domingo, 26 de febrero de 2023

Se le rebelan a Cristina

 Por Roberto García

“Sería bueno para la Argentina que este muchacho llegara a ser presidente”. La anticipatoria frase se le atribuye desde hace unos años al papa Francisco y la desparramó un visitante al Sumo Pontífice. Se refería Bergoglio a Juan Grabois, uno de los dos candidatos que esta semana se ha lanzado a ocupar la Casa Rosada desde el 10 de diciembre (el otro, Horacio Rodríguez Larreta).

Aparece el postulante con la bendición papal y la Virgen Desatanudos, esa estampita de un pintor alemán que acompaña a Su Santidad en todos los actos y a la que él mismo impulsó en el firmamento católico, instalada en una sucursal del barrio de Agronomía.

Un gesto el aval al misionero Grabois, quien representa a una legión de cartoneros, algunos industrializados en empresas, y cuestiona la propiedad privada al tiempo que está bajo sospecha su convicción sobre la democracia. Más de uno puede pensar, como grosera síntesis, que el aspirante mezcla a Gramsci con el Papa Negro de los jesuitas, ambos del siglo pasado. Hay una conexión.

Indignado con Alberto Fernández, Grabois lo trata de “tibio” y “cobarde” entre otras lindezas, bajo la inspiración de una Cristina que al parecer también lo instigó a la “toma del poder”. Ella, es público, estimula a cualquiera que le pida consejos, una madraza. A Daniel Scioli también le dijo: “Caminá, caminá”. Tiene corazón para todos o le sobran escrúpulos.

La furia del favorito del Papa con el Presidente se vincula a los recortes que, vía Victoria Tolosa Paz, el Gobierno le impuso a los subsidios de los “grupos sociales”. Fue una ocurrencia malhadada de Alberto y su ministra, como diría el divulgador policial, el siciliano Andrea Camilleri: “No hay que despertar al perro”. O al vellocino de oro de los planes. Imperdonable.

Aún no se conoce el programa de Grabois y sus colegas del medio (Emilio Pérsico & Cía, quienes encabezan ofensiva en La Matanza), pero trascendieron algunas tiernas ilusiones para resolver la crisis económica del país. Por ejemplo, expropiar tierras para cederlas a la explotación de granjas ecológicas. Inédita solución no descubierta en Harvard ni en la Universidad de Moscú. Apuntaría a ser una reforma agraria vestida de protección ambiental, como la ocupación que impulsó en algún campo bonaerense o en Lago Escondido, lugar donde inició –como si fuera Sierra Maestra– una suave revolución anfibia en reemplazo de la guerrilla urbana y la rural.

Es la actualización de una lucha por introducirse y fecundar en un cuerpo extraño, como los kirchneristas y La Cámpora le hicieron entrismo al movimiento peronista. Ahora, la continuidad paradójica es otra: Grabois y sus conmilitones le van a hacer entrismo a los camporistas y a los kirchneristas. Ya había advertido Perón por este proceso que nunca se acaba, como la revolución permanente. Bastó ver la proclamación del católico abogado piquetero junto al gobernador Axel Kicillof para advertir que ambos –como otros jefes de la calle– poco y nada tienen que ver con la historia del PJ. Aunque se embadurnen de peronismo.

Comprensible la predilección del Papa por Grabois, hijo de “Pajarito”, quien compartiera con Bergoglio la misma identificación en Guardia de Hierro, organización católica, de origen rumano y fascista, fundada en los ’60 por el “gallego” Álvarez (Alejandro), un ideólogo que se oponía al régimen militar y que en cierto desvío condujo a su agrupación a la intentona política del almirante Massera. Como Firmenich en París.

Rara trayectoria de un personaje al que le aparecieron estigmas y en algún momento hasta captó la admiración de Elisa Carrió. Según cuentan, en una iglesia de Montserrat. El padre del ahora candidato Grabois, como su padrino Julio Bárbaro, celosos guardianes de la residencia de Perón en Madrid, antes de ingresar al menemismo participaron en una misión en la Universidad del Salvador cuando Bergoglio la presidía: apartar a Montoneros de esa casa de estudio. Tuvieron éxito, hasta dejaron sucesión en la casa de estudios. Aprovechó luego Juan aquel vínculo religioso de “Pajarito”, considerado un militante escatológico por aficiones extemporáneas, y en los últimos años de papado supo Bergoglio ofrecerle albergue laboral, quizás con la esperanza de que su pupilo un día pueda ser presidente. Amor de tío.

Aunque se nutra de Mao con aquello de que “florezcan mil flores”, notable es el contraste entre la simpatía de Cristina por Grabois y su máxima entrega política a favor de Sergio Massa, emprendimiento presidencial que renueva todas las semanas a sus interlocutores. Hasta que se acabe el combustible o haya mal tiempo inflacionario. Inclusive contra la voluntad del Papa, quien jamás quiso recibir al actual ministro de Economía –como tampoco a Hugo Moyano– por considerarlo un enemigo. Cree que piloteó una conspiración en su contra justo cuando servía a los Kirchner como jefe de Gabinete y no fuera entonces un mandadero. El Vaticano dispone de su propia visión, inalcanzable para los laicos.

Cristina debe priorizar su propia conducción en el Senado, aunque se obsesione con impedir que Alberto se presente a la reelección, fijando fecha inclusive de retiro. Mientras, le surgió cuestionamiento interno en la Cámara alta, una división que veía venir y la hizo desistir de encabezar el regreso a las sesiones. Además de conflictos latentes que ensucian la actividad. Menores tal vez, como la designación de embajadores, luego que la lista original de la Cancillería fuera modificada. No fue de estilo en el Ministerio: le endilgan los cambios al diputado Eduardo Valdés, con más injerencia que el veterano cristinista Tetamantti que recolectó los consejos profesionales de “la casa”.

Se anuncian discusiones que deberá arbitrar Cristina, luego que se incluyeran menores de 50 años en la lista (recordar que les quedan 25 años de sinecura), como el cónsul en Nueva York, un diplomático emparentado con la oposición en Jujuy y otra por cuestión de género en Nueva Zelanda. Quedó postergado, en cambio, alguien que en la embajada de Francia hizo meteórica carrera, presuntamente por su relación con Fabiola Yañez, más exactamente con la peluquera de la primera dama.

Como se alzan varios de los que han sido postergados luego de treinta años de carrera, en el Senado de Cristina habrá griterío, inclusive por parte de alguna favorita de la Vicepresidenta. Por supuesto, ausente el canciller Cafiero. No es su tema, en apariencia.

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