lunes, 20 de junio de 2022

Iraníes y venezolanos dejan en ridículo a sus amigos de La Cámpora


Por Marcos Novaro

Los seguidores de Máximo Kirchner manejan buena parte de los organismos públicos que deben controlar el ingreso al país de aeronaves, personas y mercadería. El Ministerio del Interior, el de Transporte o el de Seguridad, la AFI, etc. Están desparramados por un montón de oficinas, en algunos casos con funciones superpuestas. Pero ninguno de ellos se enteró a tiempo que podía haber un problema con el vuelo del escándalo.

Así que salieron a averiguar qué había pasado, cuando la noticia estaba ya en los diarios.

El caso más patético fue el de la AFI, cuyo nuevo responsable, Agustín Rossi, inauguró el cargo dando una explicación infantil e insostenible. Que él mismo reconoció, al ofrecerla al público, se fundaba apenas en su bienintencionada intuición: “Debe haber sido un entrenamiento, estaban sumando horas de vuelo”. ¿Preguntó a sus empleados y eso fue lo que le dijeron? ¿O no tuvo respuesta e improvisó? Mejor hubiera guardado silencio.

La calidad de los servicios de inteligencia son siempre un excelente indicador de la salud y fortaleza de los Estados.

No es, por tanto, una sorpresa que reflejen muy fielmente los problemas que aquejan al nuestro: hiperpolitizados, compuestos por capas y capas de personal remanente de sucesivos proyectos frustrados de reforma, colonizados por todo tipo de negocios e intereses particulares, faltos de destrezas profesionales elementales, en gran medida aislados del resto del mundo, y por sobre todo, totalmente fuera de control de los ciudadanos y los órganos democráticos.

No puede ser una sorpresa para nadie que, en consecuencia, cada tanto se revele que no son un buen instrumento para la protección de los derechos de nuestros ciudadanos y de nuestra democracia, sino más bien una amenaza para ellos. Lo son desde hace mucho. Y ningún gobierno, ni el de Alberto Fernández, ni el de Mauricio Macri, ni los de Cristina Kirchner y Néstor Kirchner, han hecho nada por repararlo.

En algunos casos, hicieron más bien lo contrario: se recordará, durante el anterior ciclo kirchnerista, el entusiasmo que las sucesivas administraciones pusieron por convertir la entonces SIDE en un instrumento personal del Presidente; primero a través del intercambio de favores con Jaime Stiuso y su gente, luego a través de la apropiación directa del organismo, con el desembarco de Oscar Parilli y La Cámpora.

Y lo más sorprendente del caso que nos ocupa involucra justamente a esta gente: si ellos han hecho hasta lo imposible por controlar los organismos que producen inteligencia en el Estado argentino, y también acumulan muchos méritos por llevarse de maravillas con los regímenes autocráticos de países como Venezuela e Irán, entre otros, entonces, ¿cómo es posible que estos gobiernos hayan decidido mandarles el regalito del avión de Mahan Air y Emtrasur sin siquiera avisarles?

Aun aceptando que el vuelo haya sido solo una exploración del terreno, o una misión de cobertura comercial de sus actividades clandestinas, o hasta un vuelo de entrenamiento, y no parte de una operación activa y directa de inteligencia, de esas que son la verdadera razón de ser de dichas compañías, ellas no podían ignorar que le generaban un riesgo serio de problemas a sus amigos argentinos.

Mandando un avión que tiene prohibido aterrizar en la mayor parte del mundo, cargado de personal con lazos muy notorios con los servicios de inteligencia de sus países, ponían en aprietos a sus mejores aliados locales. ¿Por qué no les avisaron? ¿O sí les avisaron, y al menos parte del camporismo sabía lo que los iraníes y venezolanos estaban haciendo, pero no supo cómo prevenir el escándalo, ni cómo reaccionar para contenerlo una vez que él estallara?

En cualquier caso, el episodio deja en evidencia lo mucho que tienen que aprender nuestros revolucionarios si quieren jugar en serio los juegos internacionales en que se quieren involucrar. Y lo mucho que tenemos que agradecerles el resto de los argentinos a su inutilidad.

Crear un régimen autocrático, estable y seguro para sus titulares y beneficiarios, no es soplar y hacer botellas. No se logra simplemente poblando de amigos los organismos de seguridad e inteligencia. Hace falta ponerlos a trabajar, entrenarlos, darles un orden y disciplina, que en nuestro caso afortunadamente están ausentes. Por eso pasan estas cosas, que son una vergüenza, hablan muy mal de nuestro país y nos dejan mal parados ante el resto del mundo democrático. Pero vistas a su mejor luz, no dejan de ser una bendición.

© TN

0 comments :

Publicar un comentario