Wall en donde los estudiantes terminan cobrando justicia contra el tiránico profesor, y saben una cosa, muchos se lo merecen.

(Ciudad de Palomino)

(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.

© Agensur.info

0 comments :

Publicar un comentario