jueves, 3 de noviembre de 2022

Los atrevimientos de Lula y Máximo, inaceptables para Cleopatra

 Por Roberto García

Afable, cordial, le dijo: “Creo que si cambiaras, si fueses menos agresiva y peleadora, serías imbatible. Tendrías mucho más que ese 30% que te aseguran las encuestas”. Esa observación, a la que pocos se atreven, derivó en un trastorno en el rostro de Cristina. Se disgustó con esa sugerencia de Lula cuando éste todavía no era candidato. Fue el inicio de una escaramuza entre ambos, nunca zanjada, más allá de que esa discordia entre el visitante y la dama no lastima la solidaridad política que los reúne. Pero sí manifiesta una relación inferior a la que mantiene el futuro Presidente de Brasil con Alberto Fernández, quien en los malos tiempos de la cárcel lo había visitado en San Pablo.

Aquel atrevimiento oral de Lula, inaceptable para Cleopatra —quien se ganó por alguna razón ese apelativo— ocurrió en un lejano asado en el campo del ahora ministro del Interior, Wado de Pedro (y su influyente familia Ustarroz) en Mercedes, esa tierra reconocida por el disparate de guerrilleros que mataban militares en los 70, como la madre del funcionario anfitrión, y militares que mataban guerrilleros como a la misma madre por parte del vecino general Jorge Rafael Videla. Pero este simpático pueblo de tilos en flor se destaca por otra razón menos trágica: allí se produce el mejor salame argentino, superior al de Tandil o Caroya, debido a una elemental maduración, tratamiento y a un particular fenómeno climático. Aquella declaración poco apropiada seguramente le hizo considerar entonces a Cristina que Lula era como el emblema típico de Mercedes.

Ahora ella está en conflicto con otro pronunciamiento, el de su atrevido hijo, quien se le ocurrió decir que Cristina no iba a ser candidata a la Casa Rosada en el 2023Volaron algunos platos antes de que otro mandadero, Axel Kicillof, saliera con un mensaje para rectificar a Máximo: lo hizo con placer, entre ellos dos no reina la mejor camaradería. A decir que es apresurado y falso que la Vice no se postule. Obvio: debe sostener viva a su nutrida claque que canta “Cristina Presidenta”. Aun así, esos intereses personales son contrarios a la necesidad de conservar los fueros por los juicios en curso, garantía a lograr sólo si se presenta a la senaduría de la provincia de Buenos Aires, donde entra si gana (mayoría) o si pierde (minoría). Como ella es conservadora, todos creen que le gustará ser amiga del croupier y jugar seguro.

Como es ineludible mantener la tensión, Cristina programa apariciones en estadios en los próximos 20 días y pretende firmar antes de tiempo la defunción de Alberto Fernández, Daniel Scioli y Sergio Massa suspendiendo las PASO, quienes quedarían a merced de su dedo biónico si se aprueba el proyecto. A pesar de esa presión femenina, llegó la hora de los machos: se resiste Alberto, lo confesó De Pedro —hay que convencerlo, sostuvo como si no fuera su ministro—, también Scioli celebrando que es la primera vez en su vida que se rebela contra la viuda. Los dos se anotan por el primer cargo en el 2023. Ambos saben que su destino, en el caso de la suspensión de las internas, es volver a lamer botas según el lenguaje del extinto Fidel Castro.

Massa, más optimista, ha decidido anotarse en la posible interrupción de las internas, confía en que la Vice finalmente lo designará candidato. También con ilusión prodigiosa cree que su gestión en Economía lo proveerá de votos masivos. Hasta ahora logró vivir una luna de miel con madre e hijo: los persuadió de encuadrarse ante el Fondo Monetario Internacional, sostener el acuerdo firmado y usufructuar las licencias financieras que ofrece. Notable la proeza del ministro en domesticar al salvajismo contrario. Pero, le aparecen otros problemas caseros: su esposa Malena se lanzó a capturar electoralmente el municipio de Tigre, aspiración que no parece sincronizar con quien la sueña como primera dama de la Republica. Tema a resolver en las sábanas del tálamo matrimonial.

Cristina lamentará persecuciones personales y conspiraciones empresarias en un acto en la UOM el viernes, alicaído sindicato que la acompaña sin preguntar mientras ella no hable del pasado pacto militar-sindical de Lorenzo Miguel y el general Nicolaides, del horno en el que cocinaron al militante Dubchak cuando éste se salió del plato o de los simpatizantes montoneros de la Vice que asesinaron a Augusto Vandor y a José Ignacio Rucci por presuntos traidores. Tampoco los gremialistas hablan de estos episodios.

Menos se interesará ella en las compañías propias de los dirigentes, las desviaciones como proveedores o la red de entendimientos que mantienen con las empresas del sector. Quizás se interese por saber si es cierto que el jefe de gabinete de Horacio Rodríguez Larreta, una suerte de funcionario anónimo que Patricia Bullrich amenazó con romperle la cara, es nieto de aquel veterano metalúrgico que manejaba el sindicato y las 62 Organizaciones con el dedo meñique. Curiosidades de tertulias televisivas de la tarde, cómo se llevaba Lorenzo con la secretaria, con los guardaespaldas, si robó o no, y el trato con ese nieto que llegó por su propia cuenta al gobierno porteño.

Con los otros olvidos pendientes, ella volverá a discurrir en otra manifestación el mes próximo, no quiere desaparecer de las pantallas, al mismo tiempo que su hijo tal vez ingrese a ese círculo mediático, dialogando inclusive con tv, radio y diarios que él considera opositores. Explicación: cuando además de postergar a su madre como candidata, Máximo se refería a sí mismo —y no a De Pedro (ya convertido en una suerte de Alberto Fernández II)— cuando dijo que la edad ideal para ser Presidente ronda los 45 años. La suya, claro. A su vez, el ministro Massa, también la semana venidera se podría anotar en el mismo rito mediático de propaganda visitando canales o programas no precisamente oficialistas. Para algunos, el 2023 está más cerca que para otros.

Quizás deba explicar el ministro algunos acontecimientos de su cartera que cierta gente no había previsto. Por ejemplo, un cambio de opinión personal con el congelamiento de precios, al cual Massa se negaba hace apenas 15 días y el que ha lanzado —con ingenuidad asombrosa— a partir de diciembre por 4 meses. Se equivocó en ese ejercicio como anteriores ministros. Cumple una demanda de Cristina que él, en todo caso, reservaba para bien avanzado el año próximo como último terraplén a la inundación inflacionaria. Pero se rindió por los guarismos y lo que se anticipa. Son tantas las reservas sobre esta medida para contener la inflación que hasta Guillermo Moreno, convertido en falso adalid de las intervenciones, las rechaza por ineptitud técnica de quienes la determinan.

También se dio vuelta Massa con el tema de las PASO en otra clara sintonía con la Vicepresidente. Y, con la excusa de preservar las reservas, no solo inventa cada dos o tres días un tipo de dólar diferente (Dólar Coldplay, Dólar Qatar, Dólar soja) como mecanismo de devaluación, sino que también ha habilitado las importaciones de quienes disponen de dólares para hacerlo. O sea, a un valor de 300. Se supone esos importadores competirán con otros que gozarán de una cotización a 200, distorsión que luego se advertirá en las estanterías y en la que nunca ninguna empresa perderá dinero. Lo hará otro, más brasa para la inflación. Le hubiera servido a Massa controlar mejor a sus ex compañeros del Congreso que, en apenas dos horas, aprobaron el Presupuesto con 42 incorporaciones de mayor gasto. Incluyendo un privilegio para el gremio de Moyano por el cual sus adherentes pagan menos de impuestos cuando más ganan. Ni Jimmy Hoffa conseguía esas prebendas.

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