miércoles, 29 de marzo de 2023

La relación Massa-Cristina Kirchner, ¿primera víctima del "renunciamiento" de Macri?


Por Fernando Gutiérrez

Los tiempos se están acelerando, tanto en la política como en la economía. En el primer caso, por el efecto de la renuncia de Mauricio Macri a la candidatura, que fuerza al peronismo a tomar decisiones. Y en la economía, porque situaciones que se creía que podían ocurrir sobre fin de año, tienen riesgo de adelantarse por el efecto de la sequía.

Por lo pronto, en el kirchnerismo ya se está sintiendo el shock político de la movida política de Macri. En las declaraciones a la prensa, ya hay un discurso oficial: desactivar el análisis sobre que esto debilita a Cristina Kirchner, que ahora se vería forzada a tomar una decisión "en espejo".

El argumento oficial del kirchnerismo es que Macri no hizo un gesto de fortaleza sino que admitió tácitamente su debilidad, porque las encuestas lo ubicaban tercero en la interna de Juntos por el Cambio, a diferencia de lo que ocurre con Cristina, cuya intención de voto supera a la sumatoria de Alberto Fernández, Sergio Massa y otros candidatos menores.

Pero puertas hacia adentro hay una aceptación de que la movida de Macri terminará fortaleciendo al espacio opositor, que aparece ahora más ordenado y con menor tendencia a una pelea interna destructiva. Es por eso que la reacción inmediata fue forzar la presión para que Alberto Fernández desista de su ambición reeleccionista, una situación que mantiene trabada las decisiones del resto de los pre candidatos del Frente de Todos.

Y el análisis que se empezó a tejer en las últimas horas va más lejos. Ahora sin Macri en la contienda, se debilita ese gran elemento de cohesión interna en un peronismo dividido. Es una jugada que obliga a repensar la estrategia, porque no es lo mismo hacer una campaña electoral frente al ex presidente y recordarle diariamente que firmó una deuda récord de u$s58.000 millones con el Fondo Monetario Internacional, que enfrentarse a otros candidatos más blindados antes ese argumento. Después de todo, Patricia Bullrich no tenía injerencia en la política económica y Horacio Rodríguez Larreta ni siquiera estaba en el Poder Ejecutivo nacional.

Las elecciones y un obligado cambio de discurso

Esto hace que, en el nuevo escenario electoral, el peso del debate recaiga menos en las críticas a la "herencia recibida" que en las propuestas sobre cómo superar la crisis económica. Y es ahí donde el kirchnerismo siente que está ofreciendo un flanco débil: el sostén al ministro de Economía, Sergio Massa, una decisión táctica que la base militante K nunca terminó de digerir.

Medidas que le resultaron desagradables, como el "dólar soja", la aceleración de la tasa devaluatoria, la suba de tarifas, el ajuste sobre el gasto en jubilaciones, hasta ahora habían sido toleradas por dos motivos: el primero, que sólo así se garantizaba que no explotaría una bomba económica en plena campaña; el segundo, porque era probable que el mismo Massa terminara siendo el candidato peronista más competitivo para enfrentar al macrismo.

Ahora, sin embargo, esas premisas están sufriendo un severo cuestionamiento: el impacto de la sequía agravó todos los problemas preexistentes, al punto que los economistas ya están previendo a partir de abril una aceleración inflacionaria y una crisis cambiaria. Como consecuencia de ello, hay dudas sobre que una candidatura de Massa resulte viable.

Por consiguiente, el temor que se percibe en el kirchnerismo es el de quedar ante los ojos de la opinión pública como co-autor de una política de ajuste que ni siquiera tendrá el consuelo de evitar una crisis financiera. Y, para colmo, al no contar con Macri como rival en la elección, la candidatura de un peronista "de centro" y perfil pro-mercado, como Massa, pierde atractivo.

Para ponerlo en los términos que usa Macri, el kirchnerismo debate su propio "Para qué". Y en el debate interno está avanzando la postura de quienes, con este escenario desfavorable, prefieren arriesgar una derrota electoral antes que desdibujar el perfil y la identidad política de su sector.

El apoyo a Sergio Massa empieza a hacer ruido

Como síntoma de esta situación, mientras Massa está en Washington reunido con Kristalina Georgieva para intentar una revisión general del acuerdo, el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, volvió a arremeter contra el "condicionamiento" que supone ese "stand by" con el Fondo Monetario Internacional.

El diputado, que lideró hace un año el voto en contra del acuerdo con el Fondo, siente que aquella postura resultó reivindicada finalmente por la crisis de hoy. Y recordó cuál era la situación al momento de que el acuerdo fuera ratificado por el Congreso: "Se dio con la guerra comenzada, los precios de los commodities están disparados. A veces tenemos que saber decir que no. El acuerdo era malo y esto lo saben todos a lo largo y ancho del país".

Lo cierto es que, como afirma el diputado, hoy varios economistas de diversas tendencias políticas -que el año pasado habían apoyado la firma del "stand by"- hoy admiten que resulta incumplible. Un ejemplo comentado en el mercado fue el del influyente Emmanuel Álvarez Agis, quien llamó públicamente a desconocer la meta fiscal de 1,9% del PBI.

Pero las advertencias vienen también desde los exponentes de la línea "ortodoxa". Por caso, Carlos Melconian, el presidente del Ieral de Fundación Mediterránea -quien pondrá a disposición un plan económico para el candidato que resulte ganador- avisó que por la sequía dejarán de entrar a la caja de la AFIP nada menos que $1 billón.

En el kirchnerismo se le critica a Massa que no haya negociado mejor con el FMI, dado que si lo que justificó la revisión de la meta de las reservas fue la sequía, entonces también se debería haber puesto un objetivo más laxo para la meta fiscal.

Sin embargo, el FMI tiene una tradición de dureza a la hora de revisar los gastos. Y, aun cuando el organismo se mostrara dispuesto a "hacer la vista gorda", lo cierto es que Massa ha venido mostrando un apego al ajuste fiscal.

Su argumento -expresado en público por el viceministro Gabriel Rubinstein, verdadero ideólogo del plan económico- es que si algo evitó que se repitiera una crisis financiera como la vivida a mediados del año pasado fue, justamente, la austeridad fiscal de esta nueva etapa.

También el presidente, Alberto Fernández, en su mensaje al Congreso, dejó en claro que el celo en el recorte del gasto no era un tema impuesto desde el exterior sino el reflejo de una convicción interna: "No necesitamos al FMI para saber que tenemos que eliminar al déficit fiscal", dijo.

El kirchnerismo y un plan a contramano

Para Cristina Kirchner, estos últimos meses han implicado un difícil equilibrio entre el apoyo político al ministro Massa y el refuerzo de su mensaje "disidente" para inyectar entusiasmo en la base militante.

En muchas ocasiones, la contradicción resultó inocultable. Por ejemplo, en la reciente disertación en Viedma, cuando recibió el título honoris causa de la Universidad de Río Negro. En esa "clase magistral" Cristina hizo un planteo que provocó alarma en la ortodoxia económica, al mostrar un cuadro de la revista The Economist, en el que comparaba los niveles de déficit de cada país y su nivel de inflación. Como la mayoría tenía bajos niveles de inflación a pesar de tener un rojo fiscal superior al argentino, para la vice la conclusión era obvia: no hay vínculo causal entre una cosa y otra.

Desde la visión kirchnerista, pasarse a una política expansionista del gasto permitiría una mayor redistribución del ingreso, inducir a una mejora en el consumo -que, a su vez, atenuaría el rojo fiscal- y eso tendría repercusión electoral. La inflación no mejoraría, pero probablemente tampoco estaría mucho peor de lo que se ve hoy.

Es un punto en el que los economistas de la línea ortodoxa discrepan, dado que creen que hay riesgo de que la inflación pueda acelerarse como consecuencia de la crisis del campo. Melconian fue particularmente duro, al marcar que el actual nivel cercano al 7% puede ser "un piso" y que abril puede ser el punto de inflexión en el cual el mercado financiero vuelva a la inestabilidad cambiaria de mediados del año pasado.

Se plantea, entonces, una disyuntiva de hierro para el kirchnerismo: apoyar una receta ortodoxa con mayor esfuerzo fiscal -que es lo que el FMI le propondrá a Massa- o marcar un perfil diferencial con una propuesta "keynesiana" más acorde a tiempos electorales.

Por lo pronto, ya se están insinuando las medidas que el kirchnerismo cree que habría que adoptar: regreso al esquema de "ancla cambiaria" para moderar la inflación, aumentos salariales de suma fija por decreto, mayor intervencionismo en los permisos de importación, corte del suministro de divisas a las empresas que tienen deudas en dólares, una política más agresiva para con las grandes empresas cuyos balances muestran aumentos de rentabilidad. Y, pensando en la campaña, una promesa de que regresarán los días de aliciente al consumo.

"Hay un desencanto en muchos sectores que en el 2019 fueron a votar masivamente porque estaban quebrados por las políticas macristas; tenemos que tener una propuesta que incentive a nuestro pueblo a participar", sintetizó Máximo Kirchner.

Los tiempos se aceleran

Pero claro, hay un problema: resulta difícil plantear esa estrategia electoral y, al mismo tiempo, sostener políticamente la gestión de Massa en el ministerio de Economía. Más difícil aun es apoyar una candidatura presidencial de Massa, sobre todo ahora que, sin Macri en la carrera, el kirchnerismo siente que tiene que jugar todas sus fichas a diferenciarse con claridad respecto del discurso de Rodríguez Larreta, que lidera la interna opositora.

El kirchnerismo siente que el reloj está corriendo en su contra. La crisis financiera que se creía conjurada puede estar apenas a semanas de distancia, mientras Massa se ve obligado a profundizar medidas recesivas y la oposición -ya en "modo campaña"- exacerba las críticas al gobierno peronista.

En las últimas horas se intensificaron los reclamos por la toma de decisiones, tanto en el plano de las candidaturas como en un corte más explícito con el plan económico de Massa. La tensión existía desde hacía tiempo, pero el "renunciamiento" de Macri fue el factor de aceleración.

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